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¿La democracia para qué?

Por Octavio Quintero  

… Así como no sabíamos de qué servía tomar el poder tras el asesinato de Gaitán –según Echandía–, quizás ahora tampoco tengamos claro de qué nos sirve esta democracia que pregonamos en Colombia tras la destitución de Petro.

¿Una democracia que permitió en el 2006 avalar

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Por Octavio Quintero  

… Así como no sabíamos de qué servía tomar el poder tras el asesinato de Gaitán –según Echandía–, quizás ahora tampoco tengamos claro de qué nos sirve esta democracia que pregonamos en Colombia tras la destitución de Petro.

¿Una democracia que permitió en el 2006 avalar

una reelección presidencial obtenida mediante cohecho?; ¿una democracia que hace apenas dos meses ajustó a derecho la destitución de una senadora mediante un simple acto administrativo?; ¿una democracia que permite ahora la destitución del alcalde de la capital también por una simple decisión sin garantía de apelación? ¿Una democracia menguante  que induce la atomización de los partidos políticos, la abstención y el desencanto?

Una democracia que ya empezó a caminarle al mismo Presidente de la República, a juzgar por los tremendos regaños que una simple viceprocuradora le ha metido por supuesta participación en política.

La pregonada democracia en Colombia está en manos de un funcionario público, y eso es lo malo, sea quien sea, tanto más si es quien es hoy.

Defender este tipo de democracia bajo la consagrada fórmula de acatar su fallo aunque no se comparta, es justificar del pasado los crímenes de Gaitán, porque para eso era el poder; o la reelección de Uribe ayer y la destitución de Piedad Córdoba y Petro hoy, porque para eso es la “democracia maestro”, ahora sí entre comillas.

En este breve remedo de democracia, se ve claramente la necesidad de una reforma política como lo acaba de reconocer el mismo gobierno en el punto dos del acuerdo de paz que se negocia en la Habana. Una reforma política que empiece por hacer respetar la misma Constitución del 91, o lo que nos queda…

Si el pueblo ejerce directamente el poder de elegir un alcalde, como es el caso, es el mismo pueblo el encargado de revocarle el mandato y nadie más, y menos un funcionario público elegido por un poder delegado como es el Congreso en donde para la elección lo que primó fue la mayoría de una tendencia política o de una manguala como es el caso que se da hoy en todas las decisiones del Congreso de Colombia, llamadas eufemísticamente de “Unidad Nacional”.

Eso es lo que confrontamos hoy. No hay que llorar por Petro sino por Colombia; por su remedo de democracia.

10 de diciembre de 2013.

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