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Crecer, pero crecer bien

Por: Mario Alejandro Valencia

Ningún texto de economía serio, sin importar la corriente de pensamiento del autor, se atrevería a plantear como deseable para una nación un crecimiento económico inestable, impredecible o insostenible. Las decisiones políticas recientes en Estados Unidos, Reino Unido, Ecuador y las próximas en Francia y Alemania, tienen un factor común y es la preocupación generalizada de la población sobre el manejo económico. Acertadas o no, los discursos han girado en torno a cómo lograr mayor crecimiento a sus naciones.

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Por: Mario Alejandro Valencia

Ningún texto de economía serio, sin importar la corriente de pensamiento del autor, se atrevería a plantear como deseable para una nación un crecimiento económico inestable, impredecible o insostenible. Las decisiones políticas recientes en Estados Unidos, Reino Unido, Ecuador y las próximas en Francia y Alemania, tienen un factor común y es la preocupación generalizada de la población sobre el manejo económico. Acertadas o no, los discursos han girado en torno a cómo lograr mayor crecimiento a sus naciones.

En Colombia el asunto del crecimiento económico no parece estar en la agenda pública. A pesar de la notable desaceleración y los efectos que esto trae en la generación de empleo y el bienestar de la población, poco se difunden las implicaciones de la transformación productiva del país, en uno que depende cada vez más del comercio de bienes y servicios elaborados o prestados por extranjeros, en la intermediación financiera, en los monocultivos y en la extracción de recursos naturales.

Así se desprende de un reciente estudio elaborado por el Grupo Proindustria, con la colaboración de Cedetrabajo. Las conclusiones, basadas en información de la matriz de oferta y utilizaciones del Dane entre los años 2005 y 2014, demuestran que “hay un paulatino pero permanente deterioro de la producción nacional, especialmente de la manufacturera”. Según el estudio, la oferta total de la producción nacional cayó de 90,2 % a 88,7 % como porcentaje de participación de todos los bienes y servicios que se ofrecen en la economía. La que más cayó fue la oferta nacional de manufacturas, que es el sector más expuesto a la competencia foránea; el 83,3 % de toda la oferta importada corresponde a este sector, cuyo valor agregado ha caído significativamente. Esto explica en buena medida los altos niveles de informalidad laboral y que sectores que generan escaso o nulo valor agregado en la economía, como el financiero y el minero, sean los que ganan más participación.

El elemento común de las naciones más ricas del planeta es su capacidad de transformar materiales y energía en elementos útiles para la humanidad, con una dosis alta de conocimiento y aplicaciones científicas y tecnológicas. Es decir, la diferencia entre el crecimiento económico de Alemania y el de Colombia es que los alemanes están preocupados por producir bienes y servicios complejos, que requieren más horas de trabajo calificado que la producción colombiana. Extraer petróleo y carbón no es precisamente una ciencia espacial, y por eso las exportaciones de Alemania valen muchísimo más que las de Colombia, que nos mantienen en un déficit comercial estructural.

La principal razón por la cual el país no transita por la senda de un crecimiento alto, estable y sostenible, no es una equivocación teórica en los textos de economía sino la decisión política por mantener una economía que aumenta cada vez más su dependencia del extranjero. Si los próximos candidatos a dirigir la nación realmente están preocupados por el futuro de Colombia, los temas centrales deberán girar en torno a cómo generar ese crecimiento y cómo lograr equidad. No abordar estos asuntos con seriedad son artimañas para perpetuar el fracaso.

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