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La insoportable ‘La Voz Kids’

Por Florence Thomas  

Se trata, ni más ni menos, de un aprestamiento forzado al espíritu de competencia propio de una sociedad capitalista y mediática.

Mientras todo un país se conmueve por La Voz Kids, yo prefiero diferir enérgicamente. Mientras miles de personas alaban la calidad del canto, la ternura de aquel o aquella concursante, yo prefiero lanzar mi voz de protesta por la defensa de la infancia sin manipulaciones, sin forcejos y sin afanes.

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Por Florence Thomas  

Se trata, ni más ni menos, de un aprestamiento forzado al espíritu de competencia propio de una sociedad capitalista y mediática.

Mientras todo un país se conmueve por La Voz Kids, yo prefiero diferir enérgicamente. Mientras miles de personas alaban la calidad del canto, la ternura de aquel o aquella concursante, yo prefiero lanzar mi voz de protesta por la defensa de la infancia sin manipulaciones, sin forcejos y sin afanes.

Una infancia que toma el tiempo necesario para llegar a la adolescencia y tranquilamente a la adultez.

En ese sentido, opino que La Voz Kids es un adefesio comercial que busca rentabilizar la manipulación e incentivar el sentido de competencia de unos niños y niñas que claramente cuentan con un marco jurídico que debería proteger sus derechos a una infancia sana.

Y, por supuesto, se me viene a la cabeza el matoneo homofóbico al que fue sometido en las redes sociales el hijo de Juan Pablo Ángel, joven participante del programa. Este tipo de hechos, ya lo comprobamos con el doloroso suicidio del joven Sergio Urrego, estudiante del Gimnasio Castillo Campestre, pueden tener consecuencias devastadoras para estos niños y niñas. Claro, los representantes del canal pueden aducir que no son de su responsabilidad las expresiones de una sociedad aún tan intolerante y conservadora, pero creo que el punto es que precisamente en este caso el origen del asunto puede estar aguas arriba, en la manera en que presentan –¿o debería decir exponen?– a estos y estas jóvenes a los comentarios de las redes sociales.

Vamos a lo que vamos, o a lo que vemos: niñas intentando ser sexis para encantar al jurado, niños incómodos en su rol de tristes imitadores de adultos, tratando de triunfar a como dé lugar para ser alguien en este duro mundo. El formato del programa La Voz Kids inscribe a sus participantes en una situación de adultos precoces, cortándoles toda posibilidad de explorar con libertad las expresiones propias de una situación de crecimiento espontáneo.

Se trata, ni más ni menos, de un aprestamiento forzado al espíritu de competencia propio de una sociedad capitalista y mediática. Estamos hablando de una presión indebida a los niños y a las niñas, una elaborada variante más del famoso matoneo del que tanto se habla ahora en nuestros medios. Prueba de ello son las reacciones indebidas de algunos de los internautas ante los videos de las presentaciones de los participantes colgados en YouTube. El caso del hijo de Juan Pablo Ángel no es el único y les aseguro que hay comentarios que por puro respeto a los lectores y a los derechos de estos niños y niñas me abstengo de publicar.

¿Quién protege los derechos vulnerados de estos y estas jóvenes? Sé que el artículo 20 de nuestra Constitución nos recuerda que los medios no tendrán censura, pero nos recuerda también que deben demostrar y definir claramente su responsabilidad hacia la sociedad. Este tipo de programa con su afán de lucro nos demuestra hasta qué punto el rating puede producir algo totalmente contrario al espíritu de este mandato constitucional.

En fin, por qué no dejamos a los niños y las niñas levantar cometas, jugar fútbol, vestir blue jean, pintar, ensuciarse, reír y soñar sus propias historias. Por qué no dejamos a los niños y las niñas ser niños y niñas, vivir ese tiempo llamado infancia, alejados en la medida de lo posible de ese conjunto de valores que gobiernan el mundo mediático, consumista, revanchista, guerrero y lleno de manipulaciones comerciales. Y que canten en la ducha, en el colegio, con sus amigos y amigas, que estén en el coro del barrio, del colegio, por supuesto que sí. Que canten como niños y niñas y no jugando a ser adultos antes de tiempo.

 

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