Columnistas
Bofetada económica
Por José Roberto Acosta
La mano invisible del mercado está propinando una fuerte bofetada a las perspectivas económicas de la Nación, después de una década en la que nos dio palmaditas en el hombro y hasta nos aplaudió. El único que no lo reconoce es el propio Gobierno. El desplome del barril de petróleo significaría una reducción en cerca de $ 9 billones en renta petrolera anual, si los precios no reaccionan, y con ello un efecto multiplicador negativo sobre todo el resto de la economía, montada en una adicción al crudo y que ahora le toca asumir la cruda después de la fiesta.
Por José Roberto Acosta
La mano invisible del mercado está propinando una fuerte bofetada a las perspectivas económicas de la Nación, después de una década en la que nos dio palmaditas en el hombro y hasta nos aplaudió. El único que no lo reconoce es el propio Gobierno. El desplome del barril de petróleo significaría una reducción en cerca de $ 9 billones en renta petrolera anual, si los precios no reaccionan, y con ello un efecto multiplicador negativo sobre todo el resto de la economía, montada en una adicción al crudo y que ahora le toca asumir la cruda después de la fiesta.
Sorprendente que los conductores de la política económica en las últimas dos décadas siempre se vanagloriaran de sus “excepcionales” capacidades técnicas y políticas cuando las cosas eran favorables, pero cuando cae la estantería le echan la culpa a la mano invisible de la oferta y demanda de los mercados internacionales y se arrinconan ante las circunstancias como víctimas pasivas. Ley del embudo diría mi abuela, pero sobre todo una blasfemia contra la mano invisible en la que estos hacedores de política económica han creído ciegamente de manera religiosa, profundizando un fracasado modelo neoliberal, firmando TLC por doquier, privatizando empresas y tierras públicas, y pauperizando con una mercantilización sin control del Estado los sistemas de salud y educación, fundamentales para lograr mayor equidad.
Esta bofetada que la mano invisible le está dando a los ministros y exministros de Hacienda, es la misma que chalequea al ciudadano con estructuras tributarias que castigan al consumidor, es la misma mano que les hace mamola a sus derechos fundamentales con el argumento de regla fiscal, y es la misma que privatiza utilidades y socializa pérdidas cuando el recurrente ciclo negativo aparece.
Nuevamente se desaprovechó la bonanza minera y petrolera, nuevamente quedamos desnudos y buscando culpables fuera del país, así como distractores en el vecindario para desviar la atención hacia la paja en ojo ajeno, mientras acá el fracasado modelo económico se rencaucha en manos de los “tecnócratas” de siempre que nos hacen creer que sólo se trata de ajustes mínimos para reacomodar el desmadre que se nos viene.
Están disponibles alternativas económicas menos ortodoxas en comercio internacional, como la expuesta por el Nobel Paul Krugman, crítico de los TLC; o políticas fiscales menos inhumanas como lo propone el Nobel Joseph Stigliz; o límites a la depredación del medio ambiente como lo pregona el Nobel G. Akerlof, por sólo mencionar a algunos. Para cambiar el modelo es necesario cambiar a quienes nos lo han vendido.
El Espectador, Bogotá.