Columnistas
Doble moral parlamentaria
Por Ramiro Bejarano Guzmán
Los senadores conservadores y la mayoría del Partido de la U le dijeron no al debate que propuso Iván Cepeda sobre el paramilitarismo, invocando el tramposo y olvidadizo argumento de que le está vedado a un parlamentario promover una citación a otro colega.
De entrada hay que decir que el debate propuesto por Cepeda no era contra la persona de Álvaro Uribe, sino el paramilitarismo. Otra cosa es que en ese escenario el expresidente y sus áulicos tengan muchas cosas que aclarar.
Por Ramiro Bejarano Guzmán
Los senadores conservadores y la mayoría del Partido de la U le dijeron no al debate que propuso Iván Cepeda sobre el paramilitarismo, invocando el tramposo y olvidadizo argumento de que le está vedado a un parlamentario promover una citación a otro colega.
De entrada hay que decir que el debate propuesto por Cepeda no era contra la persona de Álvaro Uribe, sino el paramilitarismo. Otra cosa es que en ese escenario el expresidente y sus áulicos tengan muchas cosas que aclarar.
Pero dejando de lado ese aspecto puramente formal de si el debate era o no contra Uribe, a los senadores que se dejaron obnubilar por el temor reverencial que les produce el expresidente se les olvidó que durante el gobierno de la seguridad democrática sus aliados en el Senado sí permitieron que se adelantara un debate televisado contra Piedad Córdoba. En efecto, corrían los días tempestuosos en los que el DAS de María del Pilar Hurtado se veía envuelto en los escándalos de las chuzadas y espionaje, cuando Nancy Patricia Gutiérrez descendió de su pedestal de presidenta del Senado y arremetió contra Piedad por haber hecho un viaje a México desde donde dio declaraciones contra el Gobierno. La agitada intervención estuvo respaldada con las facturas de hotel que había pagado Piedad en México y otros documentos que le fueron proporcionados por el DAS de la época. Caro le salió el experimento a Nancy Patricia, porque por cuenta de este grotesco episodio estuvo vinculada a un procesal penal del que finalmente terminó absuelta. Pero que hubo debate de una senadora contra otra, eso no se nos ha olvidado a todos.
En ese momento ninguno de los uribistas que hoy deambulan en el Partido de la U, ni tampoco los conservadores, protestaron porque una senadora enjuiciara políticamente a una de sus colegas en la plenaria de la corporación. Entonces sí fue permitido que un senador afecto al régimen enjuiciara a otro de la oposición, y que inclusive se valiera de información proporcionada por una de las agencias de inteligencia del Estado para censurar al colega.
¿Por qué cuando Uribe era presidente sus amigos en el Senado sí pudieron hacerle un debate a la senadora que era una piedra en el zapato para ellos, pero ahora eso mismo se volvió prohibido, justamente cuando la controversia puede salpicar al expresidente? No hay duda de que el mandatario arrodilló de nuevo al Congreso.
Para empezar, el presidente del Senado, José David Name, quien manipuló la plenaria para que se enterrara la proposición de Cepeda, es un paje en la sombra de Uribe y ejerce como tal. Antes fue uribista purasangre, cuando andaba en Nueva York oficiando como funcionario diplomático del anterior gobierno y provocó la renuncia de la actual canciller. El responsable de que no haya debate al paramilitarismo es el gobierno de Santos por no haberse hecho sentir en el Congreso, donde hay muchos parlamentarios supuestamente santistas afiliados a la Unidad Nacional que deben tantos favores o le tienen tanto temor a Uribe que son incapaces de enfrentarlo.
A quienes creían que este sería el Congreso de las grandes controversias van a tener que resignarse a presenciar cómo el senador Uribe se burla otra vez del país. Como lo hizo dándose el lujo de que, mientras su séquito de rabiosos y obsecuentes senadores —que lo escoltan hasta para ir al baño— votaban en contra de la proposición de Cepeda, él, con un cinismo insuperable, votó a favor de que se realizara el debate. La hipocresía no tiene límites. Durante su gobierno Uribe no permitió que se cuestionara el paramilitarismo en el parlamento; ahora tampoco como congresista de oposición, para lo cual, quién lo creyera, contó con el apoyo del grueso de la Unidad Nacional.
El Espectador, Bogotá.