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Canadá cedió a las presiones de los Estados Unidos en materia de producción lechera.

La manzana de la discordia, y de la indignación, no fueron las tarifas del acero o del aluminio, sino la desprotección del mercado lechero canadiense, particularmente de la provincia de Quebec, a cambio de la protección del sector automotriz, particularmente la de la provincia de Ontario.

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La manzana de la discordia, y de la indignación, no fueron las tarifas del acero o del aluminio, sino la desprotección del mercado lechero canadiense, particularmente de la provincia de Quebec, a cambio de la protección del sector automotriz, particularmente la de la provincia de Ontario.

Por: Ricardo Botero

La manzana de la discordia, y de la indignación, no fueron las tarifas del acero o del aluminio, sino la desprotección del mercado lechero canadiense, particularmente de la provincia de Quebec, a cambio de la protección del sector automotriz, particularmente la de la provincia de Ontario.

El nuevo acuerdo de libre comercio firmado el pasado 30 de septiembre entre los Estados Unidos, México y Canadá, (USMCA por sus siglas en inglés), deja claras, una vez más, las pretensiones dominantes que el gobierno de Donald Trump quiere imponer en todos los acuerdos comerciales para destrabar la superproducción de muchos de los renglones de la economía estadounidense. Desde el inicio de las negociaciones, el gobierno canadiense había aceptado el hecho de que tendría que hacer concesiones si no quería poner en riesgo su industria metalúrgica, automotriz y cultural. Y así lo hizo.

El hecho cierto fue que el gobierno de Justin Trudeau utilizó el sector lechero canadiense como moneda de cambio para mantener ciertas ventajas en esos sectores. La manzana de la discordia, y de la indignación, no fueron las tarifas del acero o del aluminio, sino la desprotección del mercado lechero canadiense, particularmente de la provincia de Quebec, a cambio de la protección del sector automotriz, particularmente la de la provincia de Ontario. Los agricultores quebequenses fueron sacrificados por el gobierno Trudeau.

A partir de 1972, el gobierno canadiense introdujo el sistema de gestión de la oferta con el fin de proteger los sectores lecheros y avícolas de las industrias extranjeras de leche, de huevos y de aves de corral. El sistema permite a los productores de negociar colectivamente el precio y planificar la producción total con el fin de responder a la demanda del mercado. Esto garantiza una producción constante para los agricultores canadienses, al tiempo que reduce el riesgo derivado de las grandes fluctuaciones del precio. Para lograrlo, el sistema de producción está estrictamente regulado mediante cuotas, que además de asegurar un ingreso estable a los productores, ya que no cuentan con ninguna subvención gubernamental directa para proteger sus ingresos, permite al mismo tiempo administrar de manera equilibrada las importaciones y la producción nacional, logra que los consumidores tengan acceso a productos de calidad y a precios razonables, favorece las pequeñas y medianas empresas dejando al margen los intermediarios, beneficia las finanzas del país por las utilidades que genera y aprovisiona regularmente la industria agroalimentaria.

Los productos regulados bajo este sistema son neurálgicos para la economía canadiense pues equivalen al 17% de los ingresos del sector agrícola del país, generan más de 221.000 empleos al año y contribuyen con 19,9 billones de dólares al PIB canadiense. Cerca del 50% de estas empresas están en la provincia de Quebec, se trata de 6.513 empresas familiares productoras de leche que generan al año 116.000 empleos y son la fuente de 8,7 billones de dólares del PIB. Con el nuevo acuerdo (USMCA), el gobierno de Justin Trudeau concedió una apertura del 3,6% al sistema de gestión de la oferta y, por lo tanto, Canadá y Quebec están expuestos a la libre entrada al mercado interno de más productos lácteos de los Estados Unidos lo que pone en riesgo a este importante sector de la economía nacional como lo es la caída de sus ingresos y la pérdida de miles de empleos.

Esta concesión profundiza aún más la crisis por la cual atraviesa el sector lechero y avícola canadiense, ya que se suma a las ya aceptadas por Canadá en las pasadas negociaciones del PTP y con la Unión Europea donde la apertura del sistema de gestión de la oferta suma el 5,1%. Dichas concesiones representan actualmente enormes pérdidas financieras del orden de 260 millones de dólares por año para los productores lecheros, las cuales jamás serán indemnizadas. Actualmente, estas concesiones permiten que Canadá importe más del 10% de sus necesidades en productos lácteos, en su mayoría provenientes de los Estados Unidos, mientras que estos últimos importan desde Canadá tan solo el 3% de esos bienes. Igual sucede con respecto a la producción avícola donde Canadá importa más del 16% mientras los Estados Unidos importan menos del 1% de esos productos desde Canadá. El balance comercial, notablemente desde la entrada en vigor del NAFTA, siempre ha estado en favor de los Estados Unidos puesto que, por razones de clima, tecnología, talla, créditos, subvenciones, etc. la industria lechera norteamericana ha sido más eficaz con respecto a la canadiense.

Aunque los sectores lecheros y avícolas canadienses producen en condiciones adversas por razones de clima y tecnología, también lo es que este modelo protege el medio ambiente y la ocupación del territorio, genera miles de empleos y se sustenta en pequeñas y medianas granjas que producen alimentos y bienes de calidad a precios razonables. Este modelo de producción dista enormemente de el de los Estados Unidos que está lejos de ser social y medioambientalmente responsable: contrata mano de obra barata, muchas veces aprovechándose de los inmigrantes ilegales, utiliza productos veterinarios prohibidos en Canadá que devastan la salud de los animales, opera en medios semiáridos, con hasta 10 mil ejemplares, donde falta el agua y los animales son alimentados con cereales importados.

Los productores de leche canadienses han sido sacrificados, pero no es solo la producción nacional de leche, sino miles de empleos, de empresas familiares y sobre todo de la capacidad de un país de alimentar a su población lo que está en juego.

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