Columnistas
El cambalache por Isagén
Por José Roberto Acosta
Los $6,5 billones recibidos por Isagén no serán invertidos en carreteras sino arriesgados en un banco, en el que mandarán extranjeros y del que sólo se beneficiaran máximo 32 multimillonarios concesionarios.
Si no se embolatan por el camino, los dineros llegarán al Fondes, un fondo parafiscal que capitalizará a la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN), pero no comprándole acciones, como es lo normal, sino comprándole unos “bonos híbridos”. Qué tal el descreste.
Por José Roberto Acosta
Los $6,5 billones recibidos por Isagén no serán invertidos en carreteras sino arriesgados en un banco, en el que mandarán extranjeros y del que sólo se beneficiaran máximo 32 multimillonarios concesionarios.
Si no se embolatan por el camino, los dineros llegarán al Fondes, un fondo parafiscal que capitalizará a la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN), pero no comprándole acciones, como es lo normal, sino comprándole unos “bonos híbridos”. Qué tal el descreste.
Lo anterior es para que el actual 33% de participación en esta entidad que tienen la Corporación Financiera Internacional (Banco Mundial), la Corporación Andina de Fomento y el Banco Sumitomo Mitsui de Japón no se vea disminuido, pues ellos no piensan arriesgar ni un centavo adicional a lo poco invertido por cada uno.
Entonces, aunque son recursos públicos los que multiplicarán el patrimonio de la FDN desde los actuales $600.000 millones a $4 billones, la participación accionaria de la Nación se mantendrá en el mismo 67%. En este “negocio” los colombianos ponen el dinero, pero deben comer callados pues, además, los socios internacionales pueden vetar las decisiones de los colombianos en la junta directiva, dizque por aquello de la “independencia” en las decisiones (¿o por aquello de que los colombianos son unos cafres?).
Con el nuevo patrimonio, la FDN podrá endeudarse hasta por $30 billones, es decir, dos veces el presupuesto anual de Bogotá, para seguidamente ser entregados en créditos a los concesionarios privados para que estos puedan adelantar las obras, pero disfrazando hábilmente, mediante préstamos con dineros públicos, lo que se llamó anticipos en la época de los Nule, durante el carrusel de la contratación. Con el agravante de que si los concesionarios se “quiebran” será culpa de los mercados y no de la corrupción, pues la responsabilidad de cada concesionario será limitada.
En definitiva, cambiamos Isagén por una inversión en un banco en el que no tenemos control de decisión, es altamente riesgoso y se concentrará en créditos que sólo beneficiarán a treinta personas. Y por si fuera poco, el ministro Cárdenas propone para vigilar el proceso una comisión con exministros de Hacienda, todos ellos defensores de la venta de Isagén y los mismos que nos tienen en el actual atraso de infraestructura. Siglo XXI: “Cambalache problemático y febril”.
@jrobertoacosta1
El Espectador, Bogotá.