Columnistas
Piratas ultramodernos
Por Fander Falconí
En estos tiempos, todos los patrimonios de la humanidad (culturales y naturales) han despertado la codicia de los piratas ultramodernos. Estos no tienen parche en el ojo, sino bluetooth en la oreja y su espada es un smartphone. En vez de viajar en barcos de madera que zarpaban de Jamaica o las Bahamas, sus helicópteros levantan vuelo desde Wall Street.
Después de saquear lejanos países (lejanos para ellos, para nosotros son nuestros hogares) esconden sus tesoros.
Por Fander Falconí
En estos tiempos, todos los patrimonios de la humanidad (culturales y naturales) han despertado la codicia de los piratas ultramodernos. Estos no tienen parche en el ojo, sino bluetooth en la oreja y su espada es un smartphone. En vez de viajar en barcos de madera que zarpaban de Jamaica o las Bahamas, sus helicópteros levantan vuelo desde Wall Street.
Después de saquear lejanos países (lejanos para ellos, para nosotros son nuestros hogares) esconden sus tesoros.
Pero ya no esconden el producto de sus robos excavando la tierra de una isla caribeña, sino aplastando una tecla de sus laptops portátiles. Así depositan su botín en las manos expertas de los bancos que operan en los paraísos fiscales. No siempre se trata de piratas de ultramar. Nuestros filibusteros locales se llevan el dinero a guaridas fiscales, y lo vuelven a traer como inversión extranjera desde Panamá o Islas Caimán. En esos santuarios no solo lavan su dinero, sino que limpian sus crímenes y salen sin mancha.
Los reportes de la organización Tax Justice Network sobre los paraísos fiscales son apasionantes, tanto como las historias de los grandes piratas que surcaron los siete mares. La organización estima que entre $ 21 y $ 31 trillones (un millón de millones de dólares) de riqueza financiera privada está localizada en jurisdicciones secretas alrededor del mundo. Los flujos ilícitos anuales varían de $ 1 a 1,6 trillones.
Las fortunas no se localizan en islas paradisíacas, sino en los países ricos y en otras jurisdicciones. De acuerdo al Financial Secrecy Index (Índice de Secreto Financiero) de la misma organización, los países y jurisdicciones especiales con mayor secretismo y evasión fiscal del mundo son Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, Islas Caimán, Singapur, Estados Unidos, Líbano, Alemania, Jersey, Japón y Panamá.
La industria de la evasión está muy bien constituida por los grandes bancos, las firmas de auditoría y contabilidad, los bufetes de abogados nacionales e internacionales expertos en todo tipo de artilugios: escudos fiscales, fideicomisos, etc. Hay un dato increíble: la ‘ayuda financiera’ global de los países ricos (los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OECD) a los países pobres asciende cada año a $ 130 billones (mil millones de dólares). Entonces, por cada dólar de ‘ayuda financiera’ anual de los países de la OECD, 10 dólares retornan a su propio sistema financiero y jurisdicciones offshore como flujos ilícitos.
Los piratas del Caribe se jugaban la vida, al menos eran personajes románticos. Los piratas de Wall Street y su cofradía criolla solo arriesgan su ‘manicure’, son caricaturas huecas.
Los piratas de hoy no tienen parche en el ojo, sino gafas de marca. En vez de espada llevan laptop, y en vez de hacerle afilar con el herrero, intercambian datos con un abogado que tiene posgrado en evasiones. No entierran sus tesoros, los guardan en un paraíso fiscal. Y luego reinvierten en el país. Negocio redondo.
@fanderfalconi
El Telégrafo, Ecuador.