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Un escándalo ético mayor

Por Bernardo Kliksberg*  

La noticia salió en pequeños párrafos en las páginas interiores de algunos medios y no salió en otros, pero sin duda es de las más importantes que hayan circulado recientemente. Oxfam International acaba de publicar un nuevo informe totalmente actualizado sobre lo que está sucediendo en uno de los problemas más críticos del siglo XXI, las desigualdades. Oxfam está integrada por 17 organizaciones de gran prestigio, tiene 70 años de antigüedad y opera en más de 90 países.

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Por Bernardo Kliksberg*  

La noticia salió en pequeños párrafos en las páginas interiores de algunos medios y no salió en otros, pero sin duda es de las más importantes que hayan circulado recientemente. Oxfam International acaba de publicar un nuevo informe totalmente actualizado sobre lo que está sucediendo en uno de los problemas más críticos del siglo XXI, las desigualdades. Oxfam está integrada por 17 organizaciones de gran prestigio, tiene 70 años de antigüedad y opera en más de 90 países.

Dedicada a la lucha contra la pobreza, es respetada mundialmente.

El informe refiere que la brecha continúa ampliándose. En 2014 el 1 por ciento más rico era dueño del 48 por ciento de la riqueza del mundo. El 99 por ciento restante de la población solo tenía el 52 por ciento. Pero esa es una cifra que debe desagregarse. Al interior del 99 por ciento, el 20 por ciento más rico tenía el 46,5 por ciento de ese 52. Así que el 80 por ciento de los habitantes del planeta solo disponía de un 5,5 por ciento del patrimonio mundial total.

Si la noticia es alarmante, las tendencias son peores. La parte del 1 por ciento más rico, de acuerdo con la base de datos sobre riqueza del Credit Suisse, viene aumentando todos los años desde 2010. Si se mantiene la tendencia tendrán más del 50 por ciento en el 2016 y el 54 por ciento en el 2019. Para el 99 por ciento restante quedará en ese año solo el 46 por ciento, pero con el matiz de que el 20 por ciento más rico del 99 por ciento también seguirá aumentando su porción.

En medio de la crisis europea y del estancamiento de buena parte de la economía mundial en los años recientes, los muy muy ricos, a los que Oxfam llama “milmillonarios”, porque tienen miles de millones, han seguido acumulando riqueza rápidamente. Los 80 más ricos del mundo ganaron entre 2011 y 2014, 600.000 mil millones de dólares. En ese mismo período, los ingresos del 50 por ciento más pobre de la población del planeta se redujeron sensiblemente.

Ello da como resultado la cifra que constituye uno de los mayores “escándalos éticos” de nuestro tiempo. Ochenta personas tienen actualmente lo mismo que los 3600 millones de personas más pobres. Ya constituía un superescándalo ético la cifra del 2010. En ese año 388 milmillonarios poseían un patrimonio similar a la mitad de la población de menos ingresos del mundo. En 2011, eran 177 los que tenían la mitad de todo, se redujeron en el 2012, a 159, en el 2013, a 92, y ahora a 80. ¿Qué nombre se le puede dar a esta agudización extrema de las disparidades? Probablemente el más significativo es el que le dio la encíclica “Caritas et Veritate” de la Iglesia, “Disparidades hirientes”.

¿Cuál es el perfil de los milmillonarios? Oxfam dice que en 2014 eran 1645. Había muy pocas mujeres, el 90 por ciento eran hombres. El 34 por ciento había heredado la totalidad o parte de su fortuna.

El 20 por ciento tenía intereses, desarrollaba actividades o estaba vinculado a los sectores financieros y de seguros. Esos 321 milmillonarios ganaron entre marzo de 2013 a marzo de 2014, 150.000 millones de dólares. También destacaron en ese período en ganancias los 90 milmillonarios que tenían intereses o desarrollaban actividades en los sectores farmacéuticos y de atención sanitaria. Su patrimonio combinado pasó de 170.000 millones de dólares a 250.000 en el último año. Una ganancia del 47 por ciento.

Es posible enfrentar el problema

Una cada vez más extensa serie de investigaciones, que encabeza entre otras la de Thomas Pikketty, han mostrado los múltiples efectos regresivos de las altas desigualdades sobre el funcionamiento de la economía, la calidad de la sociedad, y la vida diaria de la gente.

Pero hay muchos otros invisibles. Entre ellos, según muestra el Premio Pulitzer Nicholas Kristof (The New York Times,29/1/15), la concentración crea una distancia creciente entre el mundo de los muy ricos y el de los ciudadanos de a pie, que reduce la posibilidad de empatía de los primeros.

Entre otros estudios refiere que la Universidad de California en Berkeley encontró que los que manejan coches lujosos tienen más probabilidad de dejar de lado a otros automovilistas y de ignorar a los peatones en los cruces. Señala que el 20 por ciento más rico de los estadounidenses aporta a causas solidarias el 1,4 por ciento de sus ingresos. Y el 20 por ciento más pobre, el 3,5 por ciento de sus entradas.

Kristof plantea que “esto se debe, en parte, a que la riqueza aísla a sus portadores de las necesidades, por lo que las personas desfavorecidas se convierten para ellos en teóricas y remotas”.

Es muy útil hacer crecer la empatía social, y surgen con frecuencia causas solidarias, que deben reconocerse y promoverse.

Pero la brecha en ascenso requiere ante todo políticas públicas que traten de incidir sobre sus causas estructurales y garanticen universalmente derechos básicos, como la seguridad alimentaria, el agua potable, las instalaciones sanitarias, entre otros.

Oxfam ha lanzado un programa detallado llamado “Iguales”.

Entre sus puntos principales están:

– Incluir la erradicación de la desigualdad extrema entre las metas que sustituirán los objetivos del milenio que finalizan en el 2015.

– Hacer que los gobiernos trabajen para los ciudadanos.

– Fomentar la igualdad económica y los derechos de las mujeres.

– Pagar salarios dignos y reducir las grandes diferencias entre las remuneraciones de los ejecutivos y las de la línea. Avanzar hasta una ratio entre el sueldo más alto y el sueldo promedio de 20 a 1.

– Trasladar la carga fiscal del trabajo y el consumo al patrimonio, el capital y las rentas derivadas de ellos.

– Subsanar los vacíos legales en la fiscalidad internacional.

– Lograr servicios públicos gratuitos universales para todos en el 2020.

– Asegurar el acceso de todos a los medicamentos.

– Establecer una base de protección social universal.

Buena parte de América latina ha puesto en práctica en el siglo XXI políticas en estas direcciones y, como lo señala la Cepal, la desigualdad bajó. Pero el problema sigue siendo crucial y hay fuertes nubarrones económicos en el horizonte por las turbulencias del contexto económico internacional que pueden amenazar lo logrado.

Es la región con el peor coeficiente Gini de desigualdad y tiene 10 de los 15 países más desiguales del mundo. A pesar de los progresos, el 10 por ciento más rico tiene 27 veces los ingresos del 10 por ciento más pobre. La estratégica inversión en educación ha crecido pero está a distancia de la necesaria, es solo el 5,3 por ciento del Producto Bruto regional.

La desigualdad incide a diario en la pobreza. Las dificultades internas y externas han llevado a un estancamiento de la pobreza en los últimos años. Era 28,1 por ciento en 2012 y 28 por ciento en 2014. Ascendió en términos absolutos en tres millones de personas, a 167 millones de pobres. Ha aumentado en ese período la indigencia, que pasó del 11,3 por ciento en 2012 al 12 por ciento en 2014, y se elevó de 66 a 71 millones el número de indigentes.

Se requiere más que nunca profundizar en políticas contracíclicas que creen igualdad.

La directora de Oxfam Internacional Winnie Byanyima hizo una pregunta inquietante al mundo, que debe resonar fuertemente en el continente más desigual: “¿Queremos nosotros realmente vivir en un mundo donde el uno por ciento posee más que todos los demás combinados? La escala de la desigualdad global es simplemente abrumadora”.

*Presidente de la Red Latinoamericana de Universidades por el Emprendedurismo Social.

Página/12, Buenos Aires

 

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