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El pésimo negocio de la minería en Santurbán
Por Mario Alejandro Valencia*
Bienvenida la inversión extranjera; pero no cualquier tipo de inversión. Bienvenida aquella que promueve la creación de trabajos estables, con salarios altos y capacitados. Bienvenida la inversión que no evade impuestos ni esconde las ganancias en paraísos fiscales.
Por Mario Alejandro Valencia*
Bienvenida la inversión extranjera; pero no cualquier tipo de inversión. Bienvenida aquella que promueve la creación de trabajos estables, con salarios altos y capacitados. Bienvenida la inversión que no evade impuestos ni esconde las ganancias en paraísos fiscales.
Bienvenida la inversión extranjera; pero no cualquier tipo de inversión. Bienvenida aquella que promueve la creación de trabajos estables, con salarios altos y capacitados. Bienvenida la inversión que no evade impuestos ni esconde las ganancias en paraísos fiscales. Enhorabuena el capital que llega a Colombia a desarrollar bienes y servicios con alto valor agregado y también la que realiza transferencia de tecnología, para que el país aprenda a hacer las cosas y en un futuro realizarlas con capital y mano de obra local.
Lamentablemente este no es el caso de la inversión extranjera en la minería y tampoco lo es el de Minesa en Santander. La protección ecológica del páramo de Santurbán, que surte de agua a Bucaramanga y municipios aledaños, vuelve a estar en riesgo esta vez por cuenta de Minesa, una multinacional de Emiratos Árabes Unidos, que adquirió los derechos de exploración a manos de Eike Batista, que quedó debiéndole USD 2000 millones a Mubadala, un fondo de inversión de ess mismo país, dedicado a la especulación financiera.
La minería -tal y como se ha hecho- no ha sido motor de crecimiento y menos de desarrollo. Entre 2003 y 2013, el periodo del mayor auge minero en la historia del país, ingresaron USD 53 049 millones en inversión extranjera al sector minero-energético, acompañada de poderosos mecanismos de estímulo y protección como los jugosos beneficios tributarios que se aprobaron en este periodo, contratos de estabilidad jurídica, tratados de libre comercio y de inversión.
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Cualquiera esperaría que semejante inversión tuviera un efecto positivo en el progreso económico del país, pero durante el mismo periodo las ganancias que salieron del país hacia sus casas matrices fueron de USD 27.358 millones, la mitad de lo que se invirtió. Además la deuda pública aumentó de USD 36.644 millones a USD 129.414 millones, el déficit comercial en el sector industrial sumó USD 222.069 millones, es decir que no provocó encadenamiento productivo, y el sector minero-energético tan solo generó el 1,12% de los empleos totales en este periodo. Así las cosas, realmente la minería no ha producido ningún beneficio a la economía nacional, pero en cambio los impactos sociales, ambientales y laborales son enormes.
La protesta de los santandereanos frente al proyecto minero de Minesa en Santurban no solo representa una amenaza ambiental para esa región, sino que además es un pésimo negocio. Extraer 14 millones de gramos de oro al año representaría no más de 70.000 millones de pesos en regalías para la Nación y tan solo 500 empleos. Cualquier análisis económico serio concluiría que en lugar de exponer a la población a una afectación por tan poco, se debería buscar la salida de Minesa e implementar una diversificación productiva que genere más riqueza y oportunidades laborales.
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Los hechos demostraron que el modelo de país sustentado en la minería fracasó y ha llegado la hora para que los ciudadanos se movilicen en defensa de una fórmula que aproveche los recursos naturales de manera racional y en beneficio de los intereses nacionales, que ciertamente no son los que representa Mubadala y Minesa.
*Mario Alejandro Valencia Director de Cedetrabajo y profesor del CESA.
Tomado de dinero.com