Columnistas
Bolivarianismo, Syriza, Podemos, etc.
Por Orlando Pérez*
Ni Grecia es Ecuador ni, mucho menos, Pablo Iglesias podría repetir la ‘fórmula’ de Rafael Correa en España. Pero hay algo en común. Y no es necesariamente el modo de hacer o ejercer la política. En Madrid ahora los conservadores tachan de populistas a los jóvenes de Podemos. Y desde las tribunas libertarias de ciertos medios europeos a Alexis Tsipras lo califican de aventurero e improvisado.
Por Orlando Pérez*
Ni Grecia es Ecuador ni, mucho menos, Pablo Iglesias podría repetir la ‘fórmula’ de Rafael Correa en España. Pero hay algo en común. Y no es necesariamente el modo de hacer o ejercer la política. En Madrid ahora los conservadores tachan de populistas a los jóvenes de Podemos. Y desde las tribunas libertarias de ciertos medios europeos a Alexis Tsipras lo califican de aventurero e improvisado.
Lo mismo que por acá ciertos liberales de izquierda, derechosos crónicos y periodistas libertarios conceden una serie de adjetivos para lo que no soportan como un proceso contrahegemónico en toda su complejidad.
O sea, quienes denigran, ofenden y difaman a Podemos, Syriza y el movimiento bolivariano de América Latina son igualitos en imaginar un mundo bajo el mismo molde, sin matices y mucho menos con opciones progresistas al sistema que refrenda el consumismo como su paradigma y la rentabilidad capitalista como su modo de vida y realización humana.
Pero la realidad está ahí: nadie, hace un año, imaginaba que los ‘jovenes europeos’ pudieran descolocar a toda la maquinaria ‘merkeliana’ y mucho menos disputar el poder mediático con el que se sustentaron los partidos socialdemócratas y conservadores cuyos grandes líderes y financistas se han enriquecido en tan poco tiempo y con cuentas y negocios ultra millonarios. ¿Y no fue así en América Latina hace casi dos décadas? ¿Quién por acá imaginó que en la segunda década del siglo XXI existiese la Celac, la Unasur, la ALBA y/o un conjunto de acciones y legislaciones para consolidar otro bloque de poder?
Cuando enfatizan, subrayan y ponen en negritas la trillada frase de “cuando todo esto haya terminado”, esos mismos abjuradores están desconociendo la realidad, ni siquiera que se dibuja en toda la prensa, sino aquella que subyace en la historia. Por ahora estamos frente a un escenario mundial donde las transformaciones no llegan por la vía armada, bajo la punta de los cañones o por las invasiones de una potencia, sino por la fuerza de los procesos sociales, de la imposición de la razón en la vida cotidiana y la necesidad de alta intensidad para socavar las bases del capitalismo y su expresión más nefasta: el aparataje bancario y financiero como sostén de todo el sistema.
Hemos entrado, además, en esa etapa crítica que nace de la resistencia de aquellas fuerzas conservacionistas, de esas que quieren que todo se conserve como antes. Esa resistencia se manifiesta incluso con intelectuales y pensadores, otrora progresistas, que acompañan los discursos y los experimentos intelectuales de los supuestos líderes demócratas. Se trata de una resistencia al cambio y a la transformación necesaria para trastocar las estructuras. Y, por supuesto, también se expresa al interior de los mismos grupos bolivarianos, españoles o griegos que abogan por salir de la crisis para solo conservar los privilegios que antes parecían normales. Por eso es que por ahora más que luchar contra las razones del aparato político mediático de la derecha hay que resignificar también los ideales movilizadores para las nuevas generaciones que aspiran un alto bienestar.
Director del diario público El Telégrafo de Ecuador.