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Nacional

Inflación y regulación cambiaria

Por Eduardo Sarmiento Palacio   

Luego de la cuantiosa devaluación, la inflación se ha venido elevando y llegará a 6% al final del año. El único sorprendido es el Banco de la República, que propició el alza del dólar a $3.000 dentro de una meta de inflación entre 2 y 4%. 

La política monetaria se ha orientado en la visión de equilibrio y ha operado dentro del orden económico de prioridad a la inflación, modalidad cambiaria flexible y presupuesto balanceado. La tasa de interés aumenta cuando sube la inflación y disminuye en el caso contrario, y se da por hecho que la igualdad entre la disponibilidad y la demanda de dinero se logra sin alterar la producción y la balanza de pagos.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio   

Luego de la cuantiosa devaluación, la inflación se ha venido elevando y llegará a 6% al final del año. El único sorprendido es el Banco de la República, que propició el alza del dólar a $3.000 dentro de una meta de inflación entre 2 y 4%. 

La política monetaria se ha orientado en la visión de equilibrio y ha operado dentro del orden económico de prioridad a la inflación, modalidad cambiaria flexible y presupuesto balanceado. La tasa de interés aumenta cuando sube la inflación y disminuye en el caso contrario, y se da por hecho que la igualdad entre la disponibilidad y la demanda de dinero se logra sin alterar la producción y la balanza de pagos.

De allí el Banco de la República atribuye la baja inflación de los últimos años a sus acciones para mantener la austeridad monetaria. 

La mirada retrospectiva de los hechos revela algo muy distinto. La reducción de la inflación provino principalmente de la revaluación causada por la abundancia de divisas. En este sentido, la política ha sido equivocada. La prioridad excluyente de la inflación llevó a un monumental desbalance externo que desmanteló la industria y la agricultura, resquebrajó las exportaciones y configuró el déficit en cuenta corriente más grande del mundo. Quiérase o no, al Banco de la República le correspondía intervenir en forma drástica en la compra de divisas para evitar el desangre del sector externo.

El error conceptual se está repitiendo en la destorcida. Luego de una revaluación que configuró un déficit en cuenta corriente de 4% del PIB y de la caída de los precios del petróleo a menos de la mitad, se dejó libre el tipo de cambio ocasionando una devaluación de más del 60%. El Banco de la República nunca reviso la meta de inflación. Se dio dado que la devaluación no afectaría la inflación y en caso que lo hiciera se corregiría con un alza de la tasa de interés.

Como era previsible, la devaluación provocó un alza generalizada de los precios con claras señales de replicarse y extenderse. Se entró en una espiral de precios y salarios que persistirá durante un tiempo. Por su parte, el Banco de la República procedió a detenerla con un alza de la tasa de interés que causará una severa contracción de la producción y el empleo. De nuevo, la estabilidad de precios se busca a cambio de la actividad productiva.

La verdad es que el orden económico internacional da prioridad a la inflación sobre cualquier otro propósito, balance fiscal y tasa de cambio flotante fracasó estruendosamente. En las épocas de abundancia de divisas ocasiona grandes revaluaciones que desmantelan la industria y la agricultura, y configura déficits crecientes de la balanza de pagos. De otro lado, en las épocas de escasez dispara la devaluación, eleva la inflación, sube las tasas de interés y frena la producción y el empleo. Así las cosas, la estructura económica se sacrifica a cambio de la ficción de la inflación.

La explicación está en la visión equivocada de que el mercado monetario está en equilibrio y que el dinero sólo afecta la inflación. En el entendido que la realidad es distinta y que el dinero también influye en la producción, el empleo y la balanza de pagos, la solución está a la vista. La armonización de la estabilidad de la balanza de pagos, la actividad productiva y la inflación requiere tres instrumentos, como serían las políticas monetaria, fiscal y cambiaria. Su viabilidad está condicionada a un nuevo orden institucional de prioridad a la producción, el empleo y la balanza de pagos, sin que la inflación se salga de madre, desbalance fiscal y regulación cambiaria.

En las circunstancias actuales se podría poner en práctica orientando la política monetaria a bajar y regular el tipo de cambio, y la fiscal a mantener la actividad productiva.

El Espectador, Bogotá.

 

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