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Columnistas

Otra mirada sobre Venezuela

Por Alberto Téllez I.  

A dos años de la muerte de Hugo Rafael Chávez Frías su legado de la Revolución Bolivariana sigue avanzando y reclama la solidaridad incondicional de todos los demócratas del mundo.

Simultáneamente con la guerra económica desatada por las derechas en Venezuela, los medios de comunicación que controlan la audiencia en Colombia, han agudizado su campaña de desprestigio contra el gobierno del país hermano, tratando de mostrarlo ante la opinión como un gobierno inepto, populista, que ha llevado a Venezuela a una crisis económica y humanitaria que suponen tan profunda como irreversible.

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Por Alberto Téllez I.  

A dos años de la muerte de Hugo Rafael Chávez Frías su legado de la Revolución Bolivariana sigue avanzando y reclama la solidaridad incondicional de todos los demócratas del mundo.

Simultáneamente con la guerra económica desatada por las derechas en Venezuela, los medios de comunicación que controlan la audiencia en Colombia, han agudizado su campaña de desprestigio contra el gobierno del país hermano, tratando de mostrarlo ante la opinión como un gobierno inepto, populista, que ha llevado a Venezuela a una crisis económica y humanitaria que suponen tan profunda como irreversible.

Buscan crearle el clima a una pretendida negociación entre el gobierno y la oposición, como si las diferencias entre esas dos posiciones fueran de forma o de manejo. ¿Piensan acaso que es posible conciliar el socialismo con el capitalismo salvaje? Ellos saben que eso no es posible y entonces se trata más bien, de una táctica para ponerle freno al proceso revolucionario, para oxigenar políticamente la derecha.

Hay que dejar claro que en Venezuela no hay un gobierno inepto, ni populista, lo que hay es una lucha de clases por el poder entre los poderosos de todo el mundo que buscan restituir el modelo del capitalismo salvaje y el pueblo que, en la construcción del socialismo, busca consolidar un modelo social soberano, democrático e igualitario. Para el imperio y la burguesía cualquier gobierno que se salga de los moldes de la globalización neoliberal es un mal gobierno, un gobierno inepto.

De entrada hay que dejar absolutamente claro que lo que afecte el proceso democrático y revolucionario de Venezuela, afecta todo el proceso democrático de américa latina, incluidas las luchas democráticas del pueblo colombiano.

El gobierno venezolano no es un gobierno populista, sino, un gobierno revolucionario. El populismo es una táctica del capitalismo, del capitalismo salvaje, para ocultar las contradicciones y las consecuencias de ese modelo sobre la mayoría de la sociedad. Es un instrumento para esconder con el asistencialismo la pobreza, la miseria, el hambre, el desempleo intrínsecos al modelo neoliberal. El populismo, el asistencialismo son propios y exclusivos del capitalismo. Cuando en un país triunfa un modelo de Estado alternativo al neoliberalismo, un modelo democrático, se adoptan medidas para restablecer el equilibrio social y esas medidas forman parte de la esencia del modelo de cambio, son parte de la construcción de la democracia y más, si esas medidas sociales pasan por procesos de democracia directa, de empoderamiento popular. En consecuencia, las políticas sociales de un régimen revolucionario tienen un contenido, una esencia, un efecto absolutamente diferente al asistencialismo y al populismo.

Los cambios revolucionarios contra el neoliberalismo en una etapa de globalización controlada por las grandes multinacionales y protegidas por un sistema global de guerra y de terror, liderado por los países imperiales y particularmente por los EE.UU., son cambios complicados, que se ven sometidos a muchas dificultades y obstáculos, porque se trata de desmontar un modelo articulado, como las piezas de un motor, por las inversiones y ganancias de las multinacionales en cada país. Los cambios revolucionarios se enfrentan abiertamente al poder político de los imperios, al modelo económico de la globalización del gran capital, a los intereses de las multinacionales en cada país y a los intereses económicos y políticos de de las burguesías criollas y de los Estados sumisos y lacayos constituidos por los imperios en cada sociedad neocolonial.

Por ello, no es fácil, es muy complejo y difícil poner en marcha y estabilizar económica, política, social y culturalmente los procesos revolucionarios.

Ante los trasformaciones revolucionarias, todas la fuerzas hostiles al cambio, lideradas por el imperio, convergen, se unen en el propósito de hacer fracasar el cambio revolucionario. Aquí cuentan todos los instrumentos susceptibles de aplicar dependiendo las condiciones y conveniencias de la contrarrevolución. La intervención militar abierta del imperio, las intervenciones militares por interpuestas tercerías, las sanciones económicas, el bloqueo comercial, la desestabilización política o/y económica del país, la ofensiva de las derechas internas e internacionales a través de medios de comunicación controlados por los grandes poderes económicos, la desinformación y contrainformación, la desestabilización económica, el acaparamiento, el terrorismo para atemorizar a la población, el cerco de los gobiernos neoliberales, la ofensiva ideológica sobre las capas medias para movilizarlas contra el régimen, la fuga de capitales para desequilibrar y desestabilizar la producción, el plan tortuga de los empresarios, el paro empresarial, la división de la opinión y de la sociedad para desequilibrar la relación de fuerzas, en fin, mil formas más de desestabilización que surgen y se implementan en el curso mismo de la confrontación de clases.

Estas estrategias de desestabilización se facilitan más cuando los cambios se hacen por la vía electoral y en el marco de la institucionalidad jurídica heredada de la globalización y los gobiernos títeres, porque colocan al nuevo régimen, al proyecto político democrático y a la población, un tanto etérea, que respaldó en las urnas al nuevo gobierno, ante la necesidad de un inmediato cambio constitucional e institucional, para el nuevo orden social y político. Entretanto en el cual el nuevo régimen tiene que actuar frente a una amplia capa de la población que fue sometida ideológica y culturalmente por varios siglos a los desvalores del capitalismo y del capitalismo salvaje. Capa en la que se apoya la estrategia desestabilizadora de las derechas internas y externas, al amparo de las reglas democráticas del estado social de derecho, para buscar restablecer su dominio de clase, su hegemonía política en el conjunto de la sociedad, su estrategia contrarrevolucionaria, creando grandes dificultades para la estabilización económica y política del nuevo régimen.

En el caso de Venezuela hemos visto implementada con mucha persistencia y planificación esta estrategia de las derechas, en razón del papel fundamental que ha cumplido la revolución socialista, por varios años liderada por el presidente Chávez, en la extensión y ampliación del proceso nacionalista, democrático, revolucionario y socialista en América Latina. Venezuela se convirtió en el objetivo estratégico fundamental del imperio y de algunas burguesías criollas para contener el despertar democrático del subcontinente. Por el liderazgo ejercido por Hugo Chávez, que aglutinó el apoyo mayoritario de la población; por el proceso de organización política y social que paralelamente se desarrolló; por la eficaz estrategia de reconfiguración y respaldo en el plano internacional; por el desprestigio popular del imperio y el desgaste de las políticas neoliberales; y por la solidez del aparato militar a favor del cambio, el imperio no ha podido recurrir a la intervención militar abierta para aplastar la revolución venezolana y entonces se vienen implementando todas las formas e instrumentos necesarios para buscar la desestabilización del régimen, incluida la rumorada inoculación de un cáncer para asesinar al presidente Chávez, o la baja provocada en el precio del petróleo como jugada estratégica contra Rusia y Venezuela.

No desconocemos que se puedan haber cometido errores en el manejo económico del modelo de cambio, pues no hay proceso político que no los tenga, ni que las condiciones concretas hayan puesto límites tácticos a la aceleración del proceso revolucionario. Lo cierto es que Venezuela es el centro de la ofensiva imperial y que esa ha sido la causa fundamental de las dificultades económicas y sociales que vive hoy en el vecino país.

Ante esta realidad, el régimen debe reforzar las medidas de control contra la guerra económica del imperio, fortalecer su apoyo en la organización y movilización populares y profundizar las medidas para acelerar la construcción del modelo socialista. En estos procesos la polarización política es inevitable, de lo que se trata es de mantener el control de las mayorías en favor del régimen.

Solo la consolidación de democracias de participación directa y de constitución de fuertes partidos políticos afianzados en el pueblo puede darle salida a la crisis del cambio revolucionario.

Venezuela va a salir adelante en su revolución socialista del siglo XXI, pero ante esta ofensiva de la guerra económica y política de las derechas venezolanas e internacionales, necesita, reclama y exige el apoyo, el respaldo irrestricto económico y político de China, Rusia y en general de los BRICS y de los gobiernos y los pueblos democráticos de América Latina, Asia y África. De no ser así, las derechas estarán empujando una guerra interna, con profundas repercusiones en todo el continente latinoamericano.

Bogotá.

 

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