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Salud: el gobierno claudica

Por Cristina de la Torre  

Acorralado entre protestas, alteración del orden público y enfrentamientos con el Esmad en Carmen de Bolívar, casi no logra el ministro Gaviria acordar con las madres atención a 350 niñas que allí padecen una rara enfermedad. A causa de la vacuna contra el papiloma, o bien, secuela de la guerra, la epidemia forzó la tardía visita del funcionario. Ésta obró como detonante del descontento con el sistema de salud, que raya en ira, y las encuestas promedian en 80%.

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Por Cristina de la Torre  

Acorralado entre protestas, alteración del orden público y enfrentamientos con el Esmad en Carmen de Bolívar, casi no logra el ministro Gaviria acordar con las madres atención a 350 niñas que allí padecen una rara enfermedad. A causa de la vacuna contra el papiloma, o bien, secuela de la guerra, la epidemia forzó la tardía visita del funcionario. Ésta obró como detonante del descontento con el sistema de salud, que raya en ira, y las encuestas promedian en 80%.

Crece la rabia conforme se constata la incapacidad del Gobierno para remontar la crisis, y su agudización, pese a la estridente promesa de desmontar los pilares mismos del modelo que convirtió la salud en negocio de maleantes. Nada. El Gobierno reculó. ¿Por miedo a enfrentar la omnipotencia de las EPS y a sus palafreneros del Congreso? ¿Por convicción? Se salva, sí, el audaz proyecto sobre medicamentos biotecnológicos, enderezado a romper el monopolio de multinacionales que nos extorsionan con medicinas a precios exorbitantes. Pero se da largas el ministro para presentar el decreto. Y toma partido en cambio por las EPS y su negocio estrella, la integración vertical. Mucha publicidad en lo secundario, y mucha contundencia para salvar el modelo de salud que no consigue eliminar el paseo de la muerte.

Argumenta el ministro que se ha logrado cobertura casi universal en salud. Carnetización, sí. Pero acceso a ella y calidad del servicio, sólo para la minoría que puede pagarlo. Porque la Ley 100 entregó el sistema de salud a la rapacidad de empresas privadas que obran como intermediarias financieras y se apropian de los recursos fiscales del sector, las EPS. Al negocio contribuye la llamada integración vertical, que les permite a éstas contratar con sus propias clínicas y manipular precios de  insumos hasta reventar alforjas con fondos públicos. Resultado: la más grave crisis sanitaria en la historia de Colombia.

Para el senador Jorge Enrique Robledo, en los últimos tres años no sólo no ha cambiado el estado de cosas sino que ha empeorado. Hubo 115 mil tutelas por salud en 2013, casi todas sobre derechos adquiridos en el POS. Ese año negaron las EPS 300 mil servicios, 34% más que en 2012. Mientras en Chile muere de parto una entre 2.000 mujeres, en Colombia la relación va de una a 460, la mayoría del régimen subsidiado. En estos tres años aumentó 26% la deuda de las EPS con hospitales públicos, al punto que 600 de ellos morirán por inanición: les deben seis billones de pesos. La Contraloría probó que Saludcoop, emblema de las EPS, se embolsilló 1.4 billones de los colombianos, la mayor defraudación en la historia del país. Pero ahora el ministro de Salud quiere “rescatarla”, en conocida operación salvamento de uso y abuso en el sector financiero: salvar al banquero, no a los ahorradores. En cristiano, capitalizar ganancias y socializar pérdidas.

Las causas de la crisis en salud persisten con igual o mayor intensidad. José Félix Patiño, médico ex rector de la Universidad Nacional, aboga sin pausa por una reforma estructural que suprima la intermediación financiera y el negocio en el sector. Clama por restablecer la atención en salud como servicio social, que la haga valer en su condición de derecho fundamental. Mas para el ministro Gaviria la disyuntiva no estriba entre reforma o no-reforma, pues aquella bien podría suplirse con decretos para asuntos puntuales del sector. Verónica elusiva para no tener que asir al toro por los cuernos. Aspirinas –dirán los galenos- para tratar un cáncer. Porque la estructura mercantil del sector, la pepa del problema, sigue intacta. Viva y coleando la nefasta Ley 100, cocinada en la olla del mercado sin control, y que ha cobrado más vidas de colombianos que la guerra.

 

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