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La enormidad es una pesadilla

Por Fander Falconí   

Donald Trump, el candidato de la derecha estadounidense, repite una frase trillada que es la favorita de los conservadores: “Let’s make America great again” (Hagamos otra vez grande a Estados Unidos, lo que ellos llaman América). Creo que Trump usa ese eslogan por vagancia, pues todo en su país ya está demasiado grande. En realidad, no solo en su país sino en todo el primer mundo capitalista. Personas grandes (léase obesas) comiendo hamburguesas triples y bebiendo refrescos de un litro en enormes patios de comidas de gigantescos centros comerciales (‘malls’, explanadas, los llaman ahora). Gente grande que consume y desperdicia  alimentos, ropa y energía a un ritmo vertiginoso; de paso, están destruyendo el planeta.

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Por Fander Falconí   

Donald Trump, el candidato de la derecha estadounidense, repite una frase trillada que es la favorita de los conservadores: “Let’s make America great again” (Hagamos otra vez grande a Estados Unidos, lo que ellos llaman América). Creo que Trump usa ese eslogan por vagancia, pues todo en su país ya está demasiado grande. En realidad, no solo en su país sino en todo el primer mundo capitalista. Personas grandes (léase obesas) comiendo hamburguesas triples y bebiendo refrescos de un litro en enormes patios de comidas de gigantescos centros comerciales (‘malls’, explanadas, los llaman ahora). Gente grande que consume y desperdicia  alimentos, ropa y energía a un ritmo vertiginoso; de paso, están destruyendo el planeta.

En esa híper-mega-dimensión se anuncia la llegada del padrastro de todos los Tratados de Libre Comercio (TLC): el más obeso ente económico que se haya visto hasta ahora, ¡el matrimonio entre Gargantúa y Tremebunda! Damas y caballeros: el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea. Tanto nos esforzamos los países pobres en integrar un Sur unido, cuando se nos adelantan los países ricos con esta santa cofradía del Norte. Es el Tratado Transatlántico de Comercio e inversión (TTIP, por sus siglas en inglés).  

El presidente estadounidense Barack Obama anunció en Europa que ese tratado podría cerrarse antes de que culmine su mandato, este año. Y lo dijo al lado de la canciller alemana, Ángela Merkel. Ella también aprueba este acuerdo. Claro, ya han estado en la ronda 13 en Bruselas, la capital no oficial de Europa. Pero durante la visita de Obama, unas 50 mil personas se manifestaron en contra del tratado comercial. Esas personas temen que, en vez de fortalecer a los países pequeños, el TTIP será solo ganancia para las grandes empresas. Los grupos ecologistas lo rechazan de plano. Las asociaciones de consumidores y los sindicatos en Europa también se oponen. La campaña #DirigidosxTTIP denuncia que hay un acuerdo entre los lobbies corporativos y los gobiernos, a fin de reducir las normas y estándares sociales y ambientales.

Si tantos dicen que les va a perjudicar el tratado, ¿quién será el favorecido? Hay cifras reveladoras: en Estados Unidos, el 1% de las empresas realiza el 80% de las exportaciones. En los países emergentes, ese 1% es responsable del 50% de las exportaciones, pero ya mismo se igualan con Estados Unidos. Así lo afirma la renombrada economista Caroline Freund en su estudio ‘Rich People, Poor Countries’ (Personas ricas, países pobres). Entre herencias, especulaciones, contactos políticos, ahí están los nuevos multimillonarios. “El capitalismo amiguista, en el cual los ricos y poderosos usan las conexiones políticas para distorsionar las regulaciones gubernamentales y la tributación, reduce la productividad y causa daño al crecimiento”, asegura la investigadora Freund. Así que el fenómeno palanqueo-nepotismo-favoritismo no es un mal exclusivo de Latinoamérica y del mundo árabe: ocurre a nivel mundial a escala gigantesca. Parafraseando el título clásico Lo pequeño es hermoso, del economista alemán E.F. Schumacher, parece que La enormidad es una pesadilla.

El Telégrafo, Ecuador.

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