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Y del modelo económico, ¿cuándo hablamos?

Por Octavio Quintero  

En el centro del debate sobre las negociaciones de paz con las Farc que se vienen adelantando se impone el tema de la justicia, en el sentido de castigo o pena que se debe aplicar a los militantes guerrilleros. Supongamos que en el orden lógico del proceso iniciado en La Habana es lo que sigue. Y tal vez se venga después lo de la militancia política y, quizás se haga el cierre con un gran referendo de ratificación de todo para que se pueda superar aquel inamovible puesto por el gobierno desde el principio: “nada está aprobado hasta que todo no sea aprobado”.

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Por Octavio Quintero  

En el centro del debate sobre las negociaciones de paz con las Farc que se vienen adelantando se impone el tema de la justicia, en el sentido de castigo o pena que se debe aplicar a los militantes guerrilleros. Supongamos que en el orden lógico del proceso iniciado en La Habana es lo que sigue. Y tal vez se venga después lo de la militancia política y, quizás se haga el cierre con un gran referendo de ratificación de todo para que se pueda superar aquel inamovible puesto por el gobierno desde el principio: “nada está aprobado hasta que todo no sea aprobado”.

Pero cuando el telón caiga en La Habana, y en medio de los aplausos y refulgencias nacionales e internacionales, los colombianos todos, ahí sí solitos, quedamos en medio de un proceso bien llamado de “posconflicto” que viene a ser, ese sí, el verdadero proceso de paz.
 
Lo que tenemos al frente como lei motiv del momento es la pancarta enarbolada por el expresidente Uribe en vísperas de la reelección de Santos: “Paz sin impunidad” a la que todos le estamos apostando. Pero nadie, ni siquiera las Farc, también mutantes de sus primarias tendencias socialistas hacia sus nuevos intereses económicos derivados del narcotráfico le están apostando a la paz con justicia social.
 
Y resulta que dentro del modelo económico neoliberal que tenemos, no cabe la justicia social, y está afirmación ya es caso juzgado.
 
La conclusión es dramática: si no hay justicia social no puede haber paz, no en el solo sentido de que nos matemos a punta de bala en los montes, sino en dramas humanos más patéticos como los cientos de niños y ancianos que se mueren de hambre en la Guajira, en el Chocó; o los miles de pacientes que se mueren a las puertas de los hospitales, en los centros de atención, en las calles o en las casas a la espera de un diagnóstico o una medicina…
 
Y mientras se mantenga el modelo neoliberal, pues,  nada: no habrá salida, ya que el centro de lo que tenemos hoy no es social sino económico, en donde lo importante no es una buena redistribución de la riqueza que generamos todos, el capitalista con su capital y el trabajador con su mano de obra, sino un buen crecimiento del PIB, y de contera, si se tiene que dentro del mismo modelo cuestionado lo más importante no es la economía real sino el sector financiero, pues, nuevamente, nada.
 
Si bien, la coyuntura de beligerancia armada es grave y pone límites al desarrollo económico del país, lo más grave del asunto es la estructura económica que pone límites al desarrollo social. Por tanto, en el fondo del posconflicto, que es lo que sigue después de La Habana, lo que hay que repensar es otro modelo de desarrollo económico con justicia social…
 
¡Y de esto, se nos tiene hasta prohibido hablar!, pues, el tema está colocado por el gobierno como uno de los puntos inamovibles en la agenda de negociaciones de La Habana.

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