Columnistas
Más de un millón de Podemos en España
Por Alfredo Serrano Mancilla
Nunca es fácil interpretar los datos procedentes de esa gran caja negra que constituye la urna el día en que los ciudadanos están invitados a decir algo mediante su voto. Son múltiples las lecturas y elucubraciones de cualquier resultado electoral, y más si éste tiene que ver con una institución en la que creen muy pocos. No hay dudas de que el Parlamento de la Unión Europea (UE) es mucho menos conocido que el euro o el efecto de esta arma de destrucción masiva para tanta mayoría empobrecida en el sur europeo.
Por Alfredo Serrano Mancilla
Nunca es fácil interpretar los datos procedentes de esa gran caja negra que constituye la urna el día en que los ciudadanos están invitados a decir algo mediante su voto. Son múltiples las lecturas y elucubraciones de cualquier resultado electoral, y más si éste tiene que ver con una institución en la que creen muy pocos. No hay dudas de que el Parlamento de la Unión Europea (UE) es mucho menos conocido que el euro o el efecto de esta arma de destrucción masiva para tanta mayoría empobrecida en el sur europeo.
El déficit democrático de la vigente UE venía marcando esta contienda electoral. El creciente desapego a esta institución es directamente proporcional a su subordinación a los intereses de un poder económico-financiero concentrado en muy pocas manos. Los datos son elocuentes en este sentido: seis de cada diez europeos siente que su voz no cuenta en la UE; el 69 por ciento de los europeos desconfía de ella; en España, en 6 años, se ha pasado de una valoración positiva de +42 puntos a una negativa de -58 puntos; el 73 por ciento de españoles desconfía en la UE.
A pesar de que esta cita electoral tiene mayor relevancia que las anteriores (porque se vota a europarlamentarios que sí han de elegir al presidente europeo), lo que realmente estaba en juego era saber qué pensaba la mayoría de los europeos sobre la UE que decidió desde su inicio gravitar sobre la tasa de ganancia del gran capital privado excluyendo a las mayorías populares. Ese monopolio de la política europea, presentada en forma bipartidista, Partido Socialista y Partido Popular, responsable de comandar la integración fallida neoliberal, tenía que pasar su examen ciudadano. La nota es elocuente: rotundo suspenso, con atisbos de ser irreversible. Más de la mitad de los europeos no fueron a votar y una gran mayoría de votantes fue para aquellas propuestas que cuestionaban ese modelo UE desde una u otra arista. Esa suerte de monopolítica, también llamada bipartidismo, definitivamente perdió en esta cita al mismo tiempo que otras fuerzas políticas surgieron con mucho ímpetu llegando a representar casi el 50 por ciento del total de la Eurocámara. A la victoria de la izquierdosa Syriza en Grecia, o la ultra derecha en Francia, o del ascenso de otras alternativas en Reino Unido o Alemania, se suma una grata sorpresa para el decadente panorama partidocrático en la política en España.
El grito “sí se puede” no es novedoso en política; lo verdaderamente original es que en España hubo 1.245.948 Podemos, esto es, un 7,97 por ciento de votos que declaran poder cambiar la democracia aparente y pactada por unos pocos por otra democracia real que democratice todos los ámbitos de la vida política, social y económica. Esta formación política, Podemos, de sólo cuatro meses de vida, organizada en círculos ciudadanos a lo largo de todo el territorio, con una dinámica regeneradora de la vida política, cuestionando el Pacto por Arriba, Paco de Elites, a la casta dominante de la política y las instituciones, aparece en España con intenciones de quedarse. Esta emergencia además no es a costa del tradicional partido de izquierda en España, que también sumó un millón y medio de votos. La importancia de Podemos no sólo está en los cinco europarlamentarios logrados, sino que lo ha hecho contra corriente de la hegemonía neoliberal mediática, con un relato fresco, sin corset, mostrando mucha empatía con una gran parte del pueblo gracias a su tono sincero, de tolerancia cero frente a la corrupción, frente a la venta de soberanía del Sur a favor del capital del Norte. Este más de millón de votos demuestra que hay mucha voluntad de que Podemos democratizar la economía humanizándola al servicio de todos, auditar la deuda ilegítima, reapropiarse de los sectores estratégicos, garantizar los derechos humanos desde la política pública. A todos esos Podemos, plasmado en su programa electoral, se suma una propuesta que devuelva la democracia a su pueblo para elaborar una nueva Constitución sin tener que pactarla con el franquismo ni con el poder financiero transnacional, mediante una Asamblea Constituyente de puertas abiertas para que estén todos y no solamente un grupo de sabios. Podemos, sólo con 100.000 euros gastados en una campaña donde los grandes gastan cifras astronómicas, con todo en contra, con silencio por parte de las encuestadoras dependientes, supo poner de su lado a muchos ciudadanos a los que les habían robado incluso el anhelo de tener esperanzas. Tras el 15M, Podemos se atrevió a mover ficha para convertir la indignación en cambio político, con entusiasmo. A pesar de la gran victoria, Podemos, por ahora, no ha logrado los objetivos planteados. Así dijo Pablo Iglesias, el profesor universitario y presentador de televisión que lidera este instrumento electoral del nuevo movimiento político; Podemos puede ser el inicio de una nueva etapa política de cara a las próximas elecciones presidenciales el año próximo.
Alfredo Serrano Mancilla, doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona (España), es director ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (CELAG).
Página/12, Buenos Aires.