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Paz sin armas

Por Jaime Dussán Calderón  

Tanto el presidente Santos y sus delegados en La Habana, como los voceros de la insurgencia de las Farc tienen  claro que el fin del conflicto armado está cerca y que las dificultades que se presentan serán superadas en los próximos meses. Habrá acuerdo y dejación de armas. La paz tendrá sentido si no se usan en adelante las armas para imponer políticas de cualquier orden.

Producto de los acuerdos de paz se debe lograr la reinserción a la vida civil de los sectores insurgentes en armas contra el establecimiento mediante un acuerdo que garantice, no solo el fin de la violencia y la no repetición de la misma, sino que también se  garantice el desarme total de todos los  que usan los fusiles para la desestabilización del país.

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Por Jaime Dussán Calderón  

Tanto el presidente Santos y sus delegados en La Habana, como los voceros de la insurgencia de las Farc tienen  claro que el fin del conflicto armado está cerca y que las dificultades que se presentan serán superadas en los próximos meses. Habrá acuerdo y dejación de armas. La paz tendrá sentido si no se usan en adelante las armas para imponer políticas de cualquier orden.

Producto de los acuerdos de paz se debe lograr la reinserción a la vida civil de los sectores insurgentes en armas contra el establecimiento mediante un acuerdo que garantice, no solo el fin de la violencia y la no repetición de la misma, sino que también se  garantice el desarme total de todos los  que usan los fusiles para la desestabilización del país.

Las bandas  de grupos paramilitares, de narcotraficantes y de delincuencia común deben desaparecer mediante acciones contundentes y certeras de nuestra fuerza pública al mando del presidente y el ministro de la defensa nacional, sin ninguna concesión ni consideración y debe caer el peso de la justicia sin vacilación a los responsables y actores intelectuales y materiales de los hechos.

El anterior 23 de marzo quedo definido que la firma de los acuerdos tomara aun varios meses como se suponía, pero los avances, según los voceros, siguen en forma significativa superando las diferencias normales de esta tarea difícil pero productiva y los apoyos al proceso aumentan tanto en el país  como fuera.

Se resalta el caso del espaldarazo dado por el gobierno del presidente de la más importante potencia mundial con la reunión de su secretario de Estado con las dos delegaciones Gobierno-FARC, que ratifica que la comunidad internacional esta con este proceso y que la presencia cada día más activa de las delegaciones de la ONU en Colombia dan tranquilidad para que los puntos que se van pactando tengan concreción como se ha observado en estos últimos meses con acciones que nos dan cierta tranquilidad y seguridad que la paz va y que las armas ilegales se silenciaran.

Las dificultades  se pueden resolver con compromisos serios. Las zonas de ubicación para la dejación de las armas, y la preparaciones de los combatientes para la reinserción a la vida civil, las garantías de seguridad, la desactivación del paramilitarismo, el levantamiento de las ordenes de captura, el mecanismo de refrendación, las reformas constitucionales y legales, la presencia de la sociedad civil en el post-conflicto, la participación política de la fuerza insurgente y sus representaciones parlamentarias y regionales, la justicia transicional, la reparaciones de las víctimas, entre otros temas que ya se han venido conversado deben concretarse más puntualmente y la firma llega para la tranquilidad de la sociedad que aun y con razón tiene dudas.

Ahora bien, el tiempo que falta sirve para varias cosas, ampliar los apoyos a las negociaciones de la Habana y concretar la mesa con el ELN; avanzar en el tema de la reformas constitucionales para puntualizar las medidas que se deben adelantar para poner fin al conflicto, la puesta en práctica de la reforma a la justicia, la designación del nuevo fiscal general, la elección del defensor del pueblo, un  aire necesario en el consejo de ministros más a fin a la paz, las reformas al sistema electoral y el voto electrónico.

La puesta en práctica de forma inmediata de un plan que evite nuevas masacres a los sectores amigos de la paz principalmente de las organizaciones políticas, sociales, poblacionales y de derechos humanos, y en fin más presencia del gobierno con la sociedad llena de incertidumbre y desesperanza no solo por la violencia sino por la profunda crisis económica y política que se vive a diario sin soluciones que evidencien un alivio en la sociedad.

Desde nuestra orilla, apoyo como siempre a los acuerdos de La Habana, llamado a la tarea de la misma magnitud con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), respaldo a todas las luchas sociales y reclamaciones populares contra las medidas que pretenden descargar en los sectores pobres y medios las población las absurdas medidas producto de la crisis económica cuya responsabilidad es de la clase dominante y su régimen político.

Y por supuesto convencidos que los acuerdos abren caminos para buscar los cambios y nuevas opciones políticas seguimos en dos tareas difíciles pero vitales. Primera, unir nuestro entorno alrededor de una propuesta política programática que gane el apoyo de la mayoría de la población que no cree en el establecimiento que gobierna, pero que aún no nos contempla como fuerza capaz y segura de producir los cambios necesarios para una profundización real de la democracia. Y lo segundo, ir construyendo una convergencia con la mayoría de la sociedad inconforme que logre poner fin a la desigualdad y la falta de libertad.

Convencido que la crisis además de económica y social es de liderazgo, la tarea ardua pero apasionante, es la búsqueda de un nuevo proyecto político unificado con un programa que produzca los cambios  necesarios e inaplazables con nuevos líderes que le den repuesta clara a las preguntas angustiosas de la sociedad en crisis permanente. 

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