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Argentina: entre el proyecto nacional y popular o el retorno al neoliberalismo

Por Nora Merlin*   

Los resultados de las últimas elecciones presidenciales en Argentina evidencian un avance de la derecha, sostenida por la candidatura de Mauricio Macri del PRO, que a su vez representa a Cambiemos, alianza conformada por Elisa Carrió (Coalición Cívica) y Ernesto Sanz (Unión Cívica Radical). 

Lo acontecido requiere múltiples razones pasibles de aplicarse a proporcionar una explicación parcial. Más allá de ellas, y con el objeto de aportar a la comprensión, no se puede soslayar lo que sucedió en el oficialista Frente para la Victoria (FPV), que consideramos terminó resultando funcional al deslucido resultado. 

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Por Nora Merlin*   

Los resultados de las últimas elecciones presidenciales en Argentina evidencian un avance de la derecha, sostenida por la candidatura de Mauricio Macri del PRO, que a su vez representa a Cambiemos, alianza conformada por Elisa Carrió (Coalición Cívica) y Ernesto Sanz (Unión Cívica Radical). 

Lo acontecido requiere múltiples razones pasibles de aplicarse a proporcionar una explicación parcial. Más allá de ellas, y con el objeto de aportar a la comprensión, no se puede soslayar lo que sucedió en el oficialista Frente para la Victoria (FPV), que consideramos terminó resultando funcional al deslucido resultado. 

Dos razones fundamentales determinaron una campaña caracterizada por un prolongado inmovilismo que resultó fatal. La primera de ellas fue que los datos “aportados” por todas las encuestas daban ganador a Daniel Scioli; la única duda radicaba en si el triunfo sería en la primera vuelta o en un balotaje. La segunda razón fue un efecto de la dinámica acontecida en el interior del FPV. En el comienzo de la campaña, la identidad kirchnerista se vio doblemente perturbada y afectada: por una parte había que realizar el duelo por la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y, simultáneamente, aceptar un sustituto que “no cerraba”. Si por la Constitución era imposible que ella fuera la candidata, se pretendía, al menos, que fuera alguien “del riñón”, como se expresaba. Un tiempo prolongado le llevó a la militancia procesar, asumir la situación, convencerse de que “el candidato es el proyecto”.

¿Cómo salir a la calle si muchos de los integrantes del FPV no estaban convencidos con el propio candidato? En ese contexto la campaña se desarrolló casi exclusivamente en el interior de la construcción, con la necesidad de instalar al entonces controvertido candidato, Daniel Scioli. En plena batalla política por la sucesión, el FPV permaneció adormecido, encerrado en la caverna de las redes sociales, polemizando internamente. El colectivo se desvitalizó, la mística militante y apasionada que lo caracteriza se invisibilizó, redundando en una campaña descafeinada y burocrática. Inmovilizado, en estado de pasividad el FPV cedió la calle, lo que provocó que el adversario la fuera ocupando. La calle es la casa del pueblo, perderla es, paradójicamente, quedar a la intemperie, constituyendo un error fatal para un colectivo. Ya lo dijo el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera en el Foro para la Igualdad y la emancipación: las actuales democracias representativas de América Latina, para sostenerse, deben estar acompañadas por una democracia callejera, plebeya.

En la oscura y tormentosa noche del 28 de octubre, el escrutinio (de la primera vuelta presidencial) fue un rayo que cayó, sorprendió, sacó de la somnolencia, despertó a cada uno y a todos los que apoyan el proyecto nacional y popular. El FPV tomó conciencia de que si triunfa Cambiemos, se puede perder parte significativa de lo ganado en la última década, con el riesgo de volver a un modelo neoliberal. El 29 de octubre se puso en movimiento de manera urgente, colectiva, autoconvocada, la verdadera campaña del FPV. La construcción salió del encierro y la pasividad, recobró la iniciativa desplegando una militancia que se apropia de la calle, se reproduce día a día, recuperando la mística a través de variadas expresiones y modos creativos de participación. Una potencia de lucha común, que se opone a la vuelta a un pasado neoliberal, acaba de irrumpir presentando renovadas formas de visibilidad en las plazas, los barrios, los subtes, casa por casa, etcétera.

Es la expresión de un movimiento que emergió de las bases, involucrando los barrios, los lugares de trabajo, los colegios, las universidades, etc. No aconteció como efecto de una propuesta de la dirigencia o de un comando central, ni una receta de asesores. Resurgió como democracia plebeya, rebelde, irreverente, porque la condición democrática no es cosa de eruditos ni de elegidos, sino una posición horizontal de igualdad en la que todos los habitantes de una comunidad poseen el derecho de pensamiento y de expresión. Se vio en estos días que la mística propia de la militancia callejera, la alegría potente y politizada, fue y sigue siendo la principal fuerza, el timón y faro del proyecto nacional y popular. La base social constituye el mayor capital de esa construcción.

Cabe destacar que el movimiento popular tomó un sesgo no calculado, que dividió nuevamente lo social: hoy ya no se trata sólo de Macri o Scioli y de sus respectivos votantes. El FPV amplía su base electoral, va sumando compromisos y votos no kirchneristas preocupados y no dispuestos a perder conquistas. En esta nueva coyuntura, se produjo un reordenamiento social, conformándose dos campos que se representan en dos proyectos de país antagónicos: nacional y popular o neoliberalismo. La disputa hoy implica una verdadera elección, una opción que el pueblo debe afrontar: cuidar la construcción, o dejar que “todo se desvanezca en el aire”, al modo de un nuevo triunfo del neoliberalismo. La toma de posición por la opción soberana dependerá de las estrategias que emplee el colectivo, la inteligencia popular y la capacidad que tengan sus componentes para convencer al resto de la ciudadanía.

La amenaza del peligro neoliberal que acecha, así como el deseo de una comunidad soberana, desembocaron en una práctica militante desarrollada en la calle, cara a cara, codo a codo. De esta forma, fue posible metabolizar las pasiones tristes instaladas por el duelo y un sustituto que no convencía, dando lugar a afectos activos que sienten las bases de un nuevo comienzo. Las cartas no están echadas, falta este último tramo,

Lo político es un enigmático resto rebelde, reacio a todo cálculo de los expertos y consultoras.

*Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Psicoanalista, docente universitaria de la cátedra “Psicoanálisis Freud I”. Ensayista y autora de varias publicaciones. Realizó su tesis de maestría en Ciencias Políticas en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de Argentina con el profesor Ernesto Laclau.

nora_merlin@yahoo.com.ar 

Tiempo Argentino, Buenos Aires.

 

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