Columnistas
Contraofensiva derechista en Sudamérica
Por Roberto Follari
La derecha ha seguido los últimos años perdiendo elecciones en Sudamérica: primero Venezuela, después Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay. Pero si bien en algunos sitios ha perdido por lejos (Bolivia) y en otros por claro margen (Chile, Uruguay), en otros países la disputa fue dura, y los gobiernos progresistas ganaron por diferencias menores: es el caso de Venezuela y Brasil. Como casos problemáticos se agregan Ecuador y Argentina, el segundo porque la Presidenta no puede reelegirse y podría diluirse la dirección ideológica de su movimiento en este año electoral, Ecuador porque la última elección fue victoria del oficialismo, pero en medida mucho menor que ocasiones anteriores.
Por Roberto Follari
La derecha ha seguido los últimos años perdiendo elecciones en Sudamérica: primero Venezuela, después Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay. Pero si bien en algunos sitios ha perdido por lejos (Bolivia) y en otros por claro margen (Chile, Uruguay), en otros países la disputa fue dura, y los gobiernos progresistas ganaron por diferencias menores: es el caso de Venezuela y Brasil. Como casos problemáticos se agregan Ecuador y Argentina, el segundo porque la Presidenta no puede reelegirse y podría diluirse la dirección ideológica de su movimiento en este año electoral, Ecuador porque la última elección fue victoria del oficialismo, pero en medida mucho menor que ocasiones anteriores.
No habiendo recuperado la hegemonía electoral, la derecha se ha lanzado a una fuerte tarea de desestabilización. No es que ella no haya existido anteriormente, pero solo ahora consigue cierta eficacia parcial de conjunto, con base en algunas circunstancias que favorecen las estrategias de ‘golpe blando’ que tienden a desplazar lisa y llanamente a los gobiernos populares, a la vez que juegan también a desgastarlos para que pierdan las próximas elecciones.
Así vemos al Partido Judicial de la Argentina, una grotesca máquina de inventar causas permanentes contra miembros del Ejecutivo, al punto que encontrar algún funcionario gubernamental no acusado judicialmente será pronto tarea detectivesca y difícil. Así se juega al desprestigio del Gobierno, a acosarlo y obstaculizar su funcionamiento cotidiano (que, por cierto, sigue siendo enormemente activo y eficiente). En Ecuador, vemos un filme más repetido que los de la serie Rocky: capítulo 48 -por dar un número cualquiera- de las apelaciones a la libertad de expresión, por parte de quienes confunden libertad de expresión con exclusiva libertad de prensa, y libertad de prensa con libertad para los dueños de la prensa.
En Venezuela, tras los sangrientos episodios de hace un año donde existieron hasta francotiradores al servicio del golpismo, ahora se aprovechan algunos desaciertos económicos del Gobierno para agitar con el desabastecimiento y la agitación opositora, a menudo estrechamente ligada a apoyos desde Estados Unidos. En Brasil, la existencia cierta de inaceptables negociados desde Petrobras -en la que no solo miembros del PT han estado incursos- está siendo usada para licuar el poder de la Presidenta e intentar restaurar políticas privatizadoras, incluso respecto de la misma empresa Petrobras.
Se nota el ‘abrazo del oso’, la presión hecha desde fuerzas locales, pero con pinzas, desde los poderes y anuencias del Norte, contra los procesos políticos que han mejorado en las dos últimas décadas las condiciones de vida en nuestro subcontinente. Solamente la movilización, astucia y templanza de los sectores sociales populares y de sus liderazgos pueden ayudar a pasar estos mares procelosos. La quietud y la simple espera de que pase el chapuzón de nada sirven frente a una derecha organizada y lanzada a la ofensiva: es necesario redoblar esfuerzos para parar su avance, y evitar el retorno al hambre y dependencia generalizadas de hace unos lustros atrás.
El Telégrafo, Ecuador.