Nacional
Las luchas sociales y las elecciones de marzo
Por Jorge Enrique Robledo
Quien haya recorrido en los últimos meses a Boyacá y a los departamentos de los paros agropecuarios del año pasado –Huila, Nariño, Antioquia, Cauca, Eje Cafetero, Valle, Santander, Tolima, Meta– pudo notar dos fenómenos políticos. El primero, la gran amplitud y magnitud de unas
Por Jorge Enrique Robledo
Quien haya recorrido en los últimos meses a Boyacá y a los departamentos de los paros agropecuarios del año pasado –Huila, Nariño, Antioquia, Cauca, Eje Cafetero, Valle, Santander, Tolima, Meta– pudo notar dos fenómenos políticos. El primero, la gran amplitud y magnitud de unas
movilizaciones en las que se unieron campesinos, indígenas, jornaleros y empresarios, al igual que productores de todos los sectores –cafeteros, paperos, cacaoteros, paneleros, arroceros, ganaderos, hortifruticultores. También fue de una amplitud sin antecedentes la solidaridad con las protestas por parte de comerciantes, transportadores, educadores, estudiantes, alcaldes, concejales y curas párrocos. Y cómo olvidar el muy significativo y valeroso “importar alimentos es traición a la patria”, dicho por monseñor Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja, ciudad en la que los cacerolazos hicieron historia.
El segundo fenómeno de 2013 consistió en que esas protestas fueron un grito de independencia política, como el liberarse de las cadenas que ataban a las gentes a los congresistas que ellas mismas habían elegido, porque consideran que estos tienen culpa en las malas políticas y que, en vez de ponerse del lado del pueblo, se pusieron de parte de Santos y del gobierno que irrespetó, calumnió y reprimió a los que luchaban. “¿Dónde estaban cuando los necesitamos y por qué respaldan los TLC y las demás malas orientaciones económicas y sociales?”, le reclaman con indignación a la clase política.
En términos semejantes pueden comentarse las también muy grandes jornadas de los calumniados y perseguidos pequeños mineros que conmocionaron regiones como el Bajo Cauca antioqueño, Chocó y Caldas.
Y la resistencia política se mantiene en 2014. Es notorio el desgano y el rechazo de la ciudadanía para votar por los congresistas por los que tradicionalmente ha votado –y por sus candidatos a la Presidencia–, porque los acusan de no defenderla y de ser causantes del desastre agrario y social de Colombia, desastre que solo el cinismo oficial se atreve a negar y manipular.
En contraste, se volvieron comunes las expresiones de cariño y respaldo –que incluye el propósito de votar por ellos– hacia los dirigentes que han apoyado los reclamos democráticos y rechazado las políticas de libre comercio que causan el desastre agrario que Santos se empecina en no solucionar. Y como las ideas pueden ser contagiosas, esta vez el repudio o el apoyo del electorado a los candidatos también está dependiendo de su posición frente a los problemas del desempleo, la pobreza, la salud y la educación.
Como la clase política es hábil para arrear electores a las urnas con prácticas clientelistas y demagógicas –vivezas que no tendrían ninguna opción sin los billones de pesos que para ese fin ponen a su disposición el Presidente y los gobernadores y los alcaldes santistas–, es seguro que intentarán encadenar y embozalar nuevamente a quienes no quieren volver al redil y defienden su dignidad. El 9 de marzo se sabrá si la politiquería retrocedió o se mantuvo.
Que aumente el voto libre, el voto no amarrado, el voto no clientelista. Que se derroten las prácticas electorales torcidas de quienes empobrecen a los colombianos con sus malos gobiernos y además se aprovechan de esa pobreza para llevarlos a votar por los mismos que gobiernan contra ellos. Que Colombia se libere de la idea absurda de votar el domingo mal y querer que el lunes la gobiernen bien.
Si el 9 de marzo sufren una derrota política Santos y los partidos santistas, ello les serviría mucho a los agricultores y a todos los que luchan para que el gobierno les atienda sus reclamos y cambie sus orientaciones económicas y sociales.
Coletilla: no deben descuidarse las batas blancas ni todos los que el año pasado derrotaron al gobierno en su objetivo de aprobar una pésima reforma a la salud, oculta tras el cambio del nombre de las EPS. Porque ya el ministro Alejandro Gaviria advirtió que después de las elecciones insistirá en aprobarla, cuando el santismo calcule que el pupitrazo por el sí no les va a quitar votos en las elecciones. Ni un voto por los defensores del negocio de las EPS.
Bogotá, 17 de enero de 2014.