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El enfoque territorial de la paz

Por Horacio Duque  

La construcción de la paz requiere un nuevo enfoque de la organización de territorio en función de la equidad, la participación y la democracia ampliada. El territorio está muy de moda en estos días a propósito de los procesos de paz que se adelantan con las Farc y el ELN.

El Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, acude con frecuencia al enfoque territorial de la paz para proponer un tratamiento local, municipal, departamental y regional de la paz. Para sugerir enfoques espaciales no convencionales en la construcción de la paz, como por ejemplo organizar juzgados rurales (http://bit.ly/1TqfWqv).

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Por Horacio Duque  

La construcción de la paz requiere un nuevo enfoque de la organización de territorio en función de la equidad, la participación y la democracia ampliada. El territorio está muy de moda en estos días a propósito de los procesos de paz que se adelantan con las Farc y el ELN.

El Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, acude con frecuencia al enfoque territorial de la paz para proponer un tratamiento local, municipal, departamental y regional de la paz. Para sugerir enfoques espaciales no convencionales en la construcción de la paz, como por ejemplo organizar juzgados rurales (http://bit.ly/1TqfWqv).

Por su parte, las Farc, han planteado la creación de unos Territorios Especiales de Paz/Terrepaz, como esquema de ordenamiento territorial alternativo que permitan profundizar el proceso de paz, especialmente en las áreas rurales (http://bit.ly/1r8zsyy).

Pero aún no hay muchos elementos analíticos al respecto, existe carencia de ellos en el debate público, especialmente regional y local.

Conviene señalar que categorías geográficas como el enfoque territorial de la paz deben contemplar concepciones de espacio/territorio que reconocen lugar, posición, ubicación etc. como creados, como producidos, de acuerdo con la visión de Oslender, a quien acudimos en la presente reflexión (http://bit.ly/1qIutEg).

Es más. No se trata solamente de reconocer la forma construida de dichos conceptos sino de mostrar cómo han sido construidos y bajo qué estructuras políticas y relaciones de poder/saber.

Sobre el espacio/territorio, Lefebvre sugiere:

El espacio no es un objeto científico separado de la ideología o de la política; siempre ha sido político y estratégico. Si el espacio tiene apariencia de neutralidad e indiferencia frente a sus contenidos, y por eso parece ser puramente formal y el epítome de una abstracción racional, es precisamente porque ya ha sido ocupado y usado, y ya ha sido el foco de procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el paisaje. El espacio ha sido formado y modelado por elementos históricos y naturales; pero esto ha sido un proceso político. El espacio es político e ideológico. Es un producto lleno de ideologías (http://bit.ly/1YIKWDw).

Si además podemos considerar lo político como la dimensión del antagonismo que es inherente a todas las sociedades humanas, resulta que hay conflictos en el uso del espacio (http://bit.ly/1U0AtEr). O, en otras palabras, el espacio es un sitio de constante interacción y lucha entre dominación y resistencia. Estas luchas están frecuentemente articuladas por movimientos sociales, que han sido identificados como espacios privilegiados para estudiar los procesos de mediación en el campo de construcción de democracias.

En el caso de movimientos sociales agrarios, indígenas y afros, que se movilizan alrededor de la defensa de sus territorialidades, por ejemplo, es el espacio material y físico el que está al centro de sus actividades. Sin embargo, su lucha por la tierra es al mismo tiempo una lucha por el espacio y sus interpretaciones y representaciones.

Para el movimiento social de comunidades agrarias que se definen como organizaciones territoriales, la lucha por el territorio está explícitamente vinculada a una re-interpretación del espacio y su significado para los actores locales.

Lefebvre identifica tres “momentos” interconectados en la producción del espacio: 1) prácticas espaciales; 2) representaciones del espacio; y 3) espacios de representación (http://bit.ly/1YIKWDw).

Las practicas espaciales.

Las prácticas espaciales se refieren a las formas en que nosotros generamos, utilizamos y percibimos el espacio. Por un lado se efectúan procesos de adecuación y burocratización de la vida cotidiana, un fenómeno sintomático y constitutivo de la modernidad con que se ha colonizado un antiguo e históricamente sedimentado “espacio concreto”, argumento presentado también por Habermas (http://bit.ly/22XEZnd) que refiere a estos procesos como “colonización del mundo-vida”. Por el otro lado estas prácticas espaciales están asociadas con las experiencias de la vida cotidiana y las memorias colectivas de formas de vida diferentes, más personales e íntimas.

Las representaciones del espacio.

Las representaciones del espacio se refieren a los espacios concebidos y derivados de una lógica particular y de saberes técnicos y racionales, un espacio conceptualizado, el espacio de científicos, urbanistas, tecnócratas e ingenieros sociales. Estos saberes están vinculados con las instituciones del poder dominante y con las representaciones normalizadas generadas por una “lógica de visualización” hegemónica. Están representados como “espacios legibles”, como por ejemplo en mapas, estadísticas, etc. Producen visiones y representaciones normalizadas presentes en las estructuras estatales, en la economía, y en la sociedad civil. Esta legibilidad produce efectivamente una simplificación del espacio, como si se tratara de una superficie transparente. De esta manera se produce una visión particular normalizada que ignora luchas, ambigüedades, y otras formas de ver, percibir e imaginar el mundo. Eso no quiere decir que estas relaciones son necesarias. De hecho, existen múltiples formas de desafíos y re-apropiaciones del espacio por los actores sociales. Sin embargo, lo que hace esta conceptualización de representaciones de espacio muy importante hoy en día, es la importancia creciente de formas dominantes de esta lógica de visualización y las relaciones de poder/saber que la reproducen y son reproducidas por ella. El uso creciente de las tecnologías de información y de las nuevas formas de modelar dinámicamente la vida social, como por ejemplo en los sistemas de información geográfica (SIG), son otro indicador de la dominación creciente de representaciones del espacio. Su efecto es uno de abstracción y descorporizacion del espacio, siempre apoyado por argumentos científicos y recursos a una “verdadera” representación. Así ha surgido un “espacio abstracto” en que cosas, eventos y situaciones están sustituidos por siempre por representaciones.

Sin embargo, en vez de constituir un espacio homogéneo y cerrado, el espacio abstracto mismo es un sitio de lucha y resistencia en cuyo terreno se articulan las contradicciones socio-políticas. Dice Lefebvre que estas contradicciones resultarán finalmente en un espacio nuevo, un “espacio diferenciado”, pues en la medida que el espacio abstracto tiende hacia la homogeneización, hacia la eliminación de diferencias o peculiaridades existentes, un nuevo espacio solamente puede nacer si acentúa diferencias (http://bit.ly/1YIKWDw). Se puede argumentar que esto es precisamente lo que estamos viendo hoy en día, una proliferación de espacios diferenciados como resultado de las contradicciones del espacio abstracto. Las políticas de identidad que movilizan alrededor de asuntos de clase, raza, etnicidad, género, sexualidad, etc. han conducido a una acentuación de diferencias y peculiaridades articuladas en múltiples resistencias y desafíos a representaciones dominantes de espacio. Así que las contradicciones del espacio abstracto conducen a una búsqueda por un contra-espacio, un espacio diferenciado, articulado en las multiplicidades de resistencias como una política concreta del espacio.

Los espacios de representación.

Lefebvre sitúa estas resistencias en los espacios de representación. Estos son los espacios vividos que representan formas de conocimientos locales y menos formales; son dinámicos, simbólicos, y saturados con significados, construidos y modificados en el transcurso del tiempo por los actores sociales. Estas construcciones están arraigadas en experiencia y constituyen un repertorio de articulaciones caracterizadas por su flexibilidad y su capacidad de adaptación sin ser arbitrarias.

Los espacios de representación no necesitan obedecer a reglas de consistencia o cohesión. Llenos de elementos imaginarios y simbólicos, tienen su origen en la historia – en la historia del pueblo y en la historia de cada individuo que pertenece a este pueblo (http://bit.ly/1YIKWDw).

Estos espacios de representación no son ni homogéneos ni autónomos. Se desarrollan constantemente en una relación dialéctica con las representaciones dominantes del espacio que intervienen, penetran y tienden a colonizar el mundo-vida del espacio de representación. El espacio de representación es entonces también el espacio dominado, lo cual la imaginación busca apropiar. Es a la vez sujeto de dominación y fuente de resistencia, el escenario entonces de las relaciones entre dominación y resistencia; pues así como dominación no puede existir sin resistencia, resistencia necesita la dominación para poder actuar y adquirir sentido.

Evidentemente los tres momentos identificados por Lefebvre en la producción del espacio necesitan ser considerados como interconectados e interdependientes. Existe una relación dialéctica entre lo percibido, lo concebido y lo vivido que no pueden ser considerados como elementos independientes.

Interesa, en tal perspectiva, analizar los mecanismos concretos por medio de los cuales se busca integrar la las zonas agrarias marginales a la modernidad del país. Lo que sugiere la identificación de una etnografía de las prácticas de aquellos actores sociales que representan la avanzada de la modernidad en la periferia agraria: planificadores del desarrollo, capitalistas, biólogos y ecólogos, expertos de todo tipo y, finalmente, activistas de los movimientos sociales, como agentes de posibles modernidades alternativas.

Estas posibles modernidades alternativas serían el producto de la búsqueda por un contra-espacio, resultado de la relación dialéctica entre representaciones del espacio y espacios de representación, en que los movimientos sociales tratan de articular las necesidades del mundo-vida frente a representaciones dominantes de su espacio. Y estas modernidades alternativas necesitan ser pensadas desde un lugar específico al cual y a cuya gente se refiere constantemente y desde el cual se organiza la movilización en defensa del lugar.

La organización política requiere organización de lugar. Al mismo tiempo, lugar es más que la simple vida cotidiana vivida. Es el “momento” en que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta coherencia estructurada.

Para desentramar el concepto de lugar/territorio al nivel teórico, hay que recurrir a Agnew (http://bit.ly/1VujTOo) que pone énfasis en las calidades objetivas y subjetivas de lugar sin caer en un subjetivismo arbitrario.

El concepto de lugar/territorio de Agnew se constituye de tres elementos: 1) localidad, 2) ubicación, y 3) sentido de lugar.

Localidad.

En lo más general, localidad refiere a los marcos formales e informales dentro de cuales están constituidas las interacciones sociales cotidianas. Localidad se refiere no sólo a los escenarios físicos dentro de los que ocurre la interacción social, sino implica también que estos escenarios y contextos están concretamente utilizados de manera rutinaria por los actores sociales en sus interacciones y comunicaciones cotidianas. De esta manera se dejan identificar ciertas localidades como escenarios físicos asociados con las interacciones típicas los cuales componen las colectividades como sistemas sociales.

Ubicación.

Ubicación se puede definir como el espacio geográfico concreto que incluye la localidad que está afectada por procesos económicos y políticos que operan a escalas más amplias en lo regional, lo nacional y lo global. Ubicación hace énfasis al impacto de un orden macro-económico y político en una región, y en las formas en que ella está situada, por ejemplo, dentro de un proceso del desarrollo desigual al nivel global.

El sentido de lugar.

El tercer elemento en el concepto de lugar es el sentido de lugar, o la estructura de sentimiento local. Trata de expresar la orientación subjetiva que se deriva del vivir en un lugar particular, frente al que individuos y comunidades desarrollan profundos sentimientos de apego a través de sus experiencias y memorias. El concepto de sentido de lugar ha sido central en la geografía humanística y propuestas fenomenológicas que han resaltado la naturaleza dialógica de la relación de la gente con un lugar y las formas poéticas en que la gente construye a espacio, lugar y tiempo. El sentido de lugar expresa entonces el sentido de pertenencia a lugares particulares e inserta una fuerte orientación subjetiva al concepto de lugar mismo.

Sin embargo, sería equivocado ver a los tres componentes de lugar como separados. Más bien actúan como momentos fluidos cuyas interacciones se influencian y forman entre sí.

De esta manera prácticas espaciales; representaciones del espacio; espacios de representación; localidad; ubicación; y sentido de lugar son elementos centrales en una redefinición territorial asociada a la construcción de la paz con justicia social.

Es inadmisible que la clase politiquera regional y local vinculada a la gran propiedad latifundaria y hacendística termine, como ocurrió con la Constitución de 1991 bloqueando una reforma del territorio con sentido democrático y progresista.

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