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La oposición en Santos II

Por Juan Sebastián López M.  

Como lo señaló un analista norteamericano, la segunda vuelta en Colombia fue como una disputa entre dos candidatos del partido republicano. Razón tenía el director de Portafolio cuando pocos días antes de la elección recordó que en materia económica “ninguno habla de cambiar el rumbo” pues ambos se presentaron como continuadores de la “confianza inversionista”, el mote con el que Uribe bautizó la política de otorgar gabelas al capital financiero para que obtenga la máxima ganancia. Política que sigue vigente.

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Por Juan Sebastián López M.  

Como lo señaló un analista norteamericano, la segunda vuelta en Colombia fue como una disputa entre dos candidatos del partido republicano. Razón tenía el director de Portafolio cuando pocos días antes de la elección recordó que en materia económica “ninguno habla de cambiar el rumbo” pues ambos se presentaron como continuadores de la “confianza inversionista”, el mote con el que Uribe bautizó la política de otorgar gabelas al capital financiero para que obtenga la máxima ganancia. Política que sigue vigente.

Varios de los mandamases de siempre entendieron que con ambos candidatos ganarían. Por ejemplo, los cacaos Sarmiento Angulo y Santo Domingo le hicieron aportes a las dos campañas, el partido Conservador y el antiguo PIN se dividieron entre los dos candidatos y el Departamento de Estado norteamericano resaltó que ambos candidatos minimizaron sus diferencias sobre el proceso de paz.

Siendo hojas del mismo árbol, las campañas de Santos y Zuluaga recurrieron al miedo y lograron polarizar a gran parte del país, al punto que alegando discutibles valoraciones sobre el proceso de paz, algunos sectores independientes y de la izquierda decidieron votar por Santos. Otros fueron más allá y agregaron que votar por Santos contribuiría a desarrollar el programa político de la izquierda democrática. Sin embargo, la evidente afinidad del bipartidismo reeditado en temas de la mayor importancia para el país como modelo económico, desempleo, los TLC, salud, educación, justicia, corrupción, soberanía nacional y demás, llevó a que un representativo sector de colombianos se abstuviera de adherir a alguno de los dos candidatos ya sea votando en blanco, no votando o anulando el voto.

A escasas dos semanas de su reelección, Santos ya ha dado muestras de que los votos de izquierda que se depositaron para reelegirlo no movieron ni un milímetro su retardatario programa de gobierno. En la última semana de la legislatura, la bancada santista aprobó el TLC de la Alianza del Pacífico, hundió el proyecto que restablecía las horas extras para los trabajadores e intentó aprobar una ley que entregaba el patrimonio genético de la Nación a las trasnacionales, otra para criminalizar la protesta social y la minería artesanal y el TLC con Corea del Sur, todas frenadas por la oportuna oposición de la bancada del Polo, en alianza con sectores nacionales y democráticos.

Entre las medidas anunciadas para el próximo cuatrienio se encuentra la reforma a la educación propuesta por la OCDE y el Banco Mundial, la reforma pensional y de salud ordenada por el FMI, una nueva reforma tributaria anunciada por ANIF y otro paquete de nuevos TLC. Como si fuera poco, Santos, con la paloma de la paz en la solapa, busca un tratado de cooperación con la OTAN que está pendiente de aprobación por parte del Congreso.

En estos y otros asuntos, las coincidencias entre uribismo y santismo son de lejos mayores que sus diferencias, por tal razón el Polo, dos semanas antes de la reelección de Santos, declaró de manera unánime que sería oposición al programa del candidato que resultare elegido.

El Polo es y será oposición a Santos, oposición real y sin adjetivos dóciles que le limen el filo a sus críticas, porque al igual que otros sectores democráticos, aun concurriendo con el gobierno en el propósito de poner fin a la lucha armada, se abstiene de avalar de forma ruidosa o discreta su nuevo y dañino paquete de políticas antinacionales ahora presentados en forma de “tercera vía”. Una decisión definitiva para el porvenir del partido más importante de la izquierda colombiana y cuyas consecuencias apenas se aprestan a aflorar.

No se me olvida: Con la muerte de Rodrigo Saldarriaga, Colombia perdió no solo a un gran exponente y promotor de la cultura nacional, sino al que prometía convertirse en uno de sus mejores congresistas. Sin embargo, el país ganó un referente de lucha consecuente por hacer de Colombia un país digno, soberano y democrático. Conocer la vida y obra de Rodrigo, desarrollarla y ponerla al servicio de los intereses del país es la tarea que nos compete a las nuevas generaciones. No seremos inferiores al reto.

 

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