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Macartismo: las cosas por su nombre

Por Nora Merlin  

El kirchnerismo produjo en Argentina la vuelta de la política y la restitución del Estado en su función de amparo y bienestar. Entre las consecuencias de ese período encontramos una construcción populista y una nueva identidad, en las que se puso en juego una cultura militante impregnada de afectos políticos junto con un deseo de comunidad. 

El Estado en su función de protección generó sentimientos de amparo y solidaridad que dieron lugar a nuevas posibilidades de experimentación en la relación con el mundo y con los otros, produciendo una modalidad inédita del lazo social.

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Por Nora Merlin  

El kirchnerismo produjo en Argentina la vuelta de la política y la restitución del Estado en su función de amparo y bienestar. Entre las consecuencias de ese período encontramos una construcción populista y una nueva identidad, en las que se puso en juego una cultura militante impregnada de afectos políticos junto con un deseo de comunidad. 

El Estado en su función de protección generó sentimientos de amparo y solidaridad que dieron lugar a nuevas posibilidades de experimentación en la relación con el mundo y con los otros, produciendo una modalidad inédita del lazo social.

El kirchnerismo devolvió al imaginario popular algunas palabras que estaban en desuso, tales como política, soberanía, militancia, patria. Surgieron nuevos afectos que se expresaron en la escena pública ‒la alegría, el entusiasmo, la solidaridad‒ y se inscribieron políticamente.

Se despertó un deseo colectivo que articuló razones, inteligencias libres y productivas, pasiones, que se relacionaron y produjeron comunidad. El pueblo restituyó su potencia de actuar, tomó su lugar como agente y sujeto político.

Como resultado de la construcción popular y de la emergencia de nuevos afectos políticos, surgió una cultura militante. Esta presenta como característica una acción social que tomó un sesgo colectivo con múltiples expresiones, modos de participación y nuevas formas de la amistad: las redes sociales, la solidaridad en los barrios, la articulación de arte, política y derechos humanos, la proliferación de centros culturales, etc. La nueva figura de la militancia, diferente de la épica de los 70, está atravesada por Eros, fundada en un nuevo paradigma que pone en juego una ética de la vida. No es sacrificial, inmolada, trágica ni heroica, y no comporta un predominio de la pulsión de muerte.

El cambio de gobierno suscitado a partir de las últimas elecciones nacionales, produjo un nuevo rumbo y un modelo de país orientado por una concepción neoliberal. El modus operandis neoliberal no es novedoso sino que se repite, el molde siempre es el mismo: intenta transformar el Estado en una empresa privada. La logística propia de cualquier empresa requiere la devaluación de la política, su escamoteo y reemplazo por la gestión, la administración y el marketing. Las utopías, la política y la historia se dan por finalizadas, forman parte de un ideario antiguo, pasado de moda, complicado y conflictivo; es un tiempo para ser posmoderno, pragmático y positivo. Si el Estado, con sus estructuras económicas y simbólicas, se transforma en una empresa, el mercado deviene en garante del poder económico-político.

El gobierno de  Cambiemos comenzó su gestión realizando una ola de despidos  bajo el argumento que se trata de militantes ñoquis. ¿Por qué plantean como una disyunción el trabajo y la militancia? ¿Cuál es la razón que explica que no se pueda trabajar y militar conjuntamente? Los brutales despidos que se producen actualmente en Argentina están siendo llevados a cabo mediante procesos irregulares y listas negras, constituyendo una verdadera caza de brujas contra militantes y el retorno de una política macartista de persecución ideológica. Lo no dicho es que la concepción neoliberal precisa imponer una gestión sin que haya militantes, voces del pueblo o democracia callejera demandando. Es necesario amordazar a los sujetos y hacer que se conviertan en engranajes de la gestión, meros objetos pasivos que cumplen órdenes y se someten al amo de turno (el capital financiero internacional y sus filiales locales).

El gobierno de Cambiemos está cometiendo un error fatal: la paz y disminución de la conflictividad social no se obtiene con despidos, censura, persecución a militantes o amenazas a los trabajadores, sino con una vida comunitaria, constituida por afectos activos y reconocimiento del otro. Sólo un tránsito común entre pueblo y gobierno puede causar un deseo de comunidad capaz de metabolizar las pasiones en afectos activos generadores de una práctica colectiva. El gobierno de Macri no conseguirá la mentada armonía suprimiendo la libertad con represión y cancelando el poder del cuerpo colectivo.

Todo indica que volvemos a una época en que ser joven, militar en política y querer hacer lo común entre todos, se torna peligroso

Tiempo Argentino, Buenos Aires.

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