Columnistas
Bogotá, ¡el pueblo unido jamás será vencido!
Por Horacio Duque
La campaña política para escoger los alcaldes y gobernadores está en plena marcha. Cierra el 25 de octubre. En Bogotá, la capital, se han postulado varios candidatos. Son nombres conocidos, muchos de ellos, asociados con el campo de la derecha y la ultraderecha visceral, bastante proclive a tensar ideológicamente el espacio público, destensándolo argumentativamente, pues prefiere el adjetivo y la estigmatización del adversario. Es por eso que busca obsesivamente un bloque contra la izquierda y sus propuestas programáticas a favor de la igualdad y la democracia popular ampliada.
Por Horacio Duque
La campaña política para escoger los alcaldes y gobernadores está en plena marcha. Cierra el 25 de octubre. En Bogotá, la capital, se han postulado varios candidatos. Son nombres conocidos, muchos de ellos, asociados con el campo de la derecha y la ultraderecha visceral, bastante proclive a tensar ideológicamente el espacio público, destensándolo argumentativamente, pues prefiere el adjetivo y la estigmatización del adversario. Es por eso que busca obsesivamente un bloque contra la izquierda y sus propuestas programáticas a favor de la igualdad y la democracia popular ampliada.
Clara López, ex alcaldesa de la ciudad, ha sido formalmente postulada como candidata del Polo Democrático. Acto posterior a la realización del Cuarto congreso de dicha expresión política popular, caracterizado por una copiosa participación social y un clima de unidad y genuina convergencia ciudadana, sin antecedentes en la historia política colombiana.
La estrategia de posicionamiento de la candidatura de Clara corresponde a un bien diseñado plan de acción política para involucrar amplios grupos de la sociedad bogotana. Se trata de una ruta ordenada, bien sopesada que correlaciona metas y medios armónicamente. Si algo enseño la caída del socialismo a los proyectos progresistas es a trabajar en base a objetivos, que se pueden ir desplazando y readecuando sin dogmatismos y adaptándolos a la realidad.
La campaña, para decirlo con una metáfora artística, en la línea de lo que ha caracterizado históricamente los movimientos populares, las luchas plebeyas de los de abajo por su emancipación, se proyecta en base al principio “constructivo” del “montaje” y no el de la “fusión” de la “obra orgánica”: una lógica de articulación y combinatoria donde los elementos heterogéneos mantienen su autonomía y su capacidad de iniciativa dentro de una misma lógica constructiva. En la obra orgánica, por lo contrario, las partes se ven necesariamente sometidas a ser epifenómenos de una “totalidad expresiva” que les da su sentido último: las costuras y las juntas que mantienen unidas las piezas en su especificidad son borradas, las huellas que señalan el carácter construido de la obra y, por tanto, la posibilidad de su variación o transformación, son negadas, de modo que cada parte aparece como subordinada y subyugada al todo.
Entrando en algunos detalles de la movilización que se puso a rodar para profundizar los derechos sociales y políticos de millones de bogotanos, mediante la conquista de la dirección de las instituciones gubernamentales distritales, menciono el perfil de la articulación comunicacional y política de los sujetos involucrados, el peso de lo femenino y el enfoque anti neoliberal del discurso formulado como iniciativa programática, que atiende a nuevos elementos como la repolitización de la sociedad; la confluencia de los cauces populares en favor del cambio sistémico y de la búsqueda de nuevos consensos; y la vitalidad de los movimientos populares de protesta iniciados en la ciudad a raíz del autoritarismo del Procurador.
Obviamente la paz y su construcción gravitan hondamente la movilización en curso.
En términos de comunicación, la campaña progresista de Clara apuesta por un despliegue abierto a la ciudadanía, para que sean las personas comunes y corrientes las que hagan la labor de los equipos profesionales de creativos y asesores que suelen contratar las maquinarias electoreras. Está claro que la estrategia de abrir el código de la comunicación al común significa dejarse afectar por la creatividad y la imaginación ajena, perdiendo en muchos momentos el control absoluto de dicha comunicación. Esa pérdida de control es algo impensable en una estructura tradicional de partido de cuadros. El partido se caracteriza por la permanente dirección del relato. Lo más creativo está en encontrarnos con toda una estructura que aspira a gobernar una gran ciudad y que, al mismo tiempo, se deja desbordar. Dejarse invadir y confiar en una construcción colectiva y descontrolada -incluso moviéndonos en la lógica de la representación-. Podríamos hablar del diseño colectivo del perfil de una candidata como metáfora de las ansias de diseñar conjuntamente una ciudad. “La Clara que queremos, la Bogotá que queremos”.
Si bien es cierto que la acción electoral es, en gran medida, comunicación, no hay que olvidar la dimensión organizativa y estructural. En ese sentido, tienen vía libre en la campaña recetas organizativas distintas de las tradicionales, generando un gran número de comisiones programáticas especializadas, desde contenidos a comunicación en red. El método de trabajo en una red de grupos abiertos supone un reto en términos de intercomunicación y de confianza, yendo ambos factores de la mano. Pero también en cuanto a autogestión y autonomía. Algo que, de nuevo, los partidos tradicionales no son capaces de abordar apropiadamente por su obsesión por fiscalizar y controlar la toma de decisiones. Y lo interesante es que no se está describiendo una estructura que se encuadre en los tradicionales esquemas de lo “horizontal”. Estas experiencias construyen sobre la marcha, prototipos abiertos para generar nuevas formas de organización política, caracterizada por la distribución de competencias más allá de los tradicionales equipos y secretarías de los partidos, por la producción de narrativas de forma abierta y colaborativa, por la creación de identidades mutantes y con vocación inclusiva, no excluyente. Se trata de organizaciones que asumen e integran la des-organización, buscan -y se dejan- desbordar, más que compartimentar la política en bloques (organizativos, demográficos, de identidad etc.).
Esta extinción del modelo-partido tiene que ver, también, con la irrelevancia de la noción de experto/asesor. La “cultura digital” y sus redes sociales, devino en una crisis sobre los compartimentos estancos (crisis de la noción de departamento, de la noción de sector, incluso de los perfiles profesionales, ya no es tan sencillo demostrar ni representar una especialidad). Lo que demuestra esta lógica del desbordamiento es que no sitúa en el centro a los protagonistas que mandan, a los especialistas, sino que sitúa en el centro la colectivización en la gestión del conocimiento. No es casual que la palabra “común” sea tan importante, es un proceso de colectivización de la política (o de politización colectiva) donde la suma de saberes es la potencia y no las personas en sí mismas. Por tanto, una de las claves de esta “nueva política” es que lo que sirve de crítica para una parte de la política tradicional (“esta gente no tiene experiencia”) es en realidad un valor. El amateurismo (aficionado) es un fenómeno que trasciende la cuestión política y es una revolución que tiene que ver con personas que se autoforman y que aman lo que hacen. Es ese amor y esa pasión lo que mueve que sean capaces de innovar a niveles que no son imaginables para los “profesionales”, aunque estas “eminencias planificadoras” vean con recelo que haya cada vez más gente que puede dedicarse a lo que les gusta.
Seguidamente, hay que mencionar algo esencial de todo este paradigma colectivo que ya está acá con Clara. Los feminismos y la forma en que se han infiltrado en la política. A pesar de que aún queda mucho por avanzar, dado que “estar presente” y la noción de vanguardia siguen estando muy presentes en la política profesional, lo cierto es que cabría reflexionar sobre qué ha implicado que la figura que tanto gusta al mainstream político mediático (el líder, la líder, el jefe, la jefa) y que tanto funciona narrativamente para simplificar el relato, este ocupado por mujeres cuya forma de abordar la política es a través del diálogo, de la escucha activa y de la palabra. No son sólo ellas, el cambio de paradigma político tiene que ver también con la feminización de la política. Siendo importante la unidad avanzada, lo que hay que resaltar es como la noción de confluencia viene asociada con el papel de la mujer en situaciones de vanguardia pero, sobre todo, las mujeres desde la retaguardia.
No menos importante es el calado anti neoliberal planteado como la esencia del programa popular de Clara. Su rechazo tajante a la privatización de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, en su reciente paso por la Alcaldía, indican la envergadura de su compromiso para erradicar definitivamente un modelo que ha destruido los centros urbanos de Colombia, con unos Planes de Ordenamiento Territorial/POT, que en 15 años de vigencia han sido generadores de segregación social y pobreza.
La formulación anti neoliberal pivota en la disputa izquierda y derecha, que siguen siendo factores explicativos fundamentales en los que enmarcar los análisis y las actuaciones ideológicas frente a los intentos sistémicos del capitalismo por neutralizarlos. Así, entonces, tendremos, al menos, dos proyectos diferenciados. Uno basado en una sociedad liberal capitalista en sus distintas versiones liberales y conservadoras; y otro sostenido en una alternativa que intenta romper esas lógicas, gracias, en buena parte, a la candidatura de unidad popular, que ha sido capaz de hacer confluir diferentes movimientos y sensibilidades y, lo que es más importante, alcanzar consensos. Los representantes de esta última lógica, vinculados mayoritariamente a posiciones de izquierda y populares.
En ese sentido lo que busca tal postura, en articulación fluida con movimientos de unidad popular y de la izquierda más clásica, es un análisis de la situación en base a profundizar en los modelos de democracia comunal, de poder popular, en la búsqueda del ensanchamiento del concepto de igualdad y teniendo presente el reconocimiento de los derechos fundamentales de los bogotanos.
La tarea es ahora articular esas ideas sabiendo que la campaña hay que compartirla con diferentes grupos ecologistas, comunistas, indígenas, afros, LGTBI, viviendistas, vecinales, etc.
Todo ello, desde luego, parte de la lectura del momento político, del clima social que produce el proceso de paz.
Algunos quieren omitir esa circunstancia. O caricaturizarla por la pulsión uribista que les invade. Algo imposible.
Con la paz la realidad del mapa político se ha modificado de tal forma que reclama un seguimiento continuo, sin pausa, y un análisis no ya diario sino, muchas veces, horario, como se ha visto recientemente.
Al respecto, en La audivisión, Michel Chion hace una reflexión casi poética en la que contrapone la magia del silencio frente al sonido y la furia (http://bit.ly/1d82lDz).
Dice Chion que en la retransmisión de los partidos de tenis los comentaristas deportivos encargados de relatar las alternativas del juego se llaman espontáneamente a silencio. Ya porque lo imponen los jugadores con su exigencia de concentración, ya porque lo exigen los árbitros, el público calla y los periodistas en un acto reflejo le imitan. Entonces las cámaras siguen con planos cortos los movimientos de los jugadores, con un zoom atrapan el gesto de algún asistente o con un plano abierto, se puede ver el estadio. Mientras tanto, escuchamos el ploc de la pelota rebotando en una raqueta u otra, la respiración jadeante de los jugadores o algún grito que se les escapa cuando se ven obligados a un sobreesfuerzo.
De repente, aplausos por parte del público o un “¡Ooohh…! de decepción. Con un tanto o un incidente mínimo, los comentaristas recuperan su relato pero es solo un momento: la voz es la excepción. A veces, muy de tanto en tanto, en medio de un silencio, se oye el ronronear de un avión que pasa, lejano, ignorando el acontecimiento que estamos mirando. “Lástima que la televisión no nos ofrezca más a menudo ese silencio habitado: algo del curso sonoro de la vida”, escribe Chion.
El curso sonoro de este momento político que vivimos despertó con el proceso de paz iniciado hace ya más de dos años en La Habana. La naturaleza de la paz multiplica los sujetos y lugares de enunciación. De hecho, es muy difícil concebir la paz sin un cuestionamiento radical del orden de las jerarquías, sin una impugnación de las posiciones de poder asociadas a ciertas formas de saber.
La paz nos tiene en una coyuntura abierta de enormes potenciales y Bogotá no es la excepción por más que la violencia del conflicto se perciba como lejana en su profunda ruralidad.
La paz es la base de la unidad popular que encarna Clara López como candidata a la Alcaldía. Es lo que le da plenitud a la consigna del “pueblo unido jamás será vencido”.