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“Se nos apaga el motor”

Por Eudoro Álvarez Cohecha   

Esta frase resume, acertadamente, la conclusión de un comunicador social vinculado a un importante medio de información con quien estuvimos analizando las últimas cifras sobre el trascurrir rural en la región.

Las recientes informaciones sobre áreas sembradas en el Meta y Casanare, muestran una disminución de más de 40.000 hectáreas del cultivo en los dos departamentos de mayor área en la geografía arrocera nacional.

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Por Eudoro Álvarez Cohecha   

Esta frase resume, acertadamente, la conclusión de un comunicador social vinculado a un importante medio de información con quien estuvimos analizando las últimas cifras sobre el trascurrir rural en la región.

Las recientes informaciones sobre áreas sembradas en el Meta y Casanare, muestran una disminución de más de 40.000 hectáreas del cultivo en los dos departamentos de mayor área en la geografía arrocera nacional.

El principal componente corresponde al Meta en donde la disminución rayó las 30.000 hectáreas.

Desde hace más de cuatro décadas, antes del boom petrolero, el arroz, luego de arruinado el algodón, constituía el motor de la economía agraria regional, en cuanto a cultivos semestrales; no solo como fuente de empleo sino como dinamizadora de muchos renglones de la actividad económica en la comarca.

120.000 jornales que dejaron de emplearse; operarios y profesionales cesantes; 300.000 galones de A.C.P.M. que no se demandarán en las gasolineras; 30.000 millones de pesos que dejará de “mover” el agro comercio regional; 156.000 toneladas que no será necesario transportar, privando de ingresos por más de 7.000 millones de pesos a los dueños de los vehículos de carga en que se moviliza esa producción; maquinaria parada que no tendrá que ser acondicionada y reparada conllevando a talleres y operarios otrora ocupados, obligados al paro de sus labores.

No se conoce palabra alguna de autoridades regionales sobre estas cifras alarmantes, por la repercusión social en el departamento. El petróleo, la actividad predominante en las cuentas económicas de la región, no logra mitigar los estragos que este desastre, por mucho tiempo y medios, anunciado, ha de ocasionar en la tranquilidad social y el bienestar de los metenses.

Desde que se pronunció “el bienvenidos al futuro” en el mandato de César Gaviria, hoy reencauchado dirigente de la Unidad Nacional que se apresta a usufructuar del mandato santista, incluyendo el nombramiento de su delfín en alto cargo de la nueva administración, esta realidad se veía venir. Es claro que la viabilidad del cultivo, tan drásticamente reducido, está amenazada y el trasfondo de tan lamentable situación, solo tiene un responsable principal: el modelo económico evidenciado en los TLC, tan desventajosamente negociados; pero esa política fue, es y continúa siendo auspiciada por una dirigencia que hoy persiste atornillada al poder y de manera cínica, mientras el país rural se postra, sigue ejecutando la misma sinfonía como si el hundimiento de la nave nacional no la inquietara.

A propósito el presidente Santos, no ha tenido tiempo, desde el 18 de junio, de firmar una ley que algún alivio puede traer a los entrampados productores, actores destacados de esta aflicción en medio de la cual se silencia nuestro otrora motor de desarrollo regional.

Villavicencio.

 

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