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Clara seduce a Bogotá

Por Horacio Duque  
 
Imbatible en las encuestas. Luce como la candidata más fuerte, con amplio arraigo popular, reconocimiento ciudadano, convirtiéndose  en la más sólida alternativa para la Alcaldía de Bogotá, adicionalmente tiene la mejor favorabilidad e imagen entre los ciudadanos con el 52%.
 
Hay algo muy seductor en la comunicación personal de Clara, algo que hace de ella una persona de confiar, amable, con la que se quiere estar, conversar, trabajar. Seducen su modo de dirigirse a los demás, de mirar, de sonreír. Seduce su voz inconfundible, con ese acento alegre y convincente a la vez.

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Por Horacio Duque  
 
Imbatible en las encuestas. Luce como la candidata más fuerte, con amplio arraigo popular, reconocimiento ciudadano, convirtiéndose  en la más sólida alternativa para la Alcaldía de Bogotá, adicionalmente tiene la mejor favorabilidad e imagen entre los ciudadanos con el 52%.
 
Hay algo muy seductor en la comunicación personal de Clara, algo que hace de ella una persona de confiar, amable, con la que se quiere estar, conversar, trabajar. Seducen su modo de dirigirse a los demás, de mirar, de sonreír. Seduce su voz inconfundible, con ese acento alegre y convincente a la vez.

Ella misma quiere que sus adversarios oigan su voz para desactivar, a través de esa armonía, la peligrosa detonación de unos exabruptos antidemocráticos que proceden del campo uribista. Si Pardo y Peñaloza,  tienen un mínimo de sensibilidad, auditiva y moral, debe seducirles el relato autobiográfico de Clara López en defensa de las libertades democráticas y contra la violencia en este país, y se pondrían las pilas para tratar de atar bien corto a Pacho, el instigador del Bloque capital de los paramilitares.

En sus discursos e intervenciones públicas, Clara habla, precisamente, de seducción, de conseguir seducir a sus adversarios. Les dice en plural y les argumenta: “Lo vamos a hacer tan bien que los vamos a seducir”. No chilla los vamos a barrer ni nada por el estilo. Nos brinda una frase constructiva y que apela a la empatía, un sentimiento que, tras años de broncas políticas, resulta imprescindible tanto para los ciudadanos como para sus representantes. Y lo dice alguien que confiesa que no le interesa  la politiquería del bipartidismo clientelar. No es de extrañar: el día a día del clientelismo con mermelada está minado de gestos feos, asuntos turbios, situaciones desagradables, comportamientos insolidarios. Si lo que sorprende de su discurso es que procede de alguien que se ha postulado como candidata a la Alcaldía de Bogotá, y es bien probable que sea alcaldesa desde el primero de enero del 2016, no hay respuesta más seductora que la suya: lo que sí le interesa es mejorar la vida de la gente.

Ahí está el quid de la cuestión, lo que ha seducido a tantos seguidores de Clara: creemos que ella es, mientras no nos demuestre lo contrario, persona cuyo interés es que mejore nuestra vida. Desde la cercanía, la base, la calle, su trayectoria por el bien común. Y, como asegura Clara, desde la seducción que otorga el convencimiento de que lo que va a pasar, el cambio que se produzca, será positivo para todos.

La alcaldesa Clara seducirá porque Clara López  ya seduce. Clara seduce cuando, ante la pasión que suscita su persona, afirma que odia el personalismo y quiere bajar el tono para ponerse a trabajar. Clara seduce cuando, sin concesiones, dice que no le gustan las maquinarias electoreras. Clara  seduce porque quiere que todo el mundo tenga casa en Bogotá y está empeñada en saber el número de viviendas de interés social, cuya cifra aún no saben con exactitud. Clara  seduce cuando anuncia la creación de canales de escucha de los ciudadanos. Clara seduce cuando admite que sufre si la atacan injusta y agresivamente, como ocurrió con Robledo en el pasado, con quien ahora existe, por fortuna, la unidad popular. Clara seduce cuando afirma que el agua debe ser de todos. Clara  seduce cuando explica que ha llegado el momento de hacer una nueva política, que el futuro no es de los viejos partidos sino de las estructuras de participación ciudadana y comunal. Clara seduce cuando habla de desigualdad pero también de afabilidad. Clara seduce cuando se refiere, una y otra vez, a los niños desnutridos, a los viejos desamparados y a las mujeres atropelladas. Clara seduce cuando defiende el derecho a la ciudad y el espacio público. Clara seduce  porque considera que el optimismo es un imperativo moral.
 
Deben cuantos estén proponiendo, pergeñando y negociando conjuras y sindicatos anti izquierdistas,  tener en cuenta tanta, tan coherente, tan ilusionante y tan necesaria seducción. Deben entender por qué Clara López se ha convertido en el emblema de la posibilidad, de la esperanza, de la regeneración social y política. Ella seduce con su actitud, con su sonrisa y con su voz. Y, sobre todo, con la claridad de sus ideas, con la firmeza de sus compromisos, con la justicia de sus planteamientos. Quienes la adversan con odio no pueden olvidar que ahí radica, precisamente, su atractivo, su victoria. Que por eso la quiere Bogota. Que eso, con ella o con los otros, es lo que quiere la gente. Y que quien acuse de extremista y radical a alguien como ella, no resulta convincente. Ya sea la ultraderecha uribista, un Pacho Santos tramontano. Gente, por cierto, que ya no tiene nada que ofrecer. Al menos, nada que mejore nuestras vidas.

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