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Cabras sueltas en una cristalería

Por Alpher Rojas  

Algunos sectores de opinión ligados a las esferas del poder económico y político y, desde luego, al status quo –adviértase que no sólo me refiero a caciques regionales, a empresarios del chance, a terratenientes y ganaderos, sino también a ejecutivos de empresas transnacionales y a agentes estatales con y sin uniforme-, presionaron para que el “debate” sobre comprobados vínculos de Álvaro Uribe Vélez con el paramilitarismo y el narcotráfico, no se realizara.

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Por Alpher Rojas  

Algunos sectores de opinión ligados a las esferas del poder económico y político y, desde luego, al status quo –adviértase que no sólo me refiero a caciques regionales, a empresarios del chance, a terratenientes y ganaderos, sino también a ejecutivos de empresas transnacionales y a agentes estatales con y sin uniforme-, presionaron para que el “debate” sobre comprobados vínculos de Álvaro Uribe Vélez con el paramilitarismo y el narcotráfico, no se realizara.

Cuando el Senador Iván Cepeda –filósofo de la Universidad de San Clemente de Ohrid en Sophia, Bulgaria, defensor de Derechos Humanos, con varios posgrados y cualificadas publicaciones y contribuciones académicas al conocimiento de nuestra violencia reciente-, anunció la proposición de control político al principal protagonista de la macabra simbiosis entre política y criminalidad, muchos entraron en pánico. Y casi de manera unánime y simultánea los medios de comunicación más reconocidos recogieron la alarma de las cúpulas para descalificar la convocatoria y exigirles a los congresistas –censurados por legislar en contravía de la realidad-, que en lugar de promover “debates personalistas” se dedicaran a legislar sobre la justicia (¿!), la salud y las pensiones.

Aunque esos mismos sectores confiaban en que Uribe, zorro político portador de una carga emocional mezcla de cinismo y evasión, capaz de agazaparse sin respirar en la oscuridad y dar sorpresivos saltos quirúrgicos de cobra atacada saldría avante, en sus íntimos cenáculos temían que en la confrontación oratoria con un Senador de tan sólida formación y tan bien documentado como Cepeda, Uribe fuera demolido y terminara visibilizada la legión de parapolíticos. No podían ocultar cierto grado de piedad por un amigo en franca decadencia y se pusieron a la tarea de bloquear el debate, a través del emponzoñamiento de las fuentes de información y otras formas de violencia simbólica. La respuesta fue rápida, pues la extraña “Comisión de ética” del Senado, le lanzó un primer salvavidas: “Cepeda no podrá mencionar a Uribe en ningún sentido ni bajo ningún pretexto”.

A semejanza de los emperadores, Uribe se presentó al debate acompañado por el círculo de fuego de sus escoltas armados y de su séquito de alzafuelles, que llevaba en el antebrazo al uso de antiguos halconeros-. Sin embargo, tan pronto inició su intervención el Senador Cepeda, Uribe salió precipitadamente del hemiciclo (“Cual sanguijuela por las alcantarillas”, según la pertinente metáfora de la Senadora Claudia López) previa declaración de que iría a la Corte Suprema de Justicia a presentar pruebas contra Cepeda, los canales de TV Telesur y Canal Capital, “por sus serviles vínculos con el terrorismo”.

Pronto el país se enteró que el carrerón del ex presidente no lo conducía a la Corte, sino a la oficina de un Senador amigo donde esperaba guarecerse para evitar ser observado y acorralado. Su imaginación paisa le indicaba que la invisibilidad lo protegería de toda evidencia. Allí vio por TV la presentación de Cepeda y desde allí insultó y haló los hilos de sus marionetas para que lo compararan con el Libertador Simón Bolívar. Luego, regresó al recinto para hablar durante dos horas en un discurso apologético de su sacrosanta trayectoria y la de su familia, sin hacer alusión a ninguno de los señalamientos. Uribe sólo presentó una carta cuyo texto no leyó ni dejó ver, una supuesta renuncia a la junta directiva de Confirmesa, donde aparece como socio del cambista del Cartel de Medellín Luis Carlos Molina, quien les pagó a los sicarios que asesinaron a Guillermo Cano en 1986. Uribe ripostó que él tenía amistad con el director de El Espectador, versión que puso en duda su viuda doña Ana María Busquets de Cano en declaraciones a Noticias Uno.

Su bancada finalmente no representó el papel de ferocidad encomendado, con su estridente vonciglería más parecía un tropel de cabras asustadas en una cristalería. Los medios no tocaron trompetas jubilosas porque Uribe no venció y, al contrario, paradójicamente señalaron que las sólidas pruebas sobre el comportamiento criminal de Uribe Vélez, presentadas por el Senador Cepeda “eran un refrito”.

Libro Recomendado: ¡Somos así!, del científico colombiano Emilio Yunis Turbay. Después del éxito del libro ¿Por qué somos así?, este volumen trae temas inéditos y nuevos desarrollos que profundizan las tesis sustentadas por el autor: la fragmentación del territorio por la geografía nunca ha sido superada por los sucesivos gobiernos, desde la Colonia hasta la Independencia; al contrario, el mestizaje selectivo impuesto como herramienta de exclusión y de poder, sobre la base de la fragmentación geográfica y el aislamiento de las regiones. Editorial Bruna, Bogotá, 2006.

 

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