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“El Capital” contra “El Capital”: Thomas Piketty enfrenta a Marx (III)

Por José Fernando Ocampo T.  

Es increíble, sobre el libro de Piketty ha hablado todo el mundo. Las columnas de los periódicos sobre el tema, abundan. Y se han expresado las más disímiles posiciones. La prensa económica le ha dedicado páginas enteras, la escrita y la de las redes. Uno encuentra comentaristas de todas las tendencias. En Colombia han escrito en la prensa nacional Sarmiento, Montenegro, Caballero Argáez, De Roux, Uprimiy, Bethoven Herrera y muchos más. Pero también toda la prensa internacional, The New York Times, The Washington Post, The Guardian, The Economist, Le Monde, El País. Grandes economistas mundiales y premios Nobel de economía, como Solow, Stiglitz y Krugman.

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Por José Fernando Ocampo T.  

Es increíble, sobre el libro de Piketty ha hablado todo el mundo. Las columnas de los periódicos sobre el tema, abundan. Y se han expresado las más disímiles posiciones. La prensa económica le ha dedicado páginas enteras, la escrita y la de las redes. Uno encuentra comentaristas de todas las tendencias. En Colombia han escrito en la prensa nacional Sarmiento, Montenegro, Caballero Argáez, De Roux, Uprimiy, Bethoven Herrera y muchos más. Pero también toda la prensa internacional, The New York Times, The Washington Post, The Guardian, The Economist, Le Monde, El País. Grandes economistas mundiales y premios Nobel de economía, como Solow, Stiglitz y Krugman.

Y hasta multimillonarios como Bill Gates, al que periódico El Tiempo de Bogotá le publicó una página entera. ¿Qué es lo que dicen los comentaristas?

Me voy a referir a estos tres premios Nobel de economía y a Bill Gates. Solow es el que hace un análisis más directo de Piketty. Stiglitz se refiere más a su propio libro sobre el mismo tema que al de Piketty. Krugman lo defiende abiertamente con una posición que se calificaría de socialdemócrata. Los tres premios son profesores de las más renombradas universidades estadounidenses. Gates está considerado el hombre más rico del mundo. En su artículo, Krugman de entrada plantea que se trata de un trabajo erudito, “modificador de líneas de pensamiento”. Coincide con Piketty en la profunda desigualdad del capitalismo y en que ella se ha agudizado en el siglo XXI. Reafirma que es un tema central de la economía mundial y que él mismo le ha dedicado más de dos décadas a criticarla.

Pero el centro del artículo de Krugman radica en un enfrentamiento con el conservatismo estadounidense que está aterrado con Piketty y lo cataloga abiertamente como “comunista”. Menciona un gran radical de extrema derecha, William Buckley, reconocido en la academia estadounidense por haber catalogado la economía keynesiana como “colectivista”. Pero Keynes no representaba sino la defensa de un capitalismo de Estado que inspiraría las reformas de Franklin D. Roosevelt en la crisis de los años treinta del siglo pasado. Krugman defiende a Piketty. En un punto neurálgico como es el del libre mercado, dice estar de acuerdo con él, pero otra lectura de su “capital” encuentra una defensa moderada pero firme de la posición neoliberal. Aun así, Krugman plantea que Piketty con su tesis de que la gran riqueza de manera creciente no viene de la actividad empresarial sino de las herencias, ha causado pánico en la derecha intelectual del país del Norte

Stiglitz, por su parte, ha dedicado gran parte de su trabajo a investigar la desigualdad económica. Es su coincidencia con Piketty y con Krugman. Los tres están de acuerdo en la concentración de la riqueza, centrada especialmente en el poder económico del capital financiero, representado por el 1% de la población con tendencia progresiva a una mayor concentración. También coinciden en el papel histórico de las herencias y en su contribución a la concentración de la riqueza. Los tres se sienten angustiados por la desigualdad, por su papel histórico contra la mayoría de la población y con su agudización en los últimos tiempos.

Pero Stiglitz difiere con Piketty en varios aspectos, a pesar de haber escrito ampliamente sobre la desigualdad. Stiglitz propone dos fórmulas para impedir que la desigualdad empeore, una, mediante leyes antimonopólicas con mejoras en las condiciones de vida y de presión social; la otra, tiene que dirigirse a mejores políticas redistributivas. Lo que lo lleva a divergir de Piketty es que aboga por medidas más drásticas que impidan el empeoramiento de la desigualdad. Por eso no está de acuerdo con la fórmula pikettiana de un control mundial sobre el capital financiero ya considerado por el mismo Piketty como utópico. Stiglitz no es utópico, está centrado en las condiciones concretas del desarrollo económico mundial. Por eso no resulta extraño que hubiera sido funcionario del Banco Mundial.

Sigue Solow, otro premio Nobel, no tan activo en la prensa internacional como Krugman y Stiglitz. Resulta sorprendente que el análisis cuidadoso que hace del libro de Piketty lo lleve a plantearse al final una pregunta sobre la viabilidad política del impuesto sobre la riqueza y para responderse que en Estados Unidos hoy no es pensable lograrlo. “Somos,” dice, “políticamente incapaces de poner incluso un impuesto al patrimonio.” E invoca la ilusión estadounidense de hacer de su país una “tierra de la libertad y hogar de los valientes”. Para abstenerse, en seguida, de opinar sobre su posibilidad en Europa. Para Solow, lo que hace novedoso y único a Piketty entre los economistas, es su planteamiento y sus datos de que la renta y la riqueza de los ricos crecen más rápido que el ingreso típico del trabajo. Históricamente “la tasa del rendimiento del capital es mayor que la tasa subyacente de crecimiento”. Solow recuerda que para Piketty la única excepción fue el período de la depresión entre 1910 y 1950, causada por los altos impuestos para financiar las dos guerras mundiales y la depresión causada en las economías de los países contendientes. Pasadas las guerras, afirma con Piketty, “la desigualdad se ha incrementado en el mundo desde 1970.”

En su extensa nota, Solow se detiene en comentar el énfasis de Piketty sobre los desproporcionados ingresos de los “superejecutivos” que dirigen los grandes monopolios en Estados Unidos. Y señala, “el hecho es que gran parte de la desigualdad en el aumento de los ingresos y la riqueza en los Estados Unidos es impulsado por el auge de los ´superejecutivos´”. Ellos son los que logran convertir el pago de su oficio en capital, origen real del fenómeno de la desigualdad. Sobre la base de una serie de argumentos, Solow plantea que Piketty no llega al complicado fondo del enriquecimiento originado en la “dinámica del rico de hacerse más rico”. Es un tema sobre el que hay mucho más que decir, plantea. Y suelta esta sentencia: “los datos sugieren que la concentración de la riqueza y su habilidad para aumentarse favorece el peso de la herencia sobre el del talento”. Es su coincidencia con Piketty de que la renta y la riqueza de los ricos crecen más rápido que el ingreso típico del trabajo.

Para esta nota, sólo me falta mencionar los planteamientos de Bill Gates sobre Piketty. No provienen de los académicos, sino de los multimillonarios, de los “superejecutivos” de Sollow. Su nota fue publicada por El Tiempo en las lecturas de domingo y es de una gran claridad tanto en la exposición de los planteamientos de Piketty como en sus propuestas alternativas. Termina señalando que el debate sobre la riqueza y la desigualdad “ha generado un gran acaloramiento partidista”, sobre el que no tiene una solución “mágica”. Pero también declarándose en contra de la “riqueza dinástica”, a la de la herencia de Piketty, cuya solución radica para él en la filantropía, la cual, no sólo produce beneficios para la sociedad, sino que la reduce y puede convertirse en una parte importante de las soluciones alternativas. Por eso se declara “gran creyente” en el impuesto de sucesiones que debe ser invertido en educación e investigación, para él “la mejor forma de fortalecer nuestro país para el futuro”. Para defenderse de Piketty, critica su propuesta de impuesto progresivo sobre el capital y lo que defiende es un impuesto progresivo sobre el consumo que grave el “generoso estilo de vida” de los que viven de la renta. Y más, hay que defender los inversionistas en empresas igual que a los filántropos. Es en este punto neurálgico en donde radica su diferencia fundamental con Piketty, lejos por supuesto de la utópica posición que este plantea contra el capital financiero.

Resulta interesante, Piketty queda en el medio de las posiciones sobre “el capital”, entre la de Marx y la de Gates, entre la de la transformación del capital y la de su defensa radical. He analizado en estas tres notas la de Marx sobre el fin del capitalismo, he considerado utópica la de Piketty, como él mismo lo plantea, por su propuesta de un impuesto mundial, y me he opuesto a la de Gates por acomodarse al capital financiero. La de los tres premios Nobel de economía está cerca de Piketty—lejos de Gates—y podrían llegar a un acercamiento de oposición al capital financiero y defensa de un capitalismo de pequeños y medianos propietarios, como podría aplicarse en una transformación de las economías dominadas por el capital financiero internacional. Más allá quedaría la del socialismo, sobre la base de la ley de Marx de la caída progresiva de la cuota de ganancia en el capitalismo, como lo analicé en mi primera nota. Piketty no va hasta allá, pero ha planteado el debate fundamental de la economía.

 

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