Columnistas
Clara López, la esperanza ciudadana
Por Felipe Pineda Ruiz
Parece una enfermedad que se expande por la epidermis de la opinión pública contemporánea: el vaciamiento de la democracia ha logrado desaparecer casi por completo los contenidos, los postulados y las formas en la política del cada vez más líquido siglo XXI. La contienda electoral que tendrá lugar este 25 de octubre para definir al futuro alcalde de Bogotá no es la excepción: nos encontramos ante una campaña atípica en donde los debates televisivos, y en general masivos, han sido borrados por completo.
Por Felipe Pineda Ruiz
Parece una enfermedad que se expande por la epidermis de la opinión pública contemporánea: el vaciamiento de la democracia ha logrado desaparecer casi por completo los contenidos, los postulados y las formas en la política del cada vez más líquido siglo XXI. La contienda electoral que tendrá lugar este 25 de octubre para definir al futuro alcalde de Bogotá no es la excepción: nos encontramos ante una campaña atípica en donde los debates televisivos, y en general masivos, han sido borrados por completo.
La cruenta batalla por el segundo cargo más importante del país se convierte en uno de los comicios regionales más desequilibrantes de la historia, ya que sin duda delineará por completo el futuro de diversos actores y acontecimientos:
1) Para el proceso de paz, que se verá fortalecido o afectado de acuerdo a quien se haga a la victoria en la capital.
2) Para las aspiraciones presidenciales futuras de Robledo y Petro (con Clara), de Vargas Lleras (con Peñalosa) y De la Calle o el candidato escogido por la casa Gaviria (con Pardo).
3) Para la Unidad Nacional de Juan Manuel Santos que por última vez acudirá de manera conjunta a unas elecciones debido a los diversos intereses de los miembros de su coalición.
4) Para quienes se oponen al proceso de paz (alinderados con Peñalosa) y quienes, desde los sectores de poder, intentan crear las condiciones para que las FARC firmen un acuerdo inicuo, alejado de cualquier tinte reformista. El triunfo del ex alcalde capitalino permitiría una entrada triunfal e incidente del hasta ahora reacio ex presidente Uribe a la mesa de La Habana.
Los últimos 40 días de disputa por el segundo cargo más importante del país plantean un escenario de radicalización sin precedentes que sin duda se convertirá en la reedición de las elecciones presidenciales, en una pugna nuevamente dual: guerra vs. paz y/o coalición autoritaria vs. bloque democrático y alternativo.
Por ello, los sectores demócratas han venido en los últimos días sumándose a la única candidatura que representa los intereses de la gente del común y de ese amplio conglomerado de sectores sociales, comunitarios, culturales, vecinales y ciudadanos que no van a dudar en dar su voto de confianza por la candidata Clara López, la representante del multicolor crisol alternativo, la única capaz de mantener en manos del distrito sus empresas públicas, la única con voluntad real, como recientemente lo manifestó la valerosa ex candidata progresista María Mercedes Maldonado, de defender el plan de desarrollo y las políticas de medio ambiente que actualmente se llevan a cabo en la urbe.
La adhesión de un significativo grupo perteneciente al liberalismo, el ingreso del movimiento Progresistas del alcalde Petro y el apoyo de un mayoritario sector de Alianza Verde, le dan vida a la verdadera candidatura ciudadana y plural de López, aspiración que reúne los anhelos de las mayorías capitalinas, que se hacen presentes para evitar que la ciudad y su tejido social- participativo, en los barrios y las localidades, se tiña de gris ante la arremetida que significaría la llegada de Pardo o Peñalosa al Palacio de Liévano.
El llamado a la confluencia de hace algunos meses, que desde la iniciativa social Somos Ciudadanos lanzábamos de manera premonitoria a la opinión pública y que en su momento denominamos “En defensa de las conquistas sociales en Bogotá” (http://bit.ly/1KwlVDR), cobra total vigencia en esta coyuntura marcada por contradicciones irreconciliables entre los intereses de los “grandes pulpos” del poder nacional enfrentados a los anhelos de las gentes del común.
La de López es sin dudas la única candidatura que ofrece un modelo diferente al que fracasa estrepitosamente en decenas de departamentos y municipios a lo largo y ancho del país, y la única que defiende la impresionante ejecutoria social de las administraciones alternativas que gobernaron en la última década en Bogotá y que tiene para mostrar cifras sin precedentes en lo cuantitativo: la inversión social durante estos 12 años saltó de 2,47 a 10,1 billones a nivel general, de 0,91 a 2,28 en salud, de 0,98 a 2,87 en educación durante el periodo comprendido entre los años 2003 a 2014 (http://bit.ly/1FqlYnL).
En lo cualitativo es necesario destacar como la ciudad se convirtió en pionera a nivel nacional del programa de gratuidad en la educación, como se redujo a la mitad el déficit habitacional y como la capital paso a ser la cuarta ciudad más atractiva para la inversión en América Latina (Ranking de Ciudades Latinoamericanas para la Atracción de Inversiones de IdN y CEPEC, 2014).
Sin embargo, bajo el colorido paisaje capitalino se conspira en secreto y de manera subrepticia el rapto express de Bogotá: la privatización de jardines infantiles, colegios, parques, comedores comunitarios, canchas y áreas comunes, cuyos días seguramente estarán contados en caso de una victoria de los postulantes de Santos y Uribe.
No es una elucubración paranoica, el triunfo de Pardo o Peñalosa significaría el fin de la ciudad de derechos y el derecho de ciudad en todo el sentido de la palabra para decenas de grupos poblacionales que han logrado salir de la marginalidad desde 2004 debido a la ruptura con el proceso de exclusión y mercantilización de lo que se considera básico e inalienable, ajeno a cualquier intento de lucro.
En un artículo publicado hace algunos meses, sin proponérmelo, hacía una radiografía de lo que la candidatura de Clara López significa para el futuro de la ciudad en el contexto turbulento actual: “En una etapa mediada por los significados diluidos, el marketing, los eslóganes demagógicos y la antidemocracia disfrazada de anti-política, la defensa de los derechos sociales acaba con la pretensión de unos pocos (ellos) de travestir las reivindicaciones de las mayorías (nosotros) para darle largo aliento a los ejes de la verdadera razón ciudadana: la comunidad, el encuentro entre distintos, la defensa de lo público, la solidaridad, la construcción colectiva de identidades y la reivindicación de la lucha social entendida como un proceso histórico que trasciende más allá de los tiempos” (http://bit.ly/1NIoHds).
@pineda0ruiz