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Columnistas

Grecia (y la UE) en la encrucijada

Por Juan Diego García  
 
La situación de Grecia luego del “acuerdo” con Bruselas y su posterior aprobación por el parlamento expresa de la manera más aguda la enorme crisis tanto de este país como de la idea misma de la UE. Por supuesto, no son los pueblos de Europa quienes imponen las durísimas condiciones del “acuerdo” sino la camarilla de banqueros y políticos neoliberales que encabezan ahora los gobiernos de la Unión. Francia e Italia llamaban a una cierta moderación en el tratamiento del asunto mientras Alemania y varios países nórdicos pedían mano dura.

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Por Juan Diego García  
 
La situación de Grecia luego del “acuerdo” con Bruselas y su posterior aprobación por el parlamento expresa de la manera más aguda la enorme crisis tanto de este país como de la idea misma de la UE. Por supuesto, no son los pueblos de Europa quienes imponen las durísimas condiciones del “acuerdo” sino la camarilla de banqueros y políticos neoliberales que encabezan ahora los gobiernos de la Unión. Francia e Italia llamaban a una cierta moderación en el tratamiento del asunto mientras Alemania y varios países nórdicos pedían mano dura.

Al final se ha impuesto una fórmula que  solo garantiza la agudización de las mismas condiciones estructurales que han llevado a Atenas a la bancarrota. Los pronósticos son entonces todo, menos optimistas.
 
En efecto, la fórmula aprobada en Bruselas significará un mayor sacrificio para la población más pobre de Grecia mediante el aumento del precio de los alimentos, la disminución de las pensiones (ya muy bajas) y el incremento del desempleo fruto del recorte del gasto público. La privatización de sectores claves de la economía pública debilitará aún más la capacidad del Estado y convertirá a Grecia en un país fracasado, literalmente una colonia de los banqueros alemanes. Se exige a Atenas que satisfaga la deuda entregando a cambio no solo grandes empresas públicas a la rapiña de inversores extranjeros sino algunas de sus islas y, por qué no, otras piezas importantes de su patrimonio cultural. Lo exigen los mismos que se oponen a una disminución de la deuda (impagable en las actuales condiciones según el FMI) mientras a ellos las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial les perdonaron el 75% de la indemnización a la que estaban obligados como responsables directos del conflicto; son los mismos que jamás pagaron la deuda pendiente con el pueblo griego debida a la ocupación nazi (400.000 muertos de una población que entonces no sobrepasaba los cinco millones). Es la idea del sr. Schäuble (ministro de economía de Alemania): arruinar por completo a Grecia e ir comprándola a trozos y a precio de gallina vieja. Hoy Grecia, ¿mañana todo el Sur?.
 
La crisis pone de manifiesto las profundas debilidades de la UE, las mismas que la estrategia neoliberal en curso en todo el continente no hace más que agudizar en extremo. Grecia es de momento la mayor expresión de esa crisis pero no están lejos España, Portugal o Italia ni los nuevos miembros de la Unión que antes pertenecían al bloque socialista. Más que la “Europa de los pueblos” se trata de una “Europa de los mercaderes” en el peor de los sentidos. La política de los actuales gobiernos de la UE solo profundiza la diferencia en el grado de desarrollo de sus miembros en lugar de avanzar en su disminución, bajo la égida de Berlín y la hegemonía del modelo neoliberal.
 
La crisis afecta por supuesto a Syriza y por sus necesarias repercusiones al resto de la nueva izquierda europea. Si Tsipras opta por un gobierno de coalición con la derecha local no debería descartarse que en España Podemos apueste por alguna fórmula similar (un PSOE con caras nuevas pero con su programa neoliberal de siempre).
 
¿Es que acaso Syriza no tenía un Plan B (salida del Euro y hasta de la misma UE)?  y, aún así ¿ha preferido aceptar la imposición de Bruselas para evitar males mayores?. O sea, que ¿razones económicas de mucho peso y sobre todo debido a una correlación política no muy favorable decantaron a los líderes griegos a aceptar a una fórmula peor que la rechazada en el referendo de forma contundente?. Si son ciertos los pronósticos de los más opuestos a la actual solución las perspectivas para Grecia no pueden ser más oscuras y el siniestro Schäubel terminará imponiendo su fórmula de hegemonía, primero en Grecia y luego en el resto del Viejo Continente. Syriza habría hecho un mal negocio.
 
En efecto, los argumentos a favor de la fórmula impuesta por Bruselas resultan poco consistentes tanto como débiles son las objeciones a una salida diferente. Se trata de análisis interesados, pura y simple propaganda del tipo “fuera del Euro no hay salvación”, “fuera de la EU será el caos”, etc. Pero varios países de la región no están  en la zona Euro y otros ni siquiera en la UE sin que suceda una catástrofe. Si es traumático un cambio radical es peor aún el camino escogido/impuesto. ¿Por qué no puede Atenas tener su propia moneda y alcanzar una razonable estabilidad inclusive fuera de la UE estableciendo una estrategia económica diferente a aquella que ha ocasionado la crisis?; ¿por qué no puede buscar nuevos aliados, retirarse de la OTAN y optar por una cierta autarquía temporal hasta conseguir una mejor correlación de fuerzas?. No será fácil al comienzo y golpearía también a los sectores medios y acomodados que ahora apenas se ven afectados por la crisis. Unos sectores que  ocasionarán disturbios importantes pues aunque minoritarios son muy poderosos. Pero ya se sabe: en democracia se gobierna para las mayorías.
 
Sería también la ocasión de plantear la construcción de la UE sobre otras bases, una perspectiva que cada día gana más adeptos entre amplios colectivos en todo el continente. Para la izquierda el reto supone pues conseguir el apoyo y la movilización de las fuerzas laboriosas del resto de Europa, incluyendo por supuesto a los trabajadores de Alemania y de los países ricos que hoy son manipulados por la propaganda de sus gobiernos que los enfrentan a sus colegas del sur descritos como perezosos, vagos y vividores que solo buscan aprovecharse de la generosidad del norte rico.
 
A propósito, un trabajador griego (o un español) trabaja al año en promedio muchas más horas que un alemán y le espera una jubilación muy modesta, una amenaza ésta de la cual tampoco se salvan la mayoría de los trabajadores del norte rico (en especial las nuevas generaciones). Alemania, sin ir mas lejos, ya cuenta con más de seis millones de contratos de trabajo precario (“mini jobs”) con salarios que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas. Por supuesto, las pensiones irán a la baja irremediablemente. Sus intereses fundamentales son pues los mismos que los de sus colegas del sur del continente, empezando por los trabajadores griegos.

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