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Bogotá: entre la defensa y la subasta de sus bienes públicos

Por Felipe Pineda Ruiz  

La liquidación a la carte de los activos públicos deben sufrir una derrota final, la Bogotá incluyente, de derechos y oportunidades, la Bogotá social y colectiva, la de todos y todas, debe triunfar por encima de los intereses y negocios mezquinos de unos pocos.

En último inventario antes de liquidación (Anagrama, 2002), el irreverente escritor francés Frederic Beigbeder hace una selección de 50 libros que a su juicio pasarán a la historia, o por lo menos en la curiosa retina del autor, como los mejores.

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Por Felipe Pineda Ruiz  

La liquidación a la carte de los activos públicos deben sufrir una derrota final, la Bogotá incluyente, de derechos y oportunidades, la Bogotá social y colectiva, la de todos y todas, debe triunfar por encima de los intereses y negocios mezquinos de unos pocos.

En último inventario antes de liquidación (Anagrama, 2002), el irreverente escritor francés Frederic Beigbeder hace una selección de 50 libros que a su juicio pasarán a la historia, o por lo menos en la curiosa retina del autor, como los mejores.

Este artículo no tiene ninguna intención de vanagloriar la pluma ácida, sarcástica, si se quiere repleta de detalles del ex ganador del premio Goncourt. Estas líneas intentan detenerse en los últimos saldos, los últimos inventarios que pueden ser ofrecidos al postor de turno en la ciudad de Bogotá: el de los bienes y derechos públicos de las mayorías capitalinas.

A este apetitoso banquete, para el cuál se han impreso tarjetas de antemano, presidido por la versión ligera  (Unidad Nacional) y la versión radical de la derecha (Alvaro Uribe), acudirá un sinnúmero de comensales prestantes siempre dispuestos a lograr sacar provecho de los 9 billones anuales del presupuesto distrital y de la venta de un conglomerado de entidades pertenecientes a Bogotá, a las que piensan subastar, en una especie de Treuhand criollo, si ganan este 25 de octubre.

Este bocatto di cardenale incluye las empresas de energía, acueducto, teléfonos y aseo entre otras, las cuales hacen parte de un listado a la carte en el que nada debe quedar por fuera de los tentáculos de tan codiciosos invitados.

No estamos en la antesala de un encuentro de filántropos que se dan cita en el banquete del millón: nos encontramos adportas de una convención de camaleones y beneficiarios de la política, de aves de rapiña citadas a un festín privado convocado para enajenar todos nuestros bienes, todas nuestras empresas distritales.

En rescate de la res pública hace su arribo una mujer aguerrida, oligarca y rebelde a la vez, capaz dejar a los de su estirpe, y a una multitud de finqueros con poncho y sombrero, con los crespos hechos.

No, no estamos hablando de Clara Rojas, ni mucho menos de la sinuosa Ingrid Betancourt, quien seguramente estará pavoneándose y disfrutando de un Martini en Islas Mauricio o en algún archipiélago paradisiaco de la polinesia francesa. Nos referimos a Clara López, la desafiante y carismática Clara López.

López Obregón tendrá la titánica tarea de defender las conquistas sociales de los últimos 12 años y representar a la Bogotá de a pie que no está dispuesta a recibir lecciones de sensibilidad y honestidad por parte de quienes quieren acabar con los humedales, la red hospitalaria, los colegios, jardines y toda la política de bienestar construida en la mayor urbe del país en medio de la etapa más cruenta del conflicto armado y el auge de la regla fiscal en el ámbito nacional.

López, tendrá que velar por los derechos ciudadanos de los bogotanos de los extramuros que rehúsan a someterse a un tipo de seguridad policivo, de “mano dura” y control social férreo apostando por un verdadero pacto de convivencia y un enfoque de oportunidades que acabe transversalmente con la conflictividad resultante de la ausencia de políticas públicas de empleo.

Clara, a secas, es verdaderamente la candidata de la paz y del pos conflicto y la única con voluntad política para dignificar y visibilizar a las víctimas de la confrontación armada. La “oligarca rebelde”, a ciencia cierta, es la única voz disidente en medio de un sospechoso consenso privatizador.

La liquidación a la carte de los activos públicos deben sufrir una derrota final, la Bogotá incluyente, de derechos y oportunidades, la Bogotá social y colectiva, la de todos y todas, debe triunfar por encima de los intereses y negocios mezquinos de unos pocos, los mismos que se desesperan por meter debajo de la alfombra y dejar a su suerte a los que consideran indeseables para su particularísima causa.

@pineda0ruiz

Red Somos Ciudadanos, Bogotá.

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