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Anglo-América: regresión y reversión en el mundo moderno

Por James Petras  

¿Qué quiere decir cuando los sistemas financieros británicos y norteamericanos lavan billones de dólares de fondos ilegales robados por líderes mundiales mientras sus gobiernos se hacen los de la vista gorda, y estos mismos oficiales investigan, judicializan, multan y arrestan funcionarios de gobiernos rivales, bancos rivales y dirigentes políticos por corrupción? ¿Qué quiere decir cuando el gobierno de Estados Unidos posee una red mundial de misiles nucleares en bases desde Europa Oriental hasta la Península Arábica hasta el Nordeste Asiático, cuando sus oficiales investigan y condenan los oficiales de defensa de Rusia, China e Irán como amenazas a la paz y la estabilidad?

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Por James Petras  

¿Qué quiere decir cuando los sistemas financieros británicos y norteamericanos lavan billones de dólares de fondos ilegales robados por líderes mundiales mientras sus gobiernos se hacen los de la vista gorda, y estos mismos oficiales investigan, judicializan, multan y arrestan funcionarios de gobiernos rivales, bancos rivales y dirigentes políticos por corrupción? ¿Qué quiere decir cuando el gobierno de Estados Unidos posee una red mundial de misiles nucleares en bases desde Europa Oriental hasta la Península Arábica hasta el Nordeste Asiático, cuando sus oficiales investigan y condenan los oficiales de defensa de Rusia, China e Irán como amenazas a la paz y la estabilidad?

¿Qué quiere decir cuando los oficiales norteamericanos dedican décadas a incrementar la edad de retiro, reduciendo los ingresos de la clase trabajadora, limitando las compensaciones de los trabajadores, expandiendo el trabajo de medio tiempo, despidiendo trabajadores masivamente, quitando los beneficios de salud y desempleo de los trabajadores y reduciendo los gastos sociales, solo para luego investigar a países como China y Argentina por hacer eso mismo? El significado de la regresión norteamericana, a largo plazo, a gran escala y estructural, es evidente en todo el mundo. Las agendas socioeconómicas y político-militares se han revertido.

Había habido durante décadas incrementos en derechos laborales, empleo estable, reducción de la pobreza y condiciones de trabajo. Recientemente, todo esto se ha revertido: días de trabajo más largos con salarios más bajos y menos beneficios, más trabajo temporal, las pensiones financiadas por las empresas son eliminadas y tienen como reemplazo exenciones de impuestos para las multinacionales en los miles de millones de dólares, junto con evasión de impuestos en paraísos fiscales.

Estafas estructurales sistemáticas por parte de las instituciones financieras más importantes han llevado a los trabajadores a retrasar la jubilación para poder auto-financiar sus propias pensiones, algunos sin poder jubilarse nunca. La regresión capitalista ha sido implementada por dictámenes estatales y decretos autoritarios, deshaciendo los procedimientos democráticos y los principios constitucionales. El imperio impone sus condiciones sobre regímenes sometidos como México y Rusia, forzándolos a revertir su legado de progreso social y chantajeando su oligarquía con la pérdida de mercados lucrativos, paraísos fiscales e impunidad por sus crímenes y estafas.

Anglo-América: reversión histórica

En las últimas tres décadas, Estados Unidos ha dirigido el avance mundial para socavar los avances de la lucha por los derechos laborales. Se desmanteló y fragmentó la estructura económica que sostenía las organizaciones laborales. Luego se diezmó, cooptó y corporizó el trabajo organizado. Los grandes capitales procedieron a revertir la legislación sobre derechos sociales y laborales y reducir los salarios para alargar los días de trabajo y desestabilizar el empleo. Los medios usaron el término engañoso de “reforma económica,” un eufemismo para concentración del poder, la riqueza y el ingreso a lo largo de estas tres décadas. El crecimiento de la desigualdad y la concentración de la riqueza y los bienes para el 1% de la población se volvió en la norma para esta era anglo-americana. Sin embargo, la organización de clase y las vicisitudes de las luchas de clase siguieron restringiendo los esfuerzos de imponer un reinado capitalista anglo-americano en todo el mundo.

El primer golpe contra la reforma social fue la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. La liberalización de los mercados en China la convirtió efectivamente en un satélite capitalista. El bienestar social, contratos laborales estables, pensiones públicas y cobertura en salud se desmantelaron. La única esperanza de las masas era emigrar a países industrializados para ser mano de obra barata. Con la caída de la Unión Soviética hubo la caída de todo un aparato de bienestar y su reemplazo por una ofensiva capitalista neoliberal. Los nuevos satélites de Europa oriental se habían sometido. Los pocos focos de la agenda social progresista quedaban en Europa Occidental, dado que en China y América Latina hubo una confrontación temprana con la ofensiva anglo-americana.

Francia: un punto estratégico en la regresión anglo-americana

Francia ha sido un punto focal del ataque regresivo anglo-americano a la política socio-económica. Europa Oriental ya había caído; la alianza con el sector financiero alemán le da efectivamente a Estados Unidos control sobre las políticas de la Unión Europea, diezmando los programas de bienestar social en Portugal, España y Grecia. La caída de Italia y Francia revertirían 70 años de ganancias de la clase trabajadora desde la caída del fascismo en Europa. El asalto está comenzando bajo el mando del presidente retro-socialista Francois Hollande y sus ministros autoritarios híper-capitalistas: ministro de finanzas Michel Sapin, primer ministro Manuel Valls y ministro de economía Emmanuel Macron.

La estrategia de depender de un socialista nominal para destruir el estado de bienestar es una operación tipo caballo de Troya. Las políticas neo-liberales de Hollande son implementadas por decreto, bajo un plan en asociación con el sector industrial francés. La imposición de las políticas regresivas en Francia empezó por etapas. Primero se estableció el liderazgo político retrógrado con Valls, un oficial autoritario anti-democrático. El ministro de economía, Emanuel Macron, un banquero multimillonario, hace parte de la élite financiera del país, a favor de la destrucción del estado de bienestar. El ministro de finanzas Michel Sapin, un aliado de la élite burocrática capitalista, quiere reducir el costo de la labor al capital a toda costa.

Una vez Hollande y su troika tomaron control de los centros de poder político, y después de la militarización de la sociedad francesa tras los ataques terroristas, el régimen lanzó su ofensiva contra la clase trabajadora para desbaratar la agenda progresista. Su primer objetivo fueron las masas de Francia. Aprovechando los incidentes del autodenominado Estado Islámico, Hollande pasó por encima del Parlamento francés e impuso una norma por decreto, anunciando una reforma laboral en contra del pueblo francés. El decreto dictatorial fue un primer paso para debilitar la capacidad de los trabajadores organizados de proteger sus salarios y garantizar su trabajo, dándole las herramientas al gran capital de controlar a los trabajadores.

Una vez establecido el decreto, Hollande estaría en posición de revertir 70 años de políticas progresistas en el país. La legislación quedó impotente, dejando a los socialistas de izquierda incapacitados para tomar acción. Se estableció un nuevo código de trabajo, en donde los jefes podían despedir a quienes quisieran cuando quisieran, extender el día de trabajo, alargar la semana laboral, quitarle herramientas de negociación a los trabajadores y restringir las huelgas. Esto permitiría una oleada de trabajos irregulares para nuevos empleados, desvinculados de las luchas. Bajo el pretexto de ataques terroristas, la clase capitalista francesa había logrado dirigir por decreto para expandir y profundizar su ataque a las masas en Francia.

Hollande y los capitalistas franceses están bajando impuestos corporativos y las contribuciones de los empleadores a los pagos sociales. Las regulaciones a la concentración del poder de las élites fueron eliminadas. Con toques de queda y policía militar en las calles, las élites francesas imitaron un estilo anglo-americano y se integraron al nuevo orden mundial. Sin las regulaciones al capital francés, los patrones pueden ubicar sus fábricas e inversiones donde quieran, o probablemente en donde haya la menor cantidad de restricciones a sus actividades. Sin necesidad de invertir en la industria francesa, la élite y los grandes negocios pueden transferir capital de la industria a los sectores financieros, permitiendo que decenas de billones de euros sean lavados en paraísos fiscales.

Hollande también establecerá su propia versión de Investigadores de seguridad e intercambio, para judicializar y multar a sus rivales, como lo hacen los anglo-americanos hoy. Alain Juppe está esperando la oportunidad de ser la versión extrema de Hollande en las siguientes elecciones presidenciales, quien promete destruir completamente el estado de bienestar como ha existido desde la caída del fascismo. Promete quitarle 10 billones de euros al presupuesto, el doble de lo que está tratando de hacer Hollande. Promete quitar 250 mil trabajos de servicio civil en todos los sectores sociales vitales, retrasar la edad de jubilación por tres años, eliminar la semana de trabajo de 35 horas, facilitar los despidos masivos y quitar los beneficios de desempleo. Finalmente, Juppe le ha prometido al capital francés implementar toda su agenda de negocios, bajarle los impuestos a los grandes negocios y banqueros y eliminar el impuesto a la herencia que existe desde hace 4 décadas.

En otras palabras, el asalto al trabajo por parte de Hollande y su alianza con el sector negociante ha abierto la puerta para el auge de la extrema derecha. Además, Hollande ha manipulado los incidentes de terrorismo islámico para asumir poderes de decretar leyes sin el procedimiento democrático. Hollande ha llamado a cambiar regímenes seculares y nacionalistas en Siria y Libia, que ha resultado en el desarrollo de insurgencias islámicas. Todo esto ha fortalecido a la extrema derecha en Francia. Mientras que los socialistas y los republicanos compiten para mejor servirle a la agenda retrógrada pro-business, las políticas nacionalistas, proteccionistas y reformistas del Frente Nacional, el partido más a la derecha del espectro político francés, están emergiendo como la alternativa populista de las siguientes elecciones.

La retórica anti-fascista se ha desvanecido e importantes sectores de las clases trabajadoras mirarán hacia el pseudo-fascista Frente Nacional para que defienda sus empleos y la legislación social después de ser defraudados por los socialistas. La retórica anti-inmigrante del Frente Nacional ahora hace parte del vocabulario político de los republicanos y hasta el primer ministro Valls. La única alternativa a una toma del poder por parte de la derecha en Francia es una huelga general masiva y batallas callejeras sostenidas para resistir los efectos de los decretos presidenciales. Las luchas populares en Francia siempre han empezado en las calles, con los sindicatos y los trabajadores jóvenes que se enfrentan a salarios reducidos, austeridad y el prospecto de trabajos temporales indefinidos. El resultado del conflicto labor a capital en Francia tendrá un impacto decisivo sobre el futuro de las clases trabajadoras en Europa, especialmente la izquierda.

América Latina: la gran batalla del trabajo contra el capital

Fuera de Europa, los embates angloamericanos contra el trabajo y la clase trabajadora se sienten con más fuerza en América Latina, que Asia y África. El primer país que cayó víctima del ataque del capital contra el trabajo fue México con el TLC de Norteamérica (NAFTA). A principios de los 90s, el NAFTA había destruido los sindicatos independientes en México, desarticuló la legislación social, eliminó los subsidios a los cultivadores del maíz, causó el endeudamiento de los campesinos, redujo el salario mínimo, duplicó los niveles de pobreza, haciendo de los trabajadores una comunidad de desposeídos, endeudados y con contratos de corto plazo y sin seguridad laboral. En contraste, NAFTA ha significado el enriquecimiento virtualmente ilimitado de los capitalistas, con ganancias multimillonarias y el poder absoluto de contratar y despedir a quienes quieran. El gobierno mexicano, bajo el capital norteamericano, ha permitido la transferencia ilícita de decenas de billones de dólares de bienes mexicanos a bancos extranjeros, operando como grandes operaciones de lavado de dinero. La proximidad de los carteles mexicanos de la droga a los bancos norteamericanos ha facilitado la extensión de sus redes en Estados Unidos. Los escuadrones de la muerte asociados con los carteles, estrechamente vinculados con la clase política mexicana, comenzaron justo cuando se firmó el NAFTA en los 90s. Esta aparente coincidencia consolidó el poder político de los neoliberales en México y debilitó la posibilidad de una alternativa electoral viable.

La consolidación del poder norteamericano en América Latina durante los 90s llevó a toda una panoplia de políticas regresivas: privatizaciones de los más lucrativos recursos naturales y del estado, bancos e industrias, reduciendo salarios y gastos sociales para los trabajadores e incrementando la concentración de capital. Sin embargo en el 2001 en adelante, el liderazgo político neoliberal dio paso a un nuevo tipo de liderazgo en el continente. Empezando por Venezuela en 1999, Argentina en 2002, Brasil en 2003, Bolivia en 2006 y Ecuador en 2007, partidos de izquierda y centro-izquierda ganaron apoyo masivo y las elecciones presidenciales. Tomaron la oportunidad de condiciones económicas favorables con el alza de los precios de mercancías, mercados chinos expansivos y nuevas alianzas regionales para financiar una gran variedad de agendas sociales progresivas, incluyendo gasto social, pensiones garantizadas, pensiones para la familia, salarios mínimos estables, incrementos de salario para el sector público y más derechos para la clase trabajadora.

Las oligarquías tradicionales estaban en retroceso, pero no estaban derrotadas. Se reagruparon y se prepararon movilizar sus recursos a cualquier oportunidad. Esperaron pacientemente y contraatacaron en el momento más apropiado, cuando el tiempo había erosionado la favorabilidad de los regímenes. De 1990-2010, se llevó a cabo la toma neo-liberal de Europa, incluyendo los Balcanes. Los dos últimos estados de bienestar del mundo, Francia e Italia, están al borde del colapso. La ofensiva por fin ha comenzado en América Latina: recuperar las prerrogativas imperiales, el poder político y los privilegios económicos después de casi dos décadas. Esto es evidente en Venezuela, Brasil y Argentina, que juntos abarcan más de medio continente.

Los neoliberales volvieron al poder por fin en Argentina en diciembre del 2015 con la elección de Mauricio Macri. Los avances sociales se perdieron, hubo despidos masivos y la devaluación de la moneda argentina por 40%. Se eliminaron los subsidios de estado y los precios del gas, la electricidad, el transporte y el agua incrementaron entre 300 y 800%. La ofensiva regresiva había vuelto. En Brasil, presidente Rousseff fue derrocada con un golpe de estado legislativo para revertir una generación de legislación progresista de regulaciones del trabajo y el empleo. También se hizo para detener investigaciones que se estaban llevando a cabo contra políticos de derecha. Venezuela se está derrumbando y un golpe se aproxima: la oligarquía quiere revertir décadas de progreso chavista.

Mientras que en Francia e Italia, las reversiones se están haciendo por enemigos internos de los propios partidos progresistas, a lo Caballo de Troya, en América Latina enemigos abiertamente hostiles que dependen del ejercicio arbitrario de poder están revirtiendo los avances de los gobiernos anteriores. El fin del estado de bienestar está marcado por decretos dictatoriales como en el caso de Macri en enero del 2016 en Argentina y Temer en abril del 2016 en Brasil. Mientras tanto los bloqueos, el sabotaje y el saqueo están deshaciendo el tejido del gobierno venezolano.

Las confrontaciones políticas de la época se han esparcido en África y Asia. La ofensiva capitalista china ha visto cómo se han cuadruplicado los multimillonarios en menos de una década, a costa de centenares de millones de trabajadores que perdieron sus derechos y programas sociales. En Sudáfrica, el ANC no cumplió con las promesas de la lucha de liberación y ha impuesto legislación regresiva y decretos represivos en contra de los trabajadores. Una clase corrupta de multimillonarios de ambas razas dirigen con armas y bolillos sobre la masa africana. En el mundo árabe, los gobiernos nacionalistas de Irak y Libia se hundieron en el caos de la guerra. Estos países han retrocedido décadas si no siglos, con ejércitos sectarios y tribales gobernando parches de territorio a la vez.

El invierno de la lucha de clases: ¿reversión histórica o revuelta de clase?

La ofensiva norteamericana de revertir décadas de avances sociales ha capturado a la mayoría de Europa. Han incorporado y cooptado la social-democracia y en América Latina la izquierda perdió el ímpetu electoral. Sudáfrica entró en la dinámica norteamericana y China es sólo un pálido recuerdo de su pasado revolucionario. Una resistencia de clase prolongada en diferentes centros alrededor del mundo está emergiendo para confrontar este proceso de reversión, y en cada país tiene unas características específicas. En Francia, la lucha callejera se da con jóvenes desempleados o subempleados como protagonistas, junto con miembros de los sindicatos de transporte y petróleo con prospectos sombríos para el futuro. Los sindicatos comerciales y las asociaciones campesinas se han unido a la lucha en las calles en muchas ocasiones, y hay rumores de una huelga general.

Argentina es el centro de una verdadera lucha de clases en América Latina. Macri ha impuesto políticas regresivas contra todos los sectores de la clase trabajadora. Sus acciones causaron la unión de cuatro confederaciones de sindicatos comerciales, asociaciones de jubilados y pequeños negocios en bancarrota por tarifas exorbitantes en gas y electricidad. A esto se le unen federaciones de barrio: todo apunta a una huelga general. Después del golpe en Brasil siguió el asalto a la legislación progresista. Hubo revueltas en las calles dirigidas por el MST (movimiento de los trabajadores rurales sin tierra), la CUT (central única de los trabajadores del Brasil), movimientos sociales de los trabajadores sin hogar y los beneficiarios de los programas de asistencia a los pobres de la época de Lula.

Han habido revelaciones de cómo aquellos que organizaron el golpe lo hicieron para detener investigaciones oficiales contra ellos, y esto ha enfurecido el público en general. La oligarquía brasileña ha comenzado la reversión del programa de pensiones, derechos de los trabajadores y garantías de salarios justos. Han planeado reducir los impuestos corporativos y a la riqueza, y nombrar tecnócratas a todos los ministerios. Los escándalos de corrupción y las demostraciones masivas son indicios de que puede que no funcione el golpe después de todo. La economía en Venezuela está moribunda por la ofensiva regresiva: la oposición de derecha en el congreso, aliada con los medios internacionales y la banca multilateral están tratando de forzar la renuncia de Maduro.

Maduro ha declarado un estado de emergencia y ha movilizado las fuerzas armadas. Ha llamado al ejército y las milicias populares a defender el orden constitucional y ha amenazado con movilizar a los trabajadores a tomar control de los medios de producción. Aun así, el gobierno no se resuelve por armar a las milicias y los trabajadores. Hay una distancia entre el discurso y la práctica. Las movilizaciones de ambos lados se confrontan en las calles y esperan una confrontación decisiva, aunque el ejército permanece al lado del presidente. En Sudáfrica, Zuma asesinó a decenas de trabajadores mineros en huelga. Las favelas siguen en incremento como la concentración del poder y la riqueza de la nueva oligarquía. El 30 de abril de 2016, 1.1 millones de activistas sudafricanos, incluyendo organizaciones comunitarias, de la sociedad civil y de sindicatos de minería, manufactura y de servicio, se unieron para formar una nueva confederación con vínculos con los trabajadores marginalizados y desempleados. El congreso de los trabajadores sudafricanos reemplaza a la antigua y corrupta central de trabajadores, COSATU, un frente para el régimen neo-liberal de ANC. La nueva confederación coordinará las luchas masivas y la reclamación de los programas sociales como parte central de la revolución anti-capitalista.

En China, la consolidación de la segunda concentración más grande del mundo de multimillonarios ha llevado a la proliferación de huelgas de trabajadores industriales a gran escala, retiradas del trabajo y confrontaciones con los empleadores de las fábricas, los sindicatos tradicionales y los oficiales de gobierno. China lentamente se está convirtiendo en el epicentro de las luchas de clase en Asia. Los trabajadores chinos han obligado al gobierno a investigar y encarcelar más de 200 mil oficiales corruptos de todo rango y conceder incrementos de salario y compensación social a trabajadores de fábrica. Temiendo más convulsión social, los multimillonarios chinos han comprado grandes cantidades de bienes raíces en Estados Unidos con miles de millones en fondos robados que estaban en bancos en el extranjero.
El avance continuo de las luchas de las clases trabajadoras contra la oligarquía pública y privada en China ha obligado al primer ministro a reformar los privilegios de las élites y judicializar a grandes estafas bancarias y toma ilegal de tierras campesinas. Millones de trabajadores han asegurado incrementos de salario de doble dígito y el derecho a vivir legalmente en centros urbanos, industriales y de construcción. Mientras gana impulso este movimiento, la lucha de clases en China se puede convertir en una pieza central para una transformación social más amplia en Asia y un regreso a los valores verdaderamente socialistas.

Conclusión

El objetivo de Norteamérica de establecer un orden social regresivo ha llevado a miles de millones de trabajadores en los cinco continentes a la miseria, la inseguridad en términos de empleo y la explotación vitalicia. El mundo capitalista se rige a partir del decreto y la violencia, declarando que el orden social regresivo y la represión al trabajador son la norma de los nuevos tiempos. Para la élite, no se trata de una regresión sino de la restauración del orden como debería ser. Pero para contrarrestar esta visión, nuevas organizaciones de trabajadores han emergido para defender los avances sociales históricos y los derechos económicos. La nueva militancia trabajadora ve el imperativo de cuestionar y derrocar todo el orden político y económico. En diferentes escenarios la lucha es el imperativo de las relaciones de clase de hoy y mañana.

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