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El capital en el siglo XXI

Por Fander Falconí  

El motor que pone en marcha a las sociedades capitalistas es la ganancia privada y la acumulación, que son lo que genera las contradicciones sociales inmediatas entre ricos y pobres, y establece las diferencias entre países ricos del Norte y países empobrecidos del Sur, que forman parte de la civilización occidental capitalista.

El aumento de la concentración de la riqueza y el ingreso es propio del sistema capitalista.

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Por Fander Falconí  

El motor que pone en marcha a las sociedades capitalistas es la ganancia privada y la acumulación, que son lo que genera las contradicciones sociales inmediatas entre ricos y pobres, y establece las diferencias entre países ricos del Norte y países empobrecidos del Sur, que forman parte de la civilización occidental capitalista.

El aumento de la concentración de la riqueza y el ingreso es propio del sistema capitalista.

Este es el argumento central del libro Capital in the Twenty- First Century (publicado en francés en 2013 y en inglés en 2014), de Thomas Piketty, que ha causado un gran revuelo internacional. Es poco usual que un texto académico de economía conste en la lista de los libros más vendidos en EE.UU. y en Europa.

De acuerdo a Piketty, cuando la tasa de retorno del capital excede a la tasa de crecimiento del producto y del ingreso, como ocurrió en el siglo XIX y parece repetirse en el siglo XXI, el capitalismo genera en forma automática arbitrariedad e inequidades, que disminuyen los valores meritocráticos sobre los cuales se asientan las sociedades democráticas. Buena parte de esta riqueza es heredada por los más ricos.

Ahora los niveles de desigualdad en EE.UU. son equivalentes a los que había en Europa a comienzos del siglo XX, según el economista francés. Del mismo modo, la  participación en el ingreso nacional de los norteamericanos más ricos en EE.UU. (45-50% entre 2000 y 2010) es similar a lo que había a fines de los años veinte del siglo pasado.

La desigualdad parece indetenible. Frente a ello, propone aplicar medidas para regular la economía mundial, tal como un impuesto progresivo global al capital, en forma concreta a la riqueza, junto con una profunda transparencia de las finanzas internacionales.

El Financial Times publicó un artículo muy crítico a sus cálculos. La revista británica The Economist denominó a Piketty como “el moderno Marx”. Sin embargo, en una entrevista, el ahora afamado economista indicó que no había leído el influyente libro El capital, de Karl Marx, escrito en la segunda mitad del siglo XIX.

También es necesario precisar que el autor no hace un análisis marxista, no define apropiadamente clase social ni capital, y en este sentido más bien se lo debería relacionar con John Stuart Mill (el mismo que habló por primera vez de la transición del crecimiento económico a un ‘estado estacionario’), que a mediados del siglo XIX propuso un impuesto del 100% sobre las herencias, para que la riqueza sea producto de la meritocracia social y no de la herencia. O sea, más que raíces marxistas, Piketty tendría raíces clásicas o preneoclásicas.

En su libro, Piketty nos dice que hemos regresado a un capitalismo oligárquico, similar al de antes de la Primera Guerra Mundial.

Los consejos de optimización y eficiencia de la mano invisible del paradigma neoclásico del cual se deriva el neoliberalismo, no sirvieron para detenerla, como tampoco fueron útiles las recomendaciones keynesianas -el impulso económico y social mediante inversión pública en momentos recesivos- para detener la Segunda Guerra Mundial.

Es poco probable que las advertencias de Piketty puedan valer para frenar una resolución violenta de lo que sufrimos en estos días.

Está claro que unos niveles de concentración del ingreso y la riqueza, como lo demuestra Piketty con una valiosa evidencia empírica, solo pueden acelerar el cúmulo de contradicciones del capitalismo salvaje en el siglo XXI.

El Telégrafo, Ecuador, .

 

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