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Nacional

Curso urgente de política para gente decente

Por Francisco Vélez Nieto  

La verdad que  este desafiador, provocativo y polémico libro  “Curso urgente de política para personas decentes” (Seix-Barral) del científico social español Juan Carlos Monedero, deja muy claro el tipo de lector a quien va dirigido, por lo tanto, que nadie se tome a engaño. Su lectura señala una urgencia que no es ninguna exageración, pero conviene indicar que va dirigido “para gente decente” con conciencia de serlo.

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Por Francisco Vélez Nieto  

La verdad que  este desafiador, provocativo y polémico libro  “Curso urgente de política para personas decentes” (Seix-Barral) del científico social español Juan Carlos Monedero, deja muy claro el tipo de lector a quien va dirigido, por lo tanto, que nadie se tome a engaño. Su lectura señala una urgencia que no es ninguna exageración, pero conviene indicar que va dirigido “para gente decente” con conciencia de serlo.

Por lo que deja claro que, trileros, malversadores de caudales públicos, políticos de derecha cortijera, políticos de izquierdas desmemoriados y sospechosos de todo menos de ser conscientes, aunque si distraídos caraduras  (Seguro  estoy que si Pablo Iglesias fundador del PSOE resucitara los molería a palos). Igualmente nada de dejar en la cuneta a la Iglesia española nostálgica y caudillista, que puede perfectamente meter en su Índice  tan provocador libro donde les señala  que van por mal camino y al Infierno de cabeza, aunque los Papas recientes afirmen que el Infierno no existe. En España existe un Infierno permanente, especialmente debido a esos grupos de poder insaciable  con el único fin del logro, refugiados en la religión de Jesús de Nazaret, con el mayor cinismo que  puede imaginar cualquier sencillo y saqueado ciudadano decente. Y es que para ellos la avaricia no es pecado mortal, porque tienen gula sin fecha de caducidad. Lo que significa afirmar que disponen de parcela en propiedad tanto en el cielo como en la tierra. Por lo que no debe ser sorpresa ver un día cercano desfilar a Mariano Rajoy bajo palio al son de música celestial.   Considero una digna y clara postura por parte del autor, que: “Estas reflexiones han querido tener enfrente el espejo de la gente decente. La que encontró Orwell  entre la gente humilde de Wigan Pier, en su primer trabajo como periodista. La que le sorprendió en su honestidad y que le llevó a pelear más tarde junto a la Brigadas Internacionales en la guerra civil española. También la que le llevó a enfrentarse a cualquier totalitarismo” Y creo, que ese lector decente que se adentre en el libro jugará un papel destacado, porque además de la críticas y reseñas favorables que se publiquen a tan desafiadora obra, de contenido nada exagerado sobre la actualidad que vivimos en esta España que tiende de nuevo volverse invertebrada. El  “boca a boca” del lector puede jugar a favor invitando a su lectura esas miles de personas decentes que con dolor y sacrificios vivimos en este país bajo la batuta de una España que nos hiela el corazón y mete la mano cada día más en nuestras vacías carteras. Los diez capítulos que componen la obra son claros planteamientos de la realidad española, que obliga a la meditación y a tomar una actitud no pasiva, porque también muchas de esas gente decente debe plantearse: “Una pregunta, que sin embargo, queda abierta: ¿como se explica que haya menos manifestantes que desempleados, menos estudiantes enfurecidos que alumnos expulsados  por la subida de las tasas y la bajada de las becas?” Pregunta  que, necesitan una respuesta por parte de ese sector de gente decente.   Obra que abarca con claridad, conocimiento, estilo y amenidad, no ausente de fino y crítico humor que inquieta y escuece motivado por el ritmo que posee la narración y la solidez de los ejemplos. Lucidez y amplio conocimiento, bagaje cultural sin pedantería alguna, de Juan Calos Monedero, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Estudios de doctorado en Universidad de Heidelberg, a lo que se debe sumar amplio historial profesional de altura internacional. Altura mostrada con planteamientos que abordan y analizan estos tiempos  de inquietud social, que diariamente ensombrecen el país, “donde la gente de todas las edades ve amenazada  la democracia mientras  palabras como “justicia” o “impunidad” se convierten en cotidianas. La  encrucijada en la que la gente decente,  está necesitada de este curso urgente de política por encima de la adormidera de los partidos políticos no conservadores, incapaces hasta el  momento, de asumir sin temblores  el desafío necesario para una acción que marque un rumbo con sentido común  sin palabrerías adormecedoras. Lo  que confirma el siempre actual Groucho Marx “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”   Porque con este infectado estado ambiental: “Despolitizar implica volver a correr el riesgo de repetir comportamientos sociales por derrotada antes de adversidades superadas. Las luchas de ayer son los derechos de hoy. La falta de acción colectiva de hoy es el retroceso de mañana”. La única forma de no perder lo que tanto esfuerzo y dolores ha costado a generaciones y generaciones con capítulos llenos de trágicos lutos. “Es un momento de apelar precisamente a la gente decente. La que no está dispuesta a darse por derrotada antes de  haber peleado la batalla. La que quiere rehacer los hilos de lo común. La que quiere pararle los pies a los canallas. La que, dentro de  unos años, cuando le pregunten: “Y tú que hiciste para cambiar las cosas”, siente en una silla al que ha hecho la pregunta y empiece a contarle: “Mira, esto es lo que hice”

¿Nos hace falta un curso urgente de política?

El propio autor del libro trata de responder este interrogante en los siguientes párrafos para explicar la motivación de su último libro.

Tiempos de inquietud social, donde gente de todas las edades ve amenazada la democracia mientras palabras como «injusticia» o «impunidad» se convierten en cotidianas. Gente que sale a manifestarse, que participa en plataformas, una ciudadanía indignada y exigente que se niega a que la resignación triunfe. Una desbordante energía que no encuentra cómo salir de la fragmentación y convertirse en voluntad política de transformación.

¿Nos hace falta un curso urgente de política? Si sirvieran los libros de autoayuda, hace tiempo que no tendríamos problemas. Pero la única autoayuda que sirve es la colectiva. Y esa se llama política. ¿Aburrida? Eso dicen también de la música clásica. Es curioso que lo que apasiona a los ricos a los pobres les parece aburrido. ¿Alguien se habrá encargado de que las cosas sean así? La chusma que vea Gandía Shore. Y que cada vez sea más chusma. Algunos no pensamos así.

El individualismo y la competitividad se han convertido en nuestra manera de estar en el mundo. Individuos que pensamos solamente en nosotros mismos, en nuestros intereses particulares, y mostramos profundas dificultades para encontrar las razones de la vida colectiva. Como dice Jameson: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Un individualismo que privatiza lo público y termina por privatizarnos a nosotros mismos. Una competitividad que nos pone en lucha a todos contra todos. Y como alimento para estos dos monstruos, tres grandes instrumentos que nos terminan de robar la libertad: una mercantilización de la vida, donde prácticamente es imposible encontrar un espacio que no se haya convertido en una mercancía, sea la educación, la salud, el ocio, el afecto, incluso el sexo y la amistad; una precarización laboral que nos lleva a sacrificar nuestra humanidad para lograr un empleo (gente que estudia y estudia y estudia sólo para encontrar un empleo, no para crecer personalmente, personas que pasan por un quirófano para estar más bellas con el fin de ser más empleables, seres humanos convertidos en empresas de sí mismos que orientan su vida como si fueran una tienda en un día de mercado); y una desconexión de la realidad producida por vivir en ciudades, por el desarrollo tecnológico y por los intercambios basados en dinero. ¿Saben las gentes que viven en las grandes ciudades que la energía que consumen, los alimentos que comen, el agua que beben y los desechos que producen tienen su origen y destino fuera de la propia ciudad? Desconectados en la era de la información. Y encima, sin enterarnos.

Si se quiere salir de la trampa neoliberal, hay que dar por acabado el tiempo de la confusión y de la resignación. Ya sabemos qué nos pasa. Vamos a convertirlo en un nuevo sentido común. Y construir de una vez una democracia que merezca ese nombre. El tiempo de las sonrisas y la contemplación se lo han llevado los que dicen que hay que alargar la jubilación hasta los 70 años, los concejales que afirman que se tiene que terminar “eso de hacer deporte gratis”, los ministros arrogantes que entienden que la universidad sólo es para los que vengan estudiados de familia, los que gritan que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades o los que salen de los juzgados sonriendo mientras declaran que hicieron todo de manera estupenda aunque hayan vaciado las cajas de ahorro.

Vamos a atrevernos a asumir que somos hijos maltratados, esposas maltratadas, padres maltratados. Y a entender que los que nos maltratan lo hacen solamente porque no hemos entendido que debemos y podemos pararles los pies.

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