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La charlatanería en la economía

Por Mario Alejandro Valencia   

Una corriente que va entre la superstición y el ocultismo ha tenido algún éxito en desviar la atención de los problemas estructurales que impiden mejorar la calidad de vida.

Mientras el estudio de la economía no se aborde científicamente, los problemas de la sociedad estarán condenados a su repetición y profundización. Su enseñanza rigurosa conlleva a aumentar la capacidad de comprensión de la ciudadanía sobre por qué no se obtienen ingresos suficientes para satisfacer las necesidades.

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Por Mario Alejandro Valencia   

Una corriente que va entre la superstición y el ocultismo ha tenido algún éxito en desviar la atención de los problemas estructurales que impiden mejorar la calidad de vida.

Mientras el estudio de la economía no se aborde científicamente, los problemas de la sociedad estarán condenados a su repetición y profundización. Su enseñanza rigurosa conlleva a aumentar la capacidad de comprensión de la ciudadanía sobre por qué no se obtienen ingresos suficientes para satisfacer las necesidades.

Pero en las últimas décadas, una corriente que transita entre la superstición, el ocultismo y la astrología ha tenido relativo éxito en desviar deliberadamente la atención de los problemas estructurales que impiden mejorar la calidad de vida. El destacado antropólogo Marvin Harris la describió como una búsqueda por el predominio de “las capacidades no intelectivas”. Según esto, el origen de la pobreza y el atraso tecnológico estaría en el estado de ánimo y la decisión individual, al tiempo que la solución consistiría en discursos de superación personal, con halos de cientificidad para ocultar su inutilidad. Es el triunfo del engaño para satisfacer intereses particulares, condenando a una nación a “que no participe en el progreso de la tecnología”, como dice Harris.

El economista turco Dani Rodrik ha criticado la enseñanza de la economía “por no equipar adecuadamente a los estudiantes para el diagnóstico empírico que dicha disciplina requiere” y porque los modelos matemáticos pasan por alto “el comportamiento en el mundo real”. En efecto, aunque la economía no tiene el mismo grado de precisión que las ciencias naturales, su estudio sí debe ser regido por el método científico y el criterio de la búsqueda de la verdad. De lo contrario quedaría relegada a un cúmulo de interpretaciones subjetivas en donde cualquier opinión es igual de válida. Así, por ejemplo, son tan respetables las posiciones de quienes defienden el dogma del libre comercio y los TLC o la de quienes han demostrado en la práctica su fracaso.

Lo cierto es que existe una desconexión entre el método de estudio minucioso que permite establecer la verdad sobre las causas que provocan la creación de riqueza en una nación y el arte de tomar decisiones políticas para materializarla.

El próximo 25 de octubre los ciudadanos podrán escoger una opción política que evite el triunfo de los embaucadores. Uno de ellos presagió que ‘dos buses pegados’ ayudarían a la movilidad, pero la evidencia probó lo que Manuel Sarmiento denomina como “el fracaso del modelo transmilenio”. Es —por demás— una oportunidad para tomar decisiones sobre el futuro de la economía con criterios científicos.

@mariovalencia01

Las 2 Orillas, Bogotá.

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