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Grecia a la Troika: ¡NO, gracias!

Por Campo Elías Galindo A.  

El pasado domingo 5 de julio los griegos fueron a las urnas a decirle sí o no a la refinanciación de su deuda pública (“rescate” se le llama) que les ofrecía la Troika (Fondo Monetario Internacional + Banco Central Europeo + Unión Europea). El resultado ha estremecido no solo a ese continente sino al mundo entero, que en esta era de globalización neoliberal vive bajo la dictadura de las instituciones financieras internacionales. Ya no un gobierno de Izquierda, el de Syriza, ni un presidente díscolo, Alexis Tsipras, ni un grupito de indignados, sino un pueblo entero mediante un certamen democrático, se ha levantado para decirle al poder financiero europeo: ¡NO, gracias!

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Por Campo Elías Galindo A.  

El pasado domingo 5 de julio los griegos fueron a las urnas a decirle sí o no a la refinanciación de su deuda pública (“rescate” se le llama) que les ofrecía la Troika (Fondo Monetario Internacional + Banco Central Europeo + Unión Europea). El resultado ha estremecido no solo a ese continente sino al mundo entero, que en esta era de globalización neoliberal vive bajo la dictadura de las instituciones financieras internacionales. Ya no un gobierno de Izquierda, el de Syriza, ni un presidente díscolo, Alexis Tsipras, ni un grupito de indignados, sino un pueblo entero mediante un certamen democrático, se ha levantado para decirle al poder financiero europeo: ¡NO, gracias!

El nuevo gobierno griego dejó de pagar a sus poderosos acreedores 1.550 millones de euros, obligación que se venció el 30 de junio, asfixiado por un largo proceso de recortes en las nóminas oficiales, reducciones en salarios, subsidios y pensiones, privatizaciones y aumentos de impuestos, todo para satisfacer las duras condiciones que le dictaba el supra-gobierno de la Eurozona encarnado en los grandes bancos.

Si las instituciones financieras no actuaran de manera similar en todo el mundo, y sus víctimas no fuéramos las mayorías en todos los países, el problema sería difícil de entender. Pero veamos que no: esas instituciones son siempre muy “generosas”; tanto que al que no puede pagar, le ofrecen más préstamos para que lo haga. Esa estrategia de prestar de nuevo para proveer liquidez, se va convirtiendo en un círculo vicioso que arruina a los clientes, mientras los prestamistas se quedan con los bienes, y con los países cuando se trata del poder financiero globalizado. Esos nuevos desembolsos a los clientes, desde luego, no son graciosos, sino que van acompañados de exigencias cada vez más duras y más difíciles de cumplir. Es entonces cuando los gobiernos nacionales, de los cuales hacen parte muy importante los banqueros, aprietan el cinturón de la gente, de la gente que no tiene poder, de las grandes mayorías.

Esto último, apretar mucho más el cinturón de la gente, fue lo que no hizo el gobierno de Syriza ante las nuevas exigencias de la Troika para el nuevo “rescate”. Syriza es una coalición de Izquierda que llegó al poder en enero de este año, bajo la consigna central de luchar contra la austeridad y las privaciones que sufre la población, sometida desde hace cinco años a los cobros abusivos de intereses refinanciados. Este es el origen del referendo que tuvo lugar el domingo 5 de julio. Su propósito fue convocar al pueblo griego para que en forma democrática decidiera si mantenía o no el mandato de plantársele a los poderes financieros y exigir otra renegociación que respete unas condiciones de dignidad para los griegos, tan europeos como los alemanes, los franceses, los finlandeses o los belgas.

El pueblo griego está hoy celebrando en las calles. La Zona Euro y sus bancos en cambio, siguen amenazando con días peores a los ya vividos. Empieza a desatarse una ola de solidaridad mundial con el pueblo de Grecia. Es mucho lo que se juega, ante todo porque nunca el capital financiero global había sido retado por una ciudadanía nacional en forma tan contundente y directa. Aquí entonces, estamos ante la confrontación entre la democracia y el poder de facto del dinero, entre la democracia y unas tecnocracias elegidas por nadie para dictar la política económica de los países y afectar las condiciones de vida de las mayorías ciudadanas.

¡Hasta dónde ha llegado el neoliberalismo! Los manuales de economía explican todas las cartas a jugar cuando cae el PIB, cuando hay inflación, recesión, desempleo, desbalances y crisis económicas de todos los colores. Pero esos manuales no sirven para la mayoría de países de la bella Europa, porque todos están amarrados al euro y el euro está en el bolsillo de la Troika. Sin moneda nacional, sin política económica nacional, y gobernados por un banco central autónomo, esas naciones están condenadas a la división entre las “viables” y las “no viables”, clubes de ricos y clubes de pobres, “norte” y “sur” dentro de un mismo pequeño continente. Lo que empieza a dibujarse es un proyecto nada unitario, donde hoy es Grecia la castigada pero algunos de sus vecinos tienen ya las barbas en remojo.

El daño está hecho. La economía griega está en bancarrota y el triunfo del NO en el referendo tampoco le devolverá los equilibrios. Lo importante es que la movilización popular logró politizar el problema, sacarlo de las sumas, las restas, las cifras y las operaciones financieras. El asunto quedó en blanco y negro: a Europa como al resto del mundo, la gobiernan los bancos o la gobiernan las autoridades políticas que eligen los ciudadanos. ¿De cuándo a acá los estados nacionales entregaron sus atribuciones y su autonomía económica al capital financiero corporativizado?

Lo que los griegos han logrado es poner la negociación de su deuda en otros términos. Le han dicho a sus acreedores que no pagarán con su dignidad, que parte de la deuda debe ser condonada porque es injusta y es ilegítima. El triunfo holgado del NO, a pesar de las amenazas veladas de la Troika, es pues, una derrota al chantaje proveniente del FMI, el BCE y sus dolientes de ocasión, los gobiernos de Alemania y Francia.

Grecia tenía poco que perder. Aceptar el “rescate” hubiera sido prolongar su larga agonía y mantenerse indefinidamente humillada; cualquiera entiende que su deuda, 175% del PIB, es simplemente impagable. Uno de los escenarios posibles, aunque suena extremo, sería la salida de ese país de la Eurozona. Es un hipotético futuro no deseado por los griegos pero insinuado por la Troika, que puede significar el golpe más duro hasta hoy recibido por el gran proyecto de la integración europea.

El sacrificio de los griegos viene de cinco años atrás, y su permanencia en la zona del euro amenaza prolongarlo. La voluntad que se impuso el 5 de julio es precisamente salir de ese atolladero de los intereses y los plazos imposibles, pero habrá sacrificios porque el daño no es fácilmente reversible. Los banqueros internacionales tienen ya en sus arcas los salarios, pensiones y subsidios dejados de pagar, los incrementos de los impuestos decretados y las empresas griegas privatizadas. Nada de lo mal habido será devuelto ni los despojados serán reparados. Como si fuera poco, los bancos locales quedaron ilíquidos y los cuenta-habientes solo pueden retirar por estos días, hasta 60 euros diarios.

En pocos días estarán de nuevo las partes en la mesa de negociación. Pero la atmósfera será otra. Ahora el “rescate” correrá por cuenta del pueblo griego, quien deberá terminar la lección que empezó este 5 de julio: el rescate de su dignidad. Si la cultura occidental no se entiende sin Europa, Europa es inconcebible sin la cultura griega, sin ese país sureño de 11 millones de habitantes y 1.400 islas, quizá el primero del que oímos hablar en los bancos escolares y el que siempre viene a la mente cuando nos hablan de filosofía, de ciencia, de arte y política.

Los gobiernos neoliberales que precedieron al actual, son ciento por ciento co-responsables de esta nueva tragedia griega. Unos liberales, otros conservadores, otros socialdemócratas, recibieron a dos manos los empréstitos y a dos manos los malgastaron, al tiempo que ponían al pueblo a pagar lo impagable; empeñaron el país y los ingresos de la gente sin contemplación ni medida. El neoliberalismo es el credo no solo de la Troika sino de casi todos los gobiernos del siglo XXI en los cinco continentes; es el ideario del capitalismo del siglo XIX desempolvado hoy, para reducir los pueblos a la miseria y  hacer crecer la riqueza de minorías cada vez más exiguas. En el neoliberalismo las instituciones financieras no solamente gobiernan nuestras vidas, sino que gobiernan también los países; sus frías cifras remplazan paulatinamente a las leyes; son el reloj que ya no marca las horas y los minutos sino los indicadores económicos de cada momento.

La hora de los gobiernos neoliberales, ha sido también la hora de la mezquindad. El FMI y sus socios no han podido ocultar que su intransigencia frente a Atenas se fundamenta en un cálculo político sobre las posibles consecuencias de un efecto “contagio”. Si bien el izquierdista gobierno de Syriza y Alexis Tsipras salió fortalecido del referendo, una negociación exitosa con la Troika lo puede catapultar a un liderazgo ya no nacional sino de dimensión regional que puede abarcar todo el sur de Europa, compuesto de naciones azotadas por el euro, donde sobresale España, igualmente con una Izquierda joven y en ascenso que lidera el movimiento Podemos de Pablo Iglesias.

La dureza contra Grecia ha querido ser ejemplarizante. Pretende que a nadie se le ocurra a futuro desacatar las directrices que llegan del norte, desafiar la arquitectura financiera neoliberal de Europa y por lo tanto, elegir gobiernos a la izquierda de la socialdemocracia tradicional, que subviertan el orden dictatorial ilustrado que reina en ese continente. La señora Christine Lagarde, francesa y directora gerente del FMI, que hace poco mandó a los griegos a pagar sus impuestos, se dice ahora dispuesta a ayudar a Atenas pero luego anuncia que no habrá nuevos créditos debido a las políticas de Tsipras sobre el cese de pagos. Las altas autoridades de la Troika hacen consultas sin lograr ponerse de acuerdo. Pero el problema se agranda con las horas: ¿Cómo negociar sin estimular el efecto “contagio”? ¿Cómo mantener la unidad de la zona Euro, así sea formal? ¿Cómo preservar la fortaleza del euro frente al dólar? ¿Cómo derrotar políticamente al gobierno de Syriza? y además, ¿Cómo mantener la legitimidad de las tecnocracias, que a la larga soportan la gestión y la operatividad de las grandes instituciones?

Cuando en Grecia, en Colombia o en cualquier país del mundo, los ciudadanos eligen gobiernos, depositan en ellos mandatos, soberanía, funciones y atribuciones. Por lo tanto, cuando no son esos gobiernos los que pueden manejar los conflictos y las situaciones que vive la gente, la democracia representativa se convierte en ficción. Más grave aún, cuando esas atribuciones son transferidas o usurpadas por poderes ajenos a los nacionales. La democracia representativa ha salido también mal librada en el referendo griego. Tsipras y su equipo lo que han hecho es privilegiar la participación y la expresión democrática directa, renovando el mandato conferido por los electores solo seis meses antes. La renovada fuerza democrática de ese mandato deberá ser ahora respetada por toda Europa.

La decisión de llevar a una votación pública el tema de la deuda y la austeridad, fue tildada de “populista” por algunos. Lo que les hubiera gustado pero no lo confiesan, es un manejo autoritario y a puerta cerrada de los intereses y las condiciones de vida de la población, para seguirla llevando como rebaño a la humillación colectiva en que vive actualmente gran parte de la humanidad. Solo la democracia participativa ha hecho posible el NO del pueblo griego a quienes pretenden subyugarlo por cien años más.

@CampoEGalindo

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