Columnistas
Ecos de la Inquisición
Por Cristina de la Torre
Cruz en mano, desfilaron de nuevo los ejércitos de la falsa moral cristiana. Redivivos en la última década, esta semana se anotaron una victoria resonante contra el Enemigo Malo: el derecho pleno de los homosexuales a la igualdad. La Corte Constitucional obedeció en buena medida a los heraldos del dogma bíblico, que se creía ya olvidado en los tribunales de la Inquisición.
Por Cristina de la Torre
Cruz en mano, desfilaron de nuevo los ejércitos de la falsa moral cristiana. Redivivos en la última década, esta semana se anotaron una victoria resonante contra el Enemigo Malo: el derecho pleno de los homosexuales a la igualdad. La Corte Constitucional obedeció en buena medida a los heraldos del dogma bíblico, que se creía ya olvidado en los tribunales de la Inquisición.
Quedó claro: no podrán las parejas del mismo sexo adoptar niños, aunque miles de ellos ansíen un hogar en este país de huérfanos. Pero obispos, pastores, “científicos” del Opus Dei, el procurador, la dueña de un periódico de confesión católica, damas rosadas aleladas lo mismo en la camándula que en la motosierra, todos los nostálgicos del Medioevo participaron exultantes en la parada. Y acogieron la propuesta de la senadora Vivian Morales de aplastar en referendo aquel derecho, no sólo para los gays sino, además, para las madres solteras. Es decir, para la mayoría de nuestras mujeres, esforzadas cabezas de hogar que no responden al fracasado modelo de familia “óptima” que la congresista exalta: la familia patriarcal, montada sobre la autoridad sin apelación del varón, la humillación de la mujer y el tormento de los hijos.
Héroe de este fundamentalismo que moraliza de dientes para afuera, el procurador Ordóñez denuncia trémulo la existencia de una supuesta elite que buscaría “acabar con la concepción de familia”. ¿De cuál familia? Porque la variedad es grande. Dedúzcase, para empezar, del Mapa Mundial de la Familia 2014, según el cual en Colombia el 84% de los nacimientos se adjudica a mujeres no casadas; y apenas la quinta parte de las parejas adultas vive en matrimonio. Mas, para Ordóñez y Morales, todo cuanto de allí resulte –espoleado por la guerra y sus siete millones de víctimas dispersas- serían familias parias. Indignas. El tal referendo apareja involución mayúscula, pues criminaliza a la mayoría de familias colombianas, ajenas al arquetipo de papá y mamá. Y anula el derecho existente de personas solteras a adoptar.
Dizque apoyada en la ciencia, predicó la Universidad de La Sabana que la homosexualidad es una enfermedad. Que, en consecuencia, han de negárseles niños en adopción a parejas gay. Prejuicio antiquísimo que desconoce las conclusiones de la Organización Mundial de la Salud, según la cual “no hay evidencia empírica y científica que apoye aquella patología”. A no ser que la universidad del Opus Dei entienda por ciencia la comparación estadística de peras con manzanas, como vino a descubrirse en un debate de Hora 20. O la escolástica de Santo Tomás, que hace convivir a la brava la lógica de Aristóteles con versículos del libro sagrado. O algún experimento misterioso de los que el Vaticano acomete para probar “científicamente” que algún milagro obró el candidato de turno a santo. Tal como sucedió con Juan Pablo II, cuya sola invocación dizque le devolvió la salud a una religiosa desahuciada.
Si ya la ciencia, tan engolada en la superioridad que se atribuye a sí misma, es la religión de la modernidad, la esotérica postura de La Sabana linda con la estafa. Como lo asevera Ana Cristina Restrepo: la defensa de un dogma disfrazada de ciencia. Dicen los que saben que toda disciplina oculta intereses y lleva la impronta del poder. Aquí, el oscurantismo que salió premiado le atribuirá base científica al fallo de la Corte. Con ese ropaje hará valer la Iglesia Católica su poder sobre la vida pública y la moral privada de los colombianos. Las iglesias cristianas le sacarán más jugo a su estrategia política, un fiel, un voto. Ordóñez consolidará su aspiración a la Presidencia de la República. Y todos a una, se acercarán al puerto de sus sueños: reemplazar el Estado laico por una teocracia.