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Una economía a oscuras

Por José Roberto Acosta  

Ver al presidente Santos trabajando a la luz de una vela no sólo es triste sino perturbador: es evidencia de que él mismo no ve luz al final de un largo y frío túnel de crisis económica en el que está entrando el país.

El ministro de Hacienda alardea un ajuste del gasto público mientras alcahuetea, con cargo al presupuesto nacional, multimillonarios contratos para su hermano, Hernán Cárdenas. Vendió Isagén dizque para hacer vías de infraestructura, mientras la infraestructura energética colapsa en la cara de los ciudadanos.

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Por José Roberto Acosta  

Ver al presidente Santos trabajando a la luz de una vela no sólo es triste sino perturbador: es evidencia de que él mismo no ve luz al final de un largo y frío túnel de crisis económica en el que está entrando el país.

El ministro de Hacienda alardea un ajuste del gasto público mientras alcahuetea, con cargo al presupuesto nacional, multimillonarios contratos para su hermano, Hernán Cárdenas. Vendió Isagén dizque para hacer vías de infraestructura, mientras la infraestructura energética colapsa en la cara de los ciudadanos.

Por si fuera poco, del dinero recibido por tan desafortunada privatización no ha llegado un solo centavo a la Financiera de Desarrollo Nacional, que además arriesgará esos recursos públicos prestándolos a un pequeño grupo de constructores privados, entre los que se cuenta la multinacional Odebrecht, cuyo dueño ya fue condenado por corrupción en Brasil.

La Comisión de Regulación de Energía y Gas, así como el gremio de las empresas generadoras de energía, afirman cínicamente que el fallido parque termoeléctrico hizo sus inversiones dizque “sin un solo peso de los colombianos”, como si el cargo por confiabilidad recaudado mediante las facturas a los usuarios, en una captación masiva y sistemática de fondos por valor de $16 billones, no hubiera sido el flujo de caja que dio la seguridad a los piratas financieros privados para enriquecerse, mientras que, como en el caso de Termocandelaria, nos dejan los fierros a ver qué podemos hacer con ellos después de que los cálculos les empezaron a dar pérdidas.

Exministros que con nombre propio he descrito en esta columna se pavonean entre conflictos de interés privilegiando sus beneficios privados sobre los públicos, mientras disfrazan de “tecnocracia” equivocadas decisiones que desembocan en un apagón que ya, de manera selectiva y no oficial, se ha empezado a aplicar desde esta semana en varios lugares del país.

Algunos ocultan la actual crisis económica que, al igual que en anteriores bonanzas, detonó en una enfermedad holandesa que hoy se evidencia en disminución de exportaciones industriales y agrícolas, a pesar de la fuerte devaluación.

Despreciable corrupción, premeditada negligencia como en Reficar y medios de comunicación cooptados o amedrentados por matoneo judicial son elementos que oscurecen el futuro económico del país. Pero cabe recordarle al Gobierno que “la realidad también existe”.

@jrobertoacosta1

El Espectador, Bogotá.

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