Columnistas
Tango que me hiciste mal
Por Fander Falconí
“Tango que me hiciste mal y que, sin embargo, quiero, porque sos el mensajero del alma del arrabal”. Así parece haber dicho el electorado argentino, al elegir el regreso de la derecha que ayer les metió en el corralito y en las privatizaciones. Claro que esa fue la letra nomás, pero el gran compositor porteño Enrique Santos Discépolo definió al tango como “un pensamiento triste que se baila” y ahora le toca bailar al pueblo, al compás del neoliberalismo.
Argentina decidió su destino el domingo 22 de noviembre. El candidato presidencial Daniel Scioli tenía a su favor la gran labor social desplegada en la última década y los 12 años de estabilidad que han caído bien a un país acostumbrado a refundarse cada cuatro años. El proyecto original que liberó a la Argentina del bozal que quería ponerle el FMI se había consolidado con Kirchner y eso permitió la continuación de Cristina.
Por Fander Falconí
“Tango que me hiciste mal y que, sin embargo, quiero, porque sos el mensajero del alma del arrabal”. Así parece haber dicho el electorado argentino, al elegir el regreso de la derecha que ayer les metió en el corralito y en las privatizaciones. Claro que esa fue la letra nomás, pero el gran compositor porteño Enrique Santos Discépolo definió al tango como “un pensamiento triste que se baila” y ahora le toca bailar al pueblo, al compás del neoliberalismo.
Argentina decidió su destino el domingo 22 de noviembre. El candidato presidencial Daniel Scioli tenía a su favor la gran labor social desplegada en la última década y los 12 años de estabilidad que han caído bien a un país acostumbrado a refundarse cada cuatro años. El proyecto original que liberó a la Argentina del bozal que quería ponerle el FMI se había consolidado con Kirchner y eso permitió la continuación de Cristina.
Pero liderando la inconformidad y aprovechando el desgaste del oficialismo, apareció el conservador Mauricio Macri. Este se vio forzado a declarar con juramentos: “No voy a quitarle la ayuda a nadie, no voy a deshacer lo que se ha hecho bien”. Él acudió a las urnas con el apoyo de la polémica coalición Cambiemos, siempre junto al eslogan: ‘En todo estás vos’. Ahora, Cambiemos insta: ‘Sigamos con el cambio’. Asegura Macri que no cambiará los planes sociales de Cristina, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que han salvado de la miseria a miles de familias.
Cuando Macri empiece a gobernar para la oligarquía, ese baile se volverá contorsionismo político. Volverá el bienestar… para las clases acomodadas, pues podrán comprar todo lo que privatice Macri. El dolor del tango volverá a sus raíces populares, a los descendientes de los inmigrantes, incluyendo italianos y africanos. Lo que les espera a los sectores más pobres de Argentina es muy grave, pero se veía venir. A veces nos olvidamos de que la derecha no duerme.
Aparte de la situación económica internacional que ha golpeado a nuestros países por más que hemos tratado de evitarla, aparte del deseo individualista del que hablaba el profesor Esteban de Gori en estas mismas páginas, existe un enemigo interno del progresismo latinoamericano que merece al menos una reflexión, aunque debería exigir una autocrítica. La autocomplacencia y el exceso de confianza pueden ser tan destructivos como la baja estima y la falta de aplomo.
Ernesto Laclau, en La razón populista, reivindica el término tan despreciado por los políticos teóricos: “El populismo garantiza la democracia”. En realidad, el populismo surge cuando el sistema bloquea las demandas populares y no deja otra salida. En nuestro contexto, diríamos que el populismo florece cuando la partidocracia carece. Lo paradójico es que la derecha argentina que acusaba a Kirchner de populista, hoy usa sus métodos ‘populistas’, pero no para beneficiar a la gente, sino para mentirle con falsas promesas no cumplidas nunca.
En campaña, Macri dijo que no va a terminar con los proyectos sociales y fue cuidadoso con las privatizaciones. Pero con seguridad lo hará. No es tango, pero sí es un bolero cantado en forma de tango que alguna vez escuché: “Y qué más da, la vida es una mentira, miénteme más, que me hace tu maldad feliz”.
@fanderfalconi
El Telégrafo, Ecuador.