¿Clara sí? ¿Clara No?

Por Alberto Casas Santamaría  

¿Clara López para alcalde de Bogotá? Es la pregunta que muchos se hacen después de conocer los primeros resultados de una encuesta que muestra las preferencias de los bogotanos por la persona que debería dirigir la ciudad en el momento en que dicha elección representa mucho más que solo enderezar los asuntos de la capital que andan medio chuecos.

El primer sondeo, de Caracol Radio y Cifras & Conceptos, da una intensión favorables a Clara López con un 24 por ciento, casi el doble de lo que muestran los otros candidatos, pero sumados los que hacen parte de movimientos que respaldan el esfuerzo del diálogo en Cuba, Carlos Fernando Galán, Rafael Pardo, Juan Carlos Flórez, la superan.

De alguna manera, con el escogimiento del nuevo alcalde de Bogotá, se juega el futuro político del proceso de paz que, al fin y al cabo, es lo fundamental. Para quienes lo apoyan y para quienes lo rechazan. Un anticipo de la consulta popular que tendría que enfrentar el acuerdo si este se perfecciona en La Habana. Poner en riesgo el respaldo mayoritario por cuenta de la dispersión de aspirantes que comulgan en el diálogo sería una locura.

Todos deseamos la paz, pero cuando toca meterse la mano al bolsillo o hacer algún sacrificio político las cosas se complican. Un enfrentamiento entre la verdad real y la verdad formal. La verdad real es la que se deriva de las conversaciones entre representantes del Estado y voceros de la guerrilla. Y la verdad formal es la que resulta de las diversas interpretaciones que los interesados hacen de lo que suponen puede pasar en esos diálogos y, por tanto, de los temores que atormentan a quien se oponen la señora López tiene la doble condición de haber ejercido la alcaldía con lujo de competencia y, la no menos significativa, de respaldar la continuación del diálogo en Cuba con su apoyo a la reelección desde una orilla oposicionista.

La señora López, además, ha tenido diferencias serias con el alcalde Petro, por lo que se puede afirmar que la candidata no es ni petrista ni santista, ni uribista, tal y como lo solicitó el senador Robledo, quien advirtió que para apoyarla tendría que ser una candidata ni-ni, por lo que suponemos, contará con su respaldo.

Se necesita resolver ya si estamos dispuestos, o no, a votar por un candidato de un partido distinto al del propio, por razones de mayor conveniencia nacional. Organizar la política colombiana son soluciones que no se limitan a señalar la profundidad de la crisis, en mi criterio, suficientemente diagnosticada, es una obligación. Lo que sigue es “chulear” prioridades. La primera, a votar el esfuerzo de La Habana. No veo otro que la supere, desde luego, respetando la opinión de quienes lo consideran equivocado.

Definir mediante la vía electoral si estamos aplicando el tratamiento correcto y, en caso contrario, diseñar uno distinto que cuente con las mayorías. Si no hay mayorías, no hay paraíso, dirían los libretistas de la televisión. El segundo aspecto para “chulear” es el de una solución definitiva para el metro de la ciudad que cada vez tiene más objeciones e interrogantes sin resolver. Nadie puede asegurar cuál es el mejor transporte masivo más eficaz, mientras que todos tenemos claro el impacto de vivir en medio del despelote mundial de la locomoción. ¿Podría desarrollarse un proyecto de tamaño gigantesco con respaldo del 30 por ciento?

Y, por supuesto, la seguridad. Recuperar la calle, ahora en poder de vendedores de verdad y vendedores disfrazados, que en realidad son profesionales del delito y les impiden a las autoridades diferenciar a los honestos de los criminales.

¿Seremos capaces?

Revista Bocas, El Tiempo, Bogotá.