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Las nubes

Por Emilio Sardi  

Luce como si el reciente titular que nos informaba que “El dólar sigue por las nubes” debiera cambiarse a “El dólar va para las nubes”. Porque el hecho es que nadie sabe a dónde irá a parar la tasa de cambio en los próximos meses, pero no es presumible que deje de subir.

A pesar de la necesidad de objetividad, la mayoría de los ‘analistas’ y ‘expertos’ que iluminan a los colombianos con sus pronósticos económicos parecieran basar sus estimados en factores ajenos al país, y les asignan una trascendencia que no tienen para nosotros a eventos que van desde un aumento de un cuarto de un uno por ciento en la tasa de interés en EE.UU. hasta la crisis griega.

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Por Emilio Sardi  

Luce como si el reciente titular que nos informaba que “El dólar sigue por las nubes” debiera cambiarse a “El dólar va para las nubes”. Porque el hecho es que nadie sabe a dónde irá a parar la tasa de cambio en los próximos meses, pero no es presumible que deje de subir.

A pesar de la necesidad de objetividad, la mayoría de los ‘analistas’ y ‘expertos’ que iluminan a los colombianos con sus pronósticos económicos parecieran basar sus estimados en factores ajenos al país, y les asignan una trascendencia que no tienen para nosotros a eventos que van desde un aumento de un cuarto de un uno por ciento en la tasa de interés en EE.UU. hasta la crisis griega.

Por eso, hace apenas seis meses el Ministro de Hacienda hablaba de una tasa promedio para el año de $2.300. ¡Si lo que debemos hacer es mirar a nuestra propia realidad!

Nuestra realidad es que lo que está sucediendo con la tasa de cambio nace de una balanza comercial estructuralmente deficitaria. Por veinte años, los fundamentalistas de la apertura delirante nos han llevado a parecernos cada vez más a Venezuela, con una dependencia gigantesca de nuestras exportaciones de hidrocarburos y minerales y un ataque sistemático contra nuestro sector productivo. Ya en 2014, nuestro déficit comercial, sin incluir las exportaciones minero-energéticas, fue US$38,7 mil millones. Y lo que es peor, incluyéndolas y con un precio promedio del petróleo cercano a US$100 por barril, tuvimos un déficit de la balanza comercial, récord, de US$6.293 millones.

Con la caída de los precios del petróleo, el déficit de nuestra balanza comercial, que se estaba tornando inmanejable, se desbocó. En los primeros cuatro meses del año, nuestro déficit comercial ya asciende a US$5.060 millones, y se multiplicará en el año. Para un país que ha entregado la soberanía del manejo de su comercio exterior a través de una telaraña de los TLC mal concebidos y mal pactados, un déficit comercial de esta magnitud no tiene un resultado distinto a una fuerte devaluación.

Nuestra balanza comercial deberá equilibrarse a través de una disminución en nuestras importaciones y un aumento en nuestras exportaciones, y la devaluación le restituirá competitividad al sector productivo nacional, por tantos años asediado por un peso sobrevaluado, tanto en los mercados externos como en el interno. Exportar no es fácil y Colombia poco ha exportado que no sea lo que Dios le dio: petróleo, minerales y uno que otro producto agrícola (café y banano, tradicionalmente). Por eso, es en el mercado local, reduciendo importaciones, como se le devolverá el equilibrio a la balanza comercial. Hasta dónde llegue la tasa de cambio dependerá en buena medida de la velocidad con que se reduzcan las importaciones, pero con seguridad no será los $2.300 de nuestro despistado Ministro de Hacienda y probablemente quedará en un nivel superior al actual.

Como sea, el dólar ‘por las nubes’ y el petróleo barato le han dado a Colombia la oportunidad de bajarse, ahí sí, de su nube y revisar un modelo económico que la llevó a dilapidar una bonanza petrolera como la que tuvo en destruir su sector productivo. Debemos convertirnos en una economía productiva diversificada, con actividad industrial, agrícola y de servicios, sólida, sostenible, que permita innovación, desarrollo humano y más equidad, en vez de ser, como hoy, un país abierto a hacer todo lo que los extranjeros quieran.

El País, Cali.

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