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¿Cuál falso dilema? Es la paz en Colombia – No más guerra

Por Celio Nieves Herrera  

La guerra en Colombia no solo ha sido un instrumento de dominación y sometimiento, mediante la amenaza permanente, la zozobra, el desplazamiento, la desaparición forzada, la tortura y la muerte; sino también, la danza de los billones transformados en armas y acciones de guerra que han crecido por décadas, dejando una estela de muertos y privando al Estado de los recursos necesarios para resolver los problemas en los sectores más pobres de la población colombiana, donde se cuentan por millones las víctimas de un conflicto que algunos, ¡oh paradoja!, quieren eternizar.

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Por Celio Nieves Herrera  

La guerra en Colombia no solo ha sido un instrumento de dominación y sometimiento, mediante la amenaza permanente, la zozobra, el desplazamiento, la desaparición forzada, la tortura y la muerte; sino también, la danza de los billones transformados en armas y acciones de guerra que han crecido por décadas, dejando una estela de muertos y privando al Estado de los recursos necesarios para resolver los problemas en los sectores más pobres de la población colombiana, donde se cuentan por millones las víctimas de un conflicto que algunos, ¡oh paradoja!, quieren eternizar.

Los ideólogos o jefes civiles de esta guerra fratricida claman por otros añitos de guerra. Consideran la paz como un ambiente hostil para su permanencia en el poder y sus negocios. No quieren privarse del actual estado de cosas que les ha permitido, bajo la excusa de atacar a la insurgencia, perseguir y asesinar a líderes populares contrarios a la guerra, a sindicalistas civilistas y a defensores de los derechos humanos; entre ellos, a más de mil maestros colombianos que según la FECODE, han sido arrancados de sus hogares y escuelas para luego asesinarles o nunca más tener noticias de ellos.

La estrategia de someter la guerrilla por las armas ha fracasado y sus resultados hablan por ella: más de 80.000 desaparecidos según Medicina legal; Colombia “campeona del mundo” con casi siete millones de desplazados según informes recientes de la ACNUR superando inclusive a Siria e Irak; el despojo de tierras; cantidades innombrables de muertos en combate; falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales; una justicia amenazada; existencia de grupos paramilitares; las bacrím y toda una horda de refugiados políticos que hoy andan por el mundo, lejos de su familia y entorno, huyendo de los grupos irregulares.

La paz es inaplazable, hoy liderada por el presidente Santos, cambió de idea y prometió dedicar este cuatrienio a terminar la guerra; le creímos; votamos por él y le seguiremos acompañando para poner fin a esta masacre. No aprobamos su política económica, sus “locomotoras”, la venta de nuestras materias primas; los pírricos niveles de inversión social de su gobierno; ni el quite que le hace al preescolar de tres grados suplantándolo por el embeleco de “cero a siempre”; ni el truco de magia barata del “ser pilo paga” que se burla de las aspiraciones del 99% de los bachilleres para acceder a la educación superior. También rechazamos su política de desconocimiento a los derechos de los trabajadores, los de las poblaciones vulnerables y demás ciudadanos colombianos. No compartimos su política privatizadora cuyo mayor exponente es la venta de ISAGEN.

A pesar de nuestros desacuerdos políticos y programáticos, que siempre hemos hecho públicos desde el Polo Democrático Alternativo, PDA, compartimos con entusiasmo, la decisión irreversible del gobierno colombiano y la mayoría parlamentaria, de finiquitar los acuerdos con las FARC y avanzar en las negociaciones con el ELN; al tiempo que exigimos un combate frontal a las organizaciones criminales y sus aliados.

La firma inminente de un acuerdo con las FARC nos llama a pensar en el posconflicto que no es sinónimo de paz, sino una etapa previa en el camino para alcanzarla. Por lustros, dadas las altas inversiones que reclama la guerra, se ha detenido la inversión social y obviado la solución a los problemas mayores de la población colombiana, en materia de derechos a la educación, la salud, el empleo y la movilidad, entre otros.

Impulsaremos la refrendación popular de los acuerdos y seremos vehementes y pacíficos contradictores de quienes reclaman más guerra, más armas, confrontación, pobreza y exclusión. Participaremos activamente en el diagnóstico y diseño de políticas públicas para responder a las nuevas prioridades sociales que surgen en Colombia con la atenuación del conflicto armado.

Hoy en Colombia estamos librando una batalla para que los colombianos refrenden con su voto los acuerdos de paz. Derrotaremos a quienes luchan de manera enconada para eternizar el conflicto armado y seguir apropiándose del presupuesto nacional mediante los dividendos que proporciona el mercado de las armas, las acciones de guerra y el desprecio por la vida y los derechos de nuestros soldados y de los colombianos más pobres.

Recordemos las sabias palabras del expresidente de Costa Rica, Oscar Arias, testigo de excepción de los procesos de negociación y fin de la guerra centroamericana, al referirse, en 2012, al proceso colombiano: “Se requiere hidalguía y sentido de responsabilidad histórica. Lo que nos enseñan procesos como el de Irlanda del Norte, como el de Suráfrica, como el de Centroamérica, es que la paz no es la obra de héroes ni titanes, sino de hombres y mujeres imperfectos, luchando en tiempos difíciles, por un resultado incierto…” Independientemente de la opinión que cualquiera pueda albergar sobre las FARC o sobre el conflicto que durante décadas ha atormentado al pueblo colombiano, lo cierto es que la noticia de una negociación merece más que interés o aquiescencia: merece fe y esperanza, apoyo y colaboración”.

Eso somos y esa es nuestra actitud. Llamamos a los ciudadanos a seguir en pie de lucha por la paz, convencidos de que muy pronto estaremos construyendo la Colombia de nuestros sueños: venceremos.

http://www.celionievesherrera.org

@CONCEJALCELIO

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