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Nacional

Hacia la generación pordiosera

Por Octavio Quintero  

La lucha de los pensionados con frecuencia se centra en la edad requerida, recientemente aumentada a 62 años para hombres y 57 para mujeres y, por supuesto, al número de semanas cotizadas (1.300 a partir del 2015) que, en este mismo orden de ideas, tampoco es el problema.

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Por Octavio Quintero  

La lucha de los pensionados con frecuencia se centra en la edad requerida, recientemente aumentada a 62 años para hombres y 57 para mujeres y, por supuesto, al número de semanas cotizadas (1.300 a partir del 2015) que, en este mismo orden de ideas, tampoco es el problema.

Según estadísticas confiables, Colombia es uno de los pocos países en donde todavía rige una edad relativamente baja para acceder a una pensión y, sin embargo, solo uno de cada 10 trabajadores alcanza a jubilarse.
Sobre esta baja relación gravitan unos problemas estructurales que tienen más conexión con asuntos relacionados con la equidad y la cobertura que con la edad y el tiempo cotizado.

Un problema grave es el modelo laboral, con una muy alta tasa de desempleo institucional, en medio de una inmensa inestabilidad, aunque se diga lo contrario. Son cada vez menos las personas que dependen laboralmente de alguna empresa seria y organizada que les cubra todas sus prestaciones sociales; y son cada vez más expeditas las condiciones que las empresas necesitan para deshacerse de un trabajador, y al menor costo.

Otro problema es el educativo, tanto por lo que se enseña como por lo que cubre. La baja cobertura educativa en Colombia sigue dejando a millones de colombianos iniciados en solo medio leer y medio escribir y, por ende, en desempeñarse en oficios menores (“en lo que sea” –dicen), y por lo que les den… Y esos que pasan la educación básica (bachilleres), salen sin saber hacer nada, entre los 17 y 18 años, los más “pilos”, después de asistir entre 12 y 14 años a escuelas y colegios públicos y privados, sin contar la inversión hecha en ellos, porque tampoco la educación básica es gratis, aunque se diga también lo contrario.

¡Aquí es Troya! Estos jóvenes no solo salen sin saber hacer nada sino en el mayor desamparo institucional, tanto de los padres como del Estado: como han dejado de ser niños, nada se les consciente; y como van pasando a ser mayores, nada se les perdona. En ese mundo los espera toda clase de tentaciones que ni Jesús en los infiernos.

Paremos aquí porque el cuento es bien largo, y terminar diciendo que frente a este par de problemas, la solución más aconsejable sería, por el lado laboral, diseñar un efectivo seguro de desempleo a cargo no solo del Estado sino de la empresa privada y de las personas naturales con altos patrimonios individuales… ¿Qué por qué? Porque este es un problema social y los problemas sociales, en una sociedad organizada, compete a todos.

En el campo educativo, inducir un modelo de educación para el trabajo. Dejémonos de tanta poética y literatura universal e historia patria amañada, que “con eso no se come”, como decían antaño.

Esto suena duro, y lo es… Pero más duro es ver esa progresiva declinación vegetativa y laboral de millones de colombianos que avanzan a pordioseros, asistidos unos, por “familias en acción y “casas de abuelos” politizadas por los gobernantes de turno; arrumados otros, como estorbo a veces en alguna casa familiar, y deambulando muchos por las calles al sol y al agua sin rumbo fijo ni destino conocido.

Y ni siquiera luchemos ahora por los que ya tienen una pensión, mal que bien; luchemos por los que no la tienen ni la ven posible en lontananza, en medio de la alambrada de púas en que el neoliberalismo ha convertido la política laboral con el fin de vencer por hambre a la gente e imponerle sus condiciones en este mundo en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, al decir de las estadísticas todas, sin distingos de religión, sexo o política… Es decir, ya no es la vieja frase de combate del “mamerto ese”, “cochino comunista” llamado Carlos Marx.

3 de febrero de 2014.

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