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Del narcisismo para-noide en política

Por Alpher Rojas C.  

Sin duda aquí está retratada la imagen del jefe que solo se siente verdaderamente acatado cuando logra la sumisión ciega a su arbitrariedad.

Ahora resulta que sus arteras diatribas contra la paz posible se apoyan en axiomas y que toda línea que se separe de su criterio belicoso está contaminada por inconfesables intereses.

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Por Alpher Rojas C.  

Sin duda aquí está retratada la imagen del jefe que solo se siente verdaderamente acatado cuando logra la sumisión ciega a su arbitrariedad.

Ahora resulta que sus arteras diatribas contra la paz posible se apoyan en axiomas y que toda línea que se separe de su criterio belicoso está contaminada por inconfesables intereses.

Dicho de otra manera, se trata de una forma de narcisismo discursivo que tiende a relievar lo propio como digno de registro histórico –así no resista la valoración moral y la dimensión política que su egocentrismo le atribuye–, mientras que las acciones legitimas de quienes se proponen asegurarle al país, con la terminación del conflicto una convivencia pacífica, dentro de los cánones de la democracia integral “están contaminadas por un afán de legitimación del terrorismo”.

Cuando su ceguera parcelaria lo hace levantar estentórea la entonación (por lo general o por lo militar, plagada de abstracciones insubstanciales) para señalar supuestos errores u omisiones en el proceso de diálogos, atizar el conflicto de las interpretaciones o proclamar que se está adelantando un proceso de entrega de las instituciones al “castrochavismo” (otro fantasma creado por su imaginario paisa), se percibe un estremecimiento colectivo por lo que tal gratuita afirmación tiene en el fondo de autoexculpación y al mismo tiempo de defensa y apología del paramilitarismo y su ahijada la ‘parapolítica’, que incrementó la corrupción y la criminalidad estatal y, aun peor, conculcó los derechos políticos de sus conciudadanos, desde el primero hasta el último día de su gobierno, si nos atenemos a las 165 denuncias individuales y colectivas que cursan en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Por ello, cada vez que se ha visto compelido a explicar sus actuaciones, echa mano del expediente de la negación, desde un dribling lingüístico elusivo, o minimiza su responsabilidad atribuyéndola a insuperables coyunturas, al tiempo que asuntos enfrentados por su sucesor para reorientar el caos sociopolítico recibido y superar la violencia, los califica como “debilidades políticas o gratuitas concesiones al enemigo”.

Es lo que el pensador Estanislao Zuleta denominó en una de sus piezas maestras “una no reciprocidad lógica”. Es decir, el empleo de un método diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. “Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar ese resultado”. En ese sentido, el discurso del otro no es más que un síntoma de sus particularidades, de su raza, de su sexo, de su neurosis, de sus intereses egoístas: “el mío, es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias”.

Ese talante esquizoide lo detectó también el editorialista de ‘The Economist’,al titular su principal columna de análisis sobre el proceso de paz en curso entre el gobierno del presidente Santos y la insurgencia guerrillera de las Farc, con un elocuente “Ladran los perros en Colombia”.

Al elogiar los avances –mundialmente respaldados– de los diálogos en La Habana para consolidar el proceso de paz y rechazar la oposición infundada a sus mecanismos y a los logros parciales, la prestigiosa revista británica, expresa: “El señor Uribe desata una artillería diaria de vituperaciones en contra de su colega… En más de 30 trinos al día, Uribe hace afirmaciones extravagantes: por ejemplo, que Santos ‘favorece el liderazgo político de los secuestradores y la entrega del país a las Farc’”. Con similar mirada crítica a ese comportamiento guerrerista se han expresado distinguidos columnistas en periódicos como ‘The Guardian’ de EE. UU., ‘La Jornada’ de México, ‘Página 12’ de Argentina y ‘El País’ de Madrid.

Sin duda aquí está retratada –copio de nuevo al maestro Zuleta– la imagen del jefe que solo se siente verdaderamente acatado cuando logra la sumisión ciega a su arbitrariedad, o la del hijo calavera que necesita medir la preferencia de que es objeto por la magnitud de lo que tiene que serle perdonado.

Revista recomendada: ‘Aquelarre’ n.° 25, magnífica y bien presentada revista de filosofía, política, arte y cultura producida por el Centro Cultural de la Universidad del Tolima. Número doble. Una monografía dedicada a exaltar el pensamiento y la amplia bibliografía del notable filósofo y maestro Rubén Jaramillo Vélez y sus contribuciones al ideario de la emancipación. 2 tomos.

El Tiempo, Bogotá.

 

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