Columnistas
‘Modern Family’
Por Florence Thomas
Los pocos niños adoptados por parejas del mismo sexo en Colombia viven una segunda oportunidad.
Bien es sabido que uno de los anillos más conservadores en un país son los abogados. Y el reciente fallo que profirió la Corte en relación con la adopción de parejas gays lo confirma una vez más.
Por Florence Thomas
Los pocos niños adoptados por parejas del mismo sexo en Colombia viven una segunda oportunidad.
Bien es sabido que uno de los anillos más conservadores en un país son los abogados. Y el reciente fallo que profirió la Corte en relación con la adopción de parejas gays lo confirma una vez más.
Cuando tenían a la academia (la verdadera, no la del Opus), a los expertos, al ICBF, a los Ministros de Gobierno y de Justicia y a los medios de su lado, la alta corporación recula, se muestra temerosa y vuelve al espíritu de los tiempos del Frente Nacional. Como lo sospeché, el país del Sagrado Corazón fue el consejero de tan equivocado concepto. Lo que no es muy diferente de lo que vemos hoy en el mundo. Las ideas religiosas se imponen a como dé lugar, incluso invocando argumentos que parecen civilistas.
Me interesa enfatizar algo y es esta profunda desconfianza de un país jurista ante las familias no tradicionales, esas que pondera tanto la senadora Vivianne Morales (y cuyo apoyo me arrepiento públicamente de haberle dado alguna vez). Porque se sabe que miles de niños y niñas con infancias muy parecidas al infierno viven con el modelo tradicional, es decir el de “papá y mamá”. Y les juro que los pocos niños que han sido adoptados por parejas del mismo sexo en Colombia, viven una segunda oportunidad sobre la tierra. Pero la Corte desprecia los hallazgos de la academia pensante relativa al concepto de familia. Desprecia la posibilidad que tienen miles de niñas y niños abandonados de ser adoptados por familias no tradicionales. Desprecia los sinceros deseos de regalar cariño de hombres y mujeres gays tan o más estables y cuerdos que muchos de los heterosexuales que conozco. Y yo me pregunto: ¿Sabrán esos magistrados que se opusieron a la adopción gay, en qué nación vivimos?
Por cierto, les recuerdo también que este país reverencia una serie norteamericana llamada Modern Family. De esta serie, parecería que los magistrados retardatarios se quedaron solamente con la actuación de Sofía Vergara. Pues bien, deberían observar con el mismo interés el inmenso amor con el que los dos personajes homosexuales educan a su hija adoptiva de origen vietnamita. Es cierto, estos dos hombres no se las saben todas. Pero ellos han entendido que el instinto materno hace tiempo fue reevaluado por muchas investigaciones y que pueden amar y educar probablemente de manera diferente, pero con la misma mística y el cuidado del otro. Esto es solo un ejemplo entre miles y miles de lo que la infancia colombiana perdió con el fallo.
Cómo extraño la Corte Constitucional de hace algunos años. Esta tan valiente que nos regaló el fallo C/355 que despenalizó parcialmente el aborto en Colombia. Y ya lo sé, estamos pagando la influencia del procurador Ordóñez, cuyos tentáculos maléficos han llegado a esta Corte. Me negué a creer que ese antiguo concejal de Santander podría tomarse la actual Corte Constitucional. Pues bien, lo hizo. Y de paso hundió ante la sociedad pensante una corporación que era modelo en América Latina.
Algunos dirán que no todo está perdido. Que por lo menos no se retrocedió en lo ya fallado en otras disposiciones sobre la cuestión gay. Estoy de acuerdo. Pero temo mucho lo que pueda venir.
El Tiempo, Bogotá.