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¡La reserva Van der Hammen, se respeta!

Por Celio Nieves Herrera  

La crisis ambiental en Bogotá es alarmante. Padecemos incendios frecuentes en los cerros orientales como consecuencia del cambio climático; estos arrasan el entorno natural, lesionando los ya maltrechos pulmones de la ciudad. Son también recurrentes, el pésimo manejo de los desechos de alto impacto ambiental, los incendios de llantas usadas y la emisión de gases con efecto invernadero del transporte público y los vehículos particulares: el Distrito Capital genera 19 millones 142 mil toneladas de CO2, por año.

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Por Celio Nieves Herrera  

La crisis ambiental en Bogotá es alarmante. Padecemos incendios frecuentes en los cerros orientales como consecuencia del cambio climático; estos arrasan el entorno natural, lesionando los ya maltrechos pulmones de la ciudad. Son también recurrentes, el pésimo manejo de los desechos de alto impacto ambiental, los incendios de llantas usadas y la emisión de gases con efecto invernadero del transporte público y los vehículos particulares: el Distrito Capital genera 19 millones 142 mil toneladas de CO2, por año.

Estos hechos no son recientes. Según un estudio adelantado por las universidades de los Andes, la Nacional y la Javeriana, realizado en 4 colegios distritales en 2009, la contaminación alcanzaba 70 microgramos de partículas por m3, superando con creces el tope de 20 mg/m3, establecido por la organización mundial de la salud, OMS. El pasado 3 de febrero llegó a 180 el índice de calidad del aire en Bogotá.

El 15 de febrero de 2014, el diario El Tiempo tituló “La muerte prematura del río Fucha” e informó: “de sus 20.3 kilómetros solo 2 están en óptimas condiciones”, en el resto solo viven “bacterias y aves de carroña”. El río Tunjuelo agoniza desde los años 60 por las agresiones del crecimiento urbano, las canteras, las curtiembres y otras industrias contaminantes. En cuanto al río Bogotá: “desde su nacimiento hasta su desembocadura, los aportes de aguas residuales hacen que presente niveles crecientes de contaminación biológica, química y física,… lo que lo convierte en la mayor alcantarilla abierta de Colombia” El rio Bogotá es “la principal fuente de contaminación del rio Magdalena; entre los contaminantes que lleva su cauce está el cadmio, cromo, mercurio, zinc, arsénico y plomo”, afirma, la empresa de servicios públicos de Cajicá, Cundinamarca.

Según estudio de la Universidad Central, en enero de 2016, “el agua, el suelo e incluso el aire que respiramos los capitalinos está contaminado por mercurio”. La contaminación auditiva es otra constante para los bogotanos, tanto en el día como en la noche cuando suele generar conflictos y riñas entre vecinos. “El ruido provoca en los humanos: trauma acústico, pérdida temporal o definitiva de la audición,… cansancio crónico, insomnio, trastornos del sistema inmune, irritabilidad, nauseas”, y “aumento hasta del 30% en el riesgo de ataques al corazón”, dice El Tiempo, el 21 de abril de 2014, en un artículo titulado “La lucha contra el ruido en Bogotá se está perdiendo”. Ahora nos anuncia el alcalde Peñalosa, para aumentar los decibeles y gases con efecto invernadero, el metro elevado, a cambio del subterráneo, y los buses que cubrirán las nuevas troncales de TRANSMILENIO, mientras las tecnologías limpias, como el sistema férreo, fueron tachadas de la agenda pública.

Para reversar las consecuencias del ímpetu destructor de la naturaleza, por la humanidad y sus gobiernos, guiados por el solo apetito de la ganancia durante varios siglos; se realizó la reciente Cumbre sobre el cambio climático en París, que adoptó una serie de medidas “para conservar y aumentar, … los sumideros y reservorios de gases con efecto de invernadero … incluidos los bosques”, fijándose, además, como meta, una reducción severa en la emisión de CO2, y ejecutar políticas públicas para bajar en 2 grados las temperaturas actuales y lograr mitigar las consecuencias del cambio climático: sequías, incendios, inundaciones, terremotos, entre otras. Colombia y, en particular Bogotá, son altamente sensibles a estos riesgos.

No obstante, hoy se adoptan en el Distrito Capital decisiones políticas que desechan este llamado. El gobierno distrital hace caso omiso de la defensa del ambiente y pretende cercenar una gran tajada a la Reserva Van Der Hammen, para urbanizar, en parte, el más ambicioso proyecto de Bogotá para dotarse de un pulmón que permita a los ciudadanos respirar mejor y mitigar los efectos del cambio climático.

Bogotá debe abandonar su expansión urbanística en la Sabana. Tiene que evitar la conurbación con Chía y Cota. Está en la obligación de pensar en la salud de los ciudadanos y en las futuras generaciones, proteger el suelo, los recursos hídricos, la fauna, la flora y mejorar la biodiversidad, aplicando la resolución 621 del 28 de junio del 2000, art. 4º, expedida por el Ministerio del Medio ambiente: “En todo caso, el régimen de usos y el plan de manejo del Área de Reserva Forestal Regional del Norte deberá garantizar su carácter conectante entre los ecosistemas de los cerros Orientales y el valle aluvial del río Bogotá, así como su conformación como área cuyo objetivo principal es el mantenimiento y/o recuperación de la cobertura vegetal protectora”

   Fuente: Secretaría Distrital de Ambiente, 2015.

http://alverdevivo.org/.

@CONCEJALCELIO

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