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Los acuerdos y la economía

Por José Roberto Acosta  
 
La nula reacción de los mercados financieros locales al acuerdo logrado en La Habana es evidencia de que definitivamente “no es nada personal, son sólo negocios”, pragmatismo que, sin caer en cinismo, tal vez algunos deberían considerar ante tantos problemas que le vienen al país en materia económica.
 
El dólar reacciona al vaivén de las declaraciones, llenas de duda, de la Reserva Federal sobre la política monetaria en EE.UU., y también ante la desvalorización de las materias primas, que confirman el fin de la bonanza que nos acompañó por más de diez años.

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Por José Roberto Acosta  
 
La nula reacción de los mercados financieros locales al acuerdo logrado en La Habana es evidencia de que definitivamente “no es nada personal, son sólo negocios”, pragmatismo que, sin caer en cinismo, tal vez algunos deberían considerar ante tantos problemas que le vienen al país en materia económica.
 
El dólar reacciona al vaivén de las declaraciones, llenas de duda, de la Reserva Federal sobre la política monetaria en EE.UU., y también ante la desvalorización de las materias primas, que confirman el fin de la bonanza que nos acompañó por más de diez años.

En materia empresarial, el cierre de las plantas de Chiclets Adams, de Icollantas, de Mazda, y los problemas financieros en Conalvías, ponen bajo estrés al sector financiero, que se ha mantenido sólido hasta el momento, pero que podría ser la gota que rebose la copa de una crisis que el Gobierno niega, como negó en su momento la del campo.
 
En materia fiscal, ninguna de las dos últimas reformas tributarias cumplieron lo prometido y tienen contra las cuerdas a un desacreditado Gobierno por lo antitécnicas y procíclicas, en momentos en que la economía necesita estímulos y no mayores cargas. La “austeridad inteligente” es el reconocimiento de que precisamente inteligencia es lo que ha faltado en materia de gasto y que la improvisación cunde, como lo prueban las vergonzosas declaraciones del vicepresidente sobre el destino que deberían tomar los recursos de la venta de Isagén, al afirmar que con capitalizar con sólo un billón de pesos a la Financiera de Desarrollo Nacional “quedan supersobrados” y que el resto, más de cuatro billones de pesos, deberían ir como “aporte a vigencias futuras”, para salvar de manera directa por lo menos tres proyectos de infraestructura de la tercera ola. Caprichos electoreros que se suman a un uso riesgoso de los recursos privados de pensiones, autorizado por el decreto 1385.
 
Mientras, el fiscal potencia el tema de La Habana para lavar su carita de las bochornosas contrataciones a dedo con recursos de los colombianos y muchos más preparan bolsillos para lucrarse con el “posconflicto”, pero la crisis económica avanza, y ese enemigo no claudica. Triste que para algunos no sea política, sólo negocios.
 
@jrobertoacosta1

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