Columnistas
¿La supuesta paz de Santos?
Por Víctor Correa Vélez
Con la imagen reciente de las manifestaciones por parte de sectores que se oponen a la salida negociada a la guerra, se avizora en la opinión publica una rapacidad que pretende realizar un cuestionamiento al proceso de paz a través de una lectura impregnada del malestar de la población colombiana, malestar que dicho de paso, no es más que una serie de profundos reclamos acumulados a través de distintos gobiernos por la no realización de sus derechos.
Los problemas en la salud, la educación, en la administración de lo público, se han incubado durante largos periodos de tiempo en la sociedad colombiana y esta enfermedad crónica ha encontrado un punto agudo en las lesivas reformas introducidas por el gobierno de Juan Manuel Santos.
Por Víctor Correa Vélez
Con la imagen reciente de las manifestaciones por parte de sectores que se oponen a la salida negociada a la guerra, se avizora en la opinión publica una rapacidad que pretende realizar un cuestionamiento al proceso de paz a través de una lectura impregnada del malestar de la población colombiana, malestar que dicho de paso, no es más que una serie de profundos reclamos acumulados a través de distintos gobiernos por la no realización de sus derechos.
Los problemas en la salud, la educación, en la administración de lo público, se han incubado durante largos periodos de tiempo en la sociedad colombiana y esta enfermedad crónica ha encontrado un punto agudo en las lesivas reformas introducidas por el gobierno de Juan Manuel Santos.
Frente a estas circunstancias los diferentes actores sociales no son insensibles y no podrían serlo.
Hoy cobra sentido la necedad con la que el gobierno insiste en un mecanismo de refrendación decidido de forma unilateral como el del plebiscito, la conveniencia política de implantar reformas y amarrar la paz a la aceptación silenciosa de estas, precisa de una sociedad inmóvil, y que mejor forma de obtenerla que amarrándola al temor de perder un anhelo tan profundo como la paz.
Es nuestro deber aclarar esa falsa paradoja en la que nos quiere sumir el gobierno, es nuestro deber decir que para el movimiento social poder ser a plenitud requiere el fin del enfrentamiento armado, pero también; que es de la naturaleza del movimiento social oponerse a aquellos cambios que amenazan la vida digna de los colombianos.
Y aquí debemos deslindar las viciosas iniciativas gubernamentales del apoyo al proceso de paz, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, dirían los abuelos, estamos obligados a discernir, a no tragar entero, porque a ISAGEN no la vendieron para financiar la paz y la reforma tributaria que profundiza la desigualdad para saldar la mala administración de las épocas de bonanza no busca asegurar el futuro en paz si no llenar el hueco causado por el pasado de corrupción y despilfarro.
Debemos ser contundentes y al mismo tiempo claros, la paz es un mandato que se dio al gobierno en el segundo periodo y en tanto no puede deslindarse de hacer todo lo posible para obtenerla, todo lo demás son abusos, nos oponemos a la política económica y social de este gobierno, nos oponemos al paupérrimo aumento del salario mínimo, a la lluvia de impuestos, a la expansión de la carencia y aun así apoyaremos la paz -sin dejar de protestar- porque al final de las cuentas para eso queremos la paz, para expresarnos libremente sin que nos maten, sin que nos descalifiquen, sin que nos anden molestando con tanta hijuepuerca averiguadera -como diría Oscar Humberto Gómez- si somos elenos, epelos, si apoyo a las AUC o si soy de las FARC.
No renunciaremos a protestar contra las injusticias, por que decirle sí a la paz no es decirle sí a las políticas del presidente, pero también saldremos a las calles a apoyar el fin de este conflicto, pues esta no es la supuesta paz de Santos, es la paz de todo el pueblo colombiano.
@VictorJCorreaV